De Guillermo Rodríguez Bernal

sábado, 27 de junio de 2009

Alcuescar.

Mérida
Saliendo de Mérida
Fresca se levantó aquella mañana de junio a la salida del albergue de Mérida, suponemos que por el gran chaparrón caído el día antes que nos hizo llegar chorreando a nuestra morada de aquella noche. Nos despedimos de nuestro hospitalero dándole muchos recuerdos para Molina, el canario que tenía en el albergue y que nos acompañó, en la tarde del día anterior, en nuestras charlas mientras se secaba la ropa. Caminábamos sin haber amanecido aún, al esperar que fuera día de calor, y Alcuescar estaba a unos 36 kilómetros. Nuestro primer deseo era encontrar algún bar para calentarnos el cuerpo con un buen Colacao y algo de comer. Fue pasar el arroyo Albarregas, con su magnífico acueducto, y continuar saliendo de la ciudad, entre casas primero y almacenes después. Nada abierto, con lo que arrancamos en ayunas.
Saliendo de Mérida
Cruz a la salida de Mérida
Caminamos por la carretera un buen rato. Lo que mas me atrajo de esta parte se encontraba en las fincas que lindaban con el asfalto. No he visto más conejos en mi vida. Estaba todo lleno, cientos de ellos por todas partes. Mi sabio compañero y buen amigo Helenio, me indicaba que los romanos llamaron Hispania a nuestra tierra que significaba “Tierras de conejos”. No me extraña que alguna legión pasara por aquí y que fuera uno de ellos al que le tocara bautizar. Tras la correspondiente foto en un crucero al lado de la carretera, que nos indicaba que ese era el camino a seguir, llegar al embalse de Proserpina y rodearlo. Una verdadera maravilla de la época romana.
Proserpina
Embalse de Proserpina
Matando el hambre
Matando el hambre
Se dice de él que se trata del embalse artificial de la época romana más grande del mundo. Estaba totalmente desierto, con lo que nuestras esperanzas de desayunar se vieron truncadas al estar todos los bares cerrados por no ser temporada de baño todavía. Tuvimos que dar cuenta de unas manzanas que llevábamos para por la tarde antes de tiempo. A la llegada a Carrascalejos ya estábamos agotados, lo que es el no comer, y nuestra llegada a Aljucén fue nuestra salvación. Tan sólo habíamos caminado 16 kilómetros y parecían 40. Una especie de quiosco en el pueblo nos reanimó con unas tostadas con jamón, unos acuarios y dos grandes vasos de Colacao bien calentitos.
Aljucén
Aljucén
Nos sentamos fuera y la comida hizo rápido su efecto devolviéndonos las fuerzas que necesitábamos. Ni Popeye con las espinacas. En los siguientes 20 kilómetros no encontraríamos nada, con lo que tuvimos que buscar algo en el pueblo para comer por el camino. Encontramos una puerta abierta frente a la iglesia y entramos. Se trataba del colegio que, al estar de elecciones, era lo único que había abierto aquel domingo. Los pobres y aburridos señores de la mesa electoral nos invitaron a charlar un rato. Tuvimos que despedirnos de ellos porque todavía quedaba trecho, pero nos indicaron que a la salida del pueblo, antes de entrar en la pista que nos llevaba a Aljucén, encontraríamos una gasolinera abierta donde comprar algo. Así fue y, repuesto con el buen desayuno y con la compra para después, enfilamos nuestro caminar hasta Alcuescar.
Entre Aljucén y Alcuescar
Entre Aljucén y Alcuescar
Cerca de Alcuescar
Cerca de Alcuescar
Entramos en el Parque Natural de Sierra Bermeja, el calor empezaba a apretar y veíamos que teníamos que respetar el descanso cada dos horas para no llegar mal. Todo estaba arbolado, los típicos cubos de granito extremeños, bastante abundantes, nos permitía seguir con buen y correcto rumbo.  En todo nuestro caminar, tan sólo unos peregrinos en bici nos adelantaron y fue por este lugar. Llegamos al límite entre Badajoz y Cáceres siempre subiendo, aunque con leve pendiente. Creo que fue a partir de ahí donde desaparecieron los árboles y el sol empezaba a apretar. Duro terreno que nos desesperó un poco, porque además la pista tenía mucha piedra suelta. Buena parada en la Cruz de San Juan donde, a la sombra dimos cuenta de nuestras provisiones y donde agotamos casi todo el agua.
Sello de Alcuescar
Sello de Alcuescar
A partir de ahí, la llegada a Alcuescar fue rápida, entre parcelas que te hacía zigzaguear en todo momento hasta salir a la carretera que te lleva al albergue. Que trabajito nos costó subir hasta la primera planta. Tan grandiosa etapa tenía que tener grandioso final, al coincidir allí con unos hospitaleros voluntarios y peregrinos ilustres. Nekane y José Mari nos recibieron de maravilla. Recuerdo que estábamos sedientos y sacaron un búcaro del frigorífico que casi nos ventilamos. Buena tarde de charla con ellos y sus aventuras camineras. El recuerdo plasmado en un sello y una rúbrica con sus nombres.
Alcuescar
Alcuescar

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