De Guillermo Rodríguez Bernal

domingo, 10 de octubre de 2010

Laza.

A Venda da Teresa
Pasada A Venda da Teresa
Buen sueño, el disfrutado en el albergue de A Gudiña. Nos levantamos temprano y dimos cuenta del desayuno del que nos avituallamos el día anterior Charo y yo. Cada uno a su aire. Al igual que la salida. El que fue terminando fue saliendo, en una jornada de la que nos separaban unos 35 kilómetros de nuestra meta en Laza. Antes que partiéramos Helenio, Raúl y yo, comprobé que todos estaban ya levantados y con ganas de empezar nuestra empresa de hoy. El cielo oscuro, sin estrellas, era temprano y no había amanecido, aunque el uso de linternas para no tropezar no duró mucho tiempo. Mi temor era, la molestia del aductor con la que llegue el día anterior, y que desde primera hora parecía indicarme que estaba ahí. Salimos los primeros y llegados a las primeras calles de A Venda do Espiño empecé a despegarme de mis dos compañeros de esa mañana. Me encontraba muy bien, el trazado era cómodo, la niebla espesa y las ganas muchas.
A Venda da Capela
A Venda da Capela
Sólo, continué pasando por pueblos casi despoblados. De todas formas, y a pesar de las lluvias de días anteriores, un suelo firme y con total ausencia de barro. Perfecto para caminar y el aductor estaba respondiendo muy bien. Con el paso tranquilo, pero constante, llegue a uno de los puntos naturales más bellos de lo que llevábamos de Sanabrés y de toda la Vía de la Plata. Las vista desde lo alto de la montaña del embalse de As Portas formado por el río Camba. Ahora mismo, mi única pena es no poder ser un buen narrador para poder explicar el colorido y la grandeza del verde de las montañas orensanas, el azul de las aguas embalsadas y el blanco de la niebla todavía presente en este amanecer en el Camino que nos llevaba a Santiago. Minutos en los que te sientes afortunado de poder gozar de tanta grandiosidad a todo mi alrededor y pidiendo que el Camino se alargue todo lo posible para no perder de vista esta increíble hermosura disfrutada en soledad.
Embalse As Portas
Embalse As Portas
Portocampa
Fuente en Portocampa
Como todo lo que tiene un principio tiene un final, el desvío a Venda do Bolaño me dejaría en la cima desde la que vislumbraba Campobecerros. Las campanas de su iglesia de la Asunción me daban la bienvenida indicándome que eran las once de la mañana. La belleza de lo caminado hasta ahora, provocó que me hiciera estos primeros 20 kilómetros sin una sola parada. Que bien me encontraba. Quedaba la bajada al pueblo por el cortafuegos de pizarra. Dos llamadas inoportunas al móvil, hicieron que el descenso se volviera en contra mía y de mis pies. Los tropezones y el continuo resbalar, provocaron que mis uñas latieran mas fuerte que mi corazón. Como culmen de este primer tramo, la sorpresa que salirme al encuentro un peregrino emocionado de verme llegar y que me contaba: “Desde abajo se veía la figura de un peregrino. Este es Guillermo. Te hemos visto bajar desde la misma cima”, comentaba con la ilusión que sólo un buen amigo es capaz de narrar al verme arriba. Días después, y recordando ese día, decidió colocarme el sobrenombre de “Gigante de Campobecerros”, que a tanta honra llevo por lo emotivo del encuentro.
Cruz de Portocampa
Cruz de Portocampa
Después del descanso, y de reponer líquidos, ya estaba listo para continuar, cuando aparecieron Pedro e Irene. Yo continué camino de la cruz de Portocampa. Llegando a la cima, un cochecito amarillo me alcanzaba en la cuesta. Era Armand con un invitado que se ahorro la cuesta para aprovechar la fruta que pensaba comerse a los pies de la cruz conmigo. Correjaco y yo nos inmortalizamos en la cruz, y disfrutamos de manzana y plátano a la espera de la gran caminante del grupo, que con su paso firme y tranquilo no tardo en reunirse con nosotros. Deje de nuevo a Irene con Pedro y me continué por el hilo de la montaña que me llevaría a Laza. Poco antes, pasando As Eiras, me entretuve cogiendo castañas de los árboles que daban al camino. Con los bolsillos llenos, acudir a un peregrino en apuros. El benjamín del grupo estaba cansado y tuvimos que acudir en su busca. Armand, siempre dirigente, se ocupó de Raúl y fue el primero en llegar a la meta. En el descenso a Laza, la todoterrenos Irene me adelantó. Y por último la interminable llegada al albergue cruzando todo el pueblo.
Camino a Laza
Camino a Laza
Tarde armoniosa en el bar La Picota, con nuestro nuevo amigo en el grupo, ya de forma estable. Paul Venne, que se unía para continuar hasta el mismo Santiago. La única contrariedad de no contar con Charo y Jorge que decidieron quedarse a dormir en el albergue de Campobecerros. Todos felices y contentos a la espera de la siguiente jornada de nuestro Camino.
Bar la Picota en Laza
En muchas ocasiones, para una conversación y una cerveza sólo hace falta un rincón como éste de La Picota

2 comentarios:

  1. Buenos recuerdos y lugares para retornar por ellos, por mi parte así lo espero este año.... Abrazos Willy

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  2. Buenos recuerdos y lugares para retornar por ellos, por mi parte así lo espero este año.... Abrazos Willy

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