De Guillermo Rodríguez Bernal

lunes, 11 de octubre de 2010

A Abeleda.

Soutelo Verde
Soutelo Verde
Temprano salimos a caminar Helenio y yo de Laza buscando nuestra meta en la etapa de hoy. El día anterior decidimos que acabaríamos en Abeleda, en lugar de Xumqueira de Ambia como se tenía previsto de un principio. Información en el albergue de Laza, nos decía que era buena la opción de conocer este nuevo albergue de peregrinos, abierta expresamente para el Xacobeo.
Comenzamos a caminar tranquilos, para en poco tiempo cruzar el río Támega por el puente de acceso al pueblo Soutelo Verde, primera localidad a la que llegamos. Curiosa señalización la que nos encontramos allí. Señalaba en sentido contrario a nuestra marcha, que Granada se encontraba a 888 kilómetros desde allí. Poco después, Pedro Jr. e Irene nos adelantaban rápidamente. Nuestra marcha no era la habitual. Las molestias en mis dedos, por el descenso del día anterior a Campobecerros, y el dolor en el aductor, que volvió a estar ahí, nos hacía caminar mucho mas despacio de lo habitual. Por delante, caminaban también Pedro Correjaco acompañado de Ana María Partida. Por lo dura de la etapa, nuestro benjamín Raúl, hizo los primeros kilómetros acompañando a Armand.
Alberguería
Alberguería
Temida mi llegada a Tarnicelas, pie de puerto hacia Alberguería. El dolor provocado por el aductor, me impedía levantar el pie del suelo más de una cuarta. Teníamos que subir este puerto de 400 metros en estas condiciones. Helenio sufría conmigo mi dolor y me acompañaba en todo momento. Eso hacía que intentara seguir lo mejor posible para no hacerlo parar demasiado. Llego el momento en el que le dije que continuara él, que Raúl estaría esperándolo en la cima. Continúo a su excelente ritmo de subida y paré a descansar. Cuando creí ver el músculo relajado, retomé la subida muy despacio, pero no era cuestión de velocidad. Sólo el hecho de levantar el pie del suelo, tirando de la rodilla para arriba, me hacía ver las estrellas ya desaparecidas hace un rato por el magnifico amanecer celeste que disfrutábamos. A la llegada al Rincón del Peregrino en Alberguería todos estaban allí. No sé como llegue hasta allí en esas condiciones, pero llegué. Buen desayuno, ambiente muy peregrino y a retomar la marcha.
Monte Talariño
Cruz de madera en el Monte Talariño
El largo descanso allí y el buen desayuno, me sentaron de maravilla. Salimos los últimos del bar de las vieiras Helenio, Raúl y yo. Nuestro destino era ahora alcanzar la cruz de madera con la que empezábamos la bajada hasta Vilar de Barrio. Ahora fui yo el que se distanció de mis acompañantes al sentirme bastante recuperado. La llegada a la cruz de inicio de bajada fue rápida. Empezar a descender y comenzar a quejarse mis uñas de la tremenda bajada. Descenso de 300 metros que me hicieron recordar la mala bajada del día anterior camino de Campobecerros. Descanso en Vilar de Barrios, donde me encontré con Ana y Pedro Correjaco. Ratito de charla ante de que partieran, donde les referí lo mal que me encontraba y que posiblemente me volviera a casa a nuestra llegada a Orense. Pedro ya lo sabía, lo intuía mi buen amigo, y así me lo hizo saber. “Que te he dicho por el Camino, Ana, éste se nos va, bueno no pasa nada”. El cabeza visible de este evento, veía que no se cumpliera la ilusión de llegar juntos a Santiago. Lo siento, Pedro, fueron mal las cosas. Partieron y me quedé a la espera de ver llegar a mis dos amigos sevillanos a los que deje atrás.
Horreo
Horreo en el Camino
A su llegada, partí de nuevo, no sin antes cumplir el deseo de una señora del pueblo que me insistía en que fotografiara la imagen de San Fiz, patrón de su pueblo. Don Tripodio hizo su trabajo y tome la impresionante recta que me llevaba a Bovadela. Al fondo, muy lejos, la figura de dos peregrinos. Tenían que ser Pedro y Ana. El aductor medio bien pero las uñas me pinchaban a cada paso que daba. En el suelo, pintado con un bastón sobre la tierra, los ánimos de un peregrino que caminó antes que nosotros por allí. Armand se dejaba ver ayudándonos en este final de etapa, haciendo de las cosas mejores que sabe hacer: Escribir. Llegando a Padroso, tomar el desvío a Abeleda y reencontrarme con Pedro y Ana hablando por el móvil. Saludo de Pedro y grito de alegría de mi compañera peregrina, que me veía recuperado, sin estarlo. Como en Agudiña llegamos juntos los tres al albergue, reservando antes nuestro almuerzo con la señora Josefa, que se dedicaba a dar de comer a peregrinos con su particular “menú del peregrino”.
Llegando a Padroso
Llegando a Padroso
A Abeleda
Helenio y Raúl llegando a Abeleda
Al descubrir mis dedos, la sorpresa que me hizo retirarme del Camino antes de llegar a Orense. Tenía las uñas de los dedos levantadas, arrancadas de su raiz y con una bolsa de sangre cada una de medio centímetro de altura. Visión que espantaba al resto de compañeros por su mal estado. Mis ilusiones por pasar la puerta santa se fueron al traste en ese momento. La visita a urgencias en Allariz por mis uñas y por el tobillo de Ana, fue la confirmación. No era recomendable seguir. A la mañana siguiente me levante el último, aunque fui el primero en despertarme y quedarme pensativo en la cama. Vi partir a todos hacia Orense mientras preparaba la mochila que me mandaba de vuelta a casa. Creo que no hace falta describir para nada mi sensación de impotencia. Era la primera vez que me retiraba y me sentía muy mal.
A Abeleda
Celebrando la despedida con unos orujos

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