De Guillermo Rodríguez Bernal

lunes, 11 de octubre de 2010

A Abeleda.

Soutelo Verde
Soutelo Verde
Temprano salimos a caminar Helenio y yo de Laza buscando nuestra meta en la etapa de hoy. El día anterior decidimos que acabaríamos en Abeleda, en lugar de Xumqueira de Ambia como se tenía previsto de un principio. Información en el albergue de Laza, nos decía que era buena la opción de conocer este nuevo albergue de peregrinos, abierta expresamente para el Xacobeo.

domingo, 10 de octubre de 2010

Laza.

A Venda da Teresa
Pasada A Venda da Teresa
Buen sueño, el disfrutado en el albergue de A Gudiña. Nos levantamos temprano y dimos cuenta del desayuno del que nos avituallamos el día anterior Charo y yo. Cada uno a su aire. Al igual que la salida. El que fue terminando fue saliendo, en una jornada de la que nos separaban unos 35 kilómetros de nuestra meta en Laza. Antes que partiéramos Helenio, Raúl y yo, comprobé que todos estaban ya levantados y con ganas de empezar nuestra empresa de hoy. El cielo oscuro, sin estrellas, era temprano y no había amanecido, aunque el uso de linternas para no tropezar no duró mucho tiempo. Mi temor era, la molestia del aductor con la que llegue el día anterior, y que desde primera hora parecía indicarme que estaba ahí. Salimos los primeros y llegados a las primeras calles de A Venda do Espiño empecé a despegarme de mis dos compañeros de esa mañana. Me encontraba muy bien, el trazado era cómodo, la niebla espesa y las ganas muchas.

sábado, 9 de octubre de 2010

A Gudiña.

Vilavella
Saliendo de A Vilavella
Seguía lloviendo, aunque no con la intensidad del día anterior. Lo primero llenar nuestras botellas con agua de la fuente de “Los lobos”, recomendación de nuestra casera del momento: Conte. El no llegar del resto, la imposibilidad de comunicarnos por falta de cobertura y las tremendas ganas de caminar hicieron que comenzáramos nuestra etapa sobre las siete y media, por la salida de Lubián camino del santuario de la Tuiza y con destino a A Gudiña. “Seguro que nos encontraremos por el Camino”. Como así fue. Pasado el túnel de A Canda, una peregrina finita pero con caminar firme nos adelanta. Debajo de la capucha apretada y las gotas de agua bajándole por la mejilla, se entreveía una cara joven que me hablaba y se presentaba. Era Irene, una de las congregadas en nuestro evento y de las que no conocía personalmente. Después del saludo, continuó su caminar y se perdió en la siguiente curva. No podían tener mejor entrada tres peregrinos en tierras gallegas.