De Guillermo Rodríguez Bernal

miércoles, 21 de febrero de 2018

Ribadesella.

Nuestro último amanecer
Dormimos relajados aquella madrugada del día de vuelta. No sé si por lo agotado de los 36 kilómetros del día anterior, por los buenos gin-tonics que nos prepararon en el bar Piñeres, por aquellos colchones dejados caer sobre la madera de aquel “soberao” o por ser los únicos que dormíamos en aquella pseudo-cabaña del albergue de La Llosa de Cosme. A decir verdad, siempre se siente bastante relajo sabiendo que cumplimos con las jornadas previstas sin problemas. Después de bastantes años caminando, creo que es el primero en el que no tuvimos lesiones, ampollas, perdidas de algo o ese largo etcétera de situaciones que siempre se dan y que esta vez parecían pasar de largo.