De Guillermo Rodríguez Bernal

sábado, 13 de febrero de 2021

Recuerdos de niñez en mi barriada. Nos vamos al cole.

Sería complicado recordar o hacer un cálculo de cuando comencé con mis obligaciones escolares. Lo único que puedo recordar eran unas escaleras por donde subía cada mañana, en aquel lugar de la calle Ben-Alkama al lado del polvero, una especie de aula con patio pegado donde corríamos como locos y mi primera maestra, Mari, vecina de siempre del barrio y a la que en casa se tenía esa denominación de “la amiguilla”. La verdad es que sólo tengo flashes de lo que fueron aquellos días sin poder aportar ningún sentimiento ni mas memoria de aquel inicio.

Poco después entré en parvulitos en el colegio San Miguel, teniendo como maestra a la Srta. Madi. Recuerdos de las bancas de tres alumnos, todos rebujados pudiendo estar sentado con uno de párvulos, otro de primero y otro de segundo. Recuerdos de salir a la mesa de la señorita para leer, el cantar la tabla de multiplicar todos a la vez y, como no, aquellos palmetazos cuando algo no salía como tenía que salir. Recuerdos de muchos amigos que me acompañaron en todo nuestro aprendizaje escolar durante tantos años en Coca. Recuerdos de un patio de tierra enorme, o al menos eso me parecía a mí, con aquel perro de lanas siempre haciendo compañía, de jugar a las bolas cada día en un rincón distinto, de cuando íbamos al servicio de tres en tres y alguna vez el sonido del violín que hacía tocar don Guillermo desde una de las ventanas de arriba.

Después pasamos al colegio de “Las Escalerillas”. Allí nos juntábamos con los niños que venían de las clases de la señorita Socorro y don Tomas. El encanto y la ternura de una, y aquello que contaban de cómo mandaba limpiar la pizarra con vinagre el viejo maestro. Recuerdos de formar en filas en el patio central antes de entrar viendo como subían la bandera, de esos juegos donde descubrimos el cielovoy y el latigo, de los saltos que dábamos apoyando el pie sobre la pared, para llegar a la uralita del techo. Recuerdos de ese cambio tan drástico de un colegio a otro, quizás sea lo que más costó aquel curso.

En tercero sé que tuve maestra, pero no recuerdo su nombre. En cuarto fue la señorita Consuelo la encargada de enseñarnos y ella sí que era inolvidable. Recuerdos de estar ordenados en clases por notas, de ser la maestra que me hizo adorar las matemáticas, de su rigidez y a la vez cariño que ponía en la docencia. Recuerdos de mi primer suspenso en una evaluación (que sofocón). Recuerdos del último mensaje de Franco y el primer mensaje del Rey, colgados en las paredes de cada aula con las caras de los protagonistas como a carboncillo.

Al terminar pasamos a “Los colegios”, el colegio de abajo. Eso sí que era un patio. Recuerdos de ir sólo calles abajo, encontrándome con el resto de niños de algún palillo en la puerta para atrasar la entrada, volver a ser otra vez los más pequeños del cole y de cómo los mayores fumaban antes de entrar. Recuerdos de las primeras clases de gimnasia, mas libros que otros años teniendo que bajar a Camas para comprarlos, partidos de fútbol improvisados con cuatro piedras, carreras por relevos y hacer por un instante de ingenieros aeronáuticos haciendo mantener en el aire esos aviones de papel el mayor tiempo posible.

En sexto nuevo cambio, donde teníamos distintos maestros dependiendo de la asignatura. Teníamos once o doce años y algo empezaba a cambiar en nosotros. Los estudios empezaban a ser más fuertes, precisaban de más tiempo de trabajo en casa que años atrás. Aunque donde más noté los cambios en las materias fue en séptimo. Mi tutora era la señorita Angelita que creo recordar se encargaba, entre otras cosas, de enseñarnos geografía e historia. Recuerdos de compañeros con unas personalidades mas acentuadas, el amigo invisible por navidades, cambios de alumno en las mesas continuamente, aparecía la música en nuestras vidas y comenzábamos a leer libros que teníamos en casa. Recuerdos de los ratos de charla entre cambio de clases, sentados en las mesas con los pies en las sillas, el salir a la mesa de la señorita a que te tomaran la lección, de estudiar mucho para los exámenes y el miedo a que te dieran las notas, por algo sería…

Y los recuerdos más vivos, los de octavo de la EGB. Yo por partida doble, al tener que repetir por tener 13 años y no tener suficiente edad para pasar al instituto. Pero esto quizás lo deje para otro post más adelante. Hay mucho que contar.

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