De Guillermo Rodríguez Bernal

sábado, 27 de junio de 2009

Alcuescar.

Mérida
Saliendo de Mérida
Fresca se levantó aquella mañana de junio a la salida del albergue de Mérida, suponemos que por el gran chaparrón caído el día antes que nos hizo llegar chorreando a nuestra morada de aquella noche. Nos despedimos de nuestro hospitalero dándole muchos recuerdos para Molina, el canario que tenía en el albergue y que nos acompañó, en la tarde del día anterior, en nuestras charlas mientras se secaba la ropa. Caminábamos sin haber amanecido aún, al esperar que fuera día de calor, y Alcuescar estaba a unos 36 kilómetros. Nuestro primer deseo era encontrar algún bar para calentarnos el cuerpo con un buen Colacao y algo de comer. Fue pasar el arroyo Albarregas, con su magnífico acueducto, y continuar saliendo de la ciudad, entre casas primero y almacenes después. Nada abierto, con lo que arrancamos en ayunas.