De Guillermo Rodríguez Bernal

jueves, 31 de marzo de 2011

Hospital de Órbigo.

Villadangos del Páramo
Camino de Villadangos del Páramo
Magnífico día desde su comienzo. La luna, esta vez se que menguante, nos daba los buenos días con un cielo muy estrellado, una temperatura muy agradable y nada de aire. La rodilla bien y sin ibuprofeno. Abandonamos la patria chica de Zacarías a las ocho menos cuarto, somos como un reloj para los inicios de jornada. Como en días anteriores, acompañando al andadero con la N120 a nuestra vera. El ruido de los coches y camiones parecía como si nos afectara más que nunca. Será todos estos kilómetros que llevábamos sobre nuestras espaldas caminando siempre al lado de la carretera. Nos encajamos en Villadangos en nada de tiempo y disfrutamos de nuestro desayuno, esta vez en un bar de carretera. Tostadas con aceite, colacaos y de propina un buen trozo de bizcocho casero que tenían en el mostrador. Como va siendo costumbre, nuestra botella de agua y un par de acuarius. Todo por doce euros. La mirada peregrina de resignación y continuar la marcha.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Valverde la Virgen.

Puente de Piedra
Puente sobre el río Torio 
La mañana siguiente, se levantó con el mismo frío. Durante toda la jornada, el termómetro, de mi famoso pito, no subió de los 8 grados, que sumados a la brisa que soplaba, hacía que la sensación térmica fuera mayor. Al igual que la jornada anterior, salimos de seguido con el desayuno en la mochila. La chica extranjera delante nuestra, aunque por poco tiempo, ya que nuestro arranques de jornadas rozan el correr. En nuestra memoria, el buen peregrino Joan Marí que me recordó un paso peligroso para el peregrino, a la entrada de la ciudad de León. Gracias a Dios, una pasarela recién construida, salvaba este tramo en el que los tres carriles de ida y los tres carriles de vuelta hacían muy difícil su paso si no fuera por la pasarela. La entrada en León se aprovechó para dar cuenta de nuestro desayuno justo antes de cruzar el río Torio.

martes, 29 de marzo de 2011

Puente Villarente.

Saliendo de El Burgo Ranero
Saliendo de El Burgo Ranero
A la hora acostumbrada, las ocho menos cuarto, abandonamos el bonito albergue de El Burgo Ranero con el cielo cubierto y con bastante frío. Al menos no corría tanto aire como en días anteriores. Saliendo de la localidad la bonita mini-laguna a su salida y el sol que quería dejarse entrever entre las nubes. El desayuno en la mochila y nuestro caminar ligero hicieron que nos encajáramos rápidamente en una zona de escuela de ultraligeros con un banco para sentarse y donde dimos cuenta de nuestro desayuno de aquel día. Nos resultó curiosa la forma de cercar dicha parcela. Estaba toda llena de neumáticos de coche en todo su contorno. Parte del camino desde allí fue derrochando imaginación sobre la función que realizarían allí clavadas, con las consiguientes risas sobre las posibles utilidades.

lunes, 28 de marzo de 2011

El Burgo Ranero.

Camino de Moratinos
Camino de Moratinos
Las estrellas y la luna, no sé si creciente o menguante, nos dio los buenos días a la salida del Jacques de Molay sobre las ocho menos cuarto de la mañana. Nada de viento y mucha ilusión en tener una etapa tranquila en cuanto a metereología. Pero algo no iba bien. Esa lesión del Camino Inglés de hace unas semanas, volvió. Los pinchazos en las bajadas en la rodilla empezaron a aparecer, haciendo imposible un caminar fluido. La entrada de Moratinos se hizo rápida, pero costó llegar a San Nicolás del Real Camino, lugar de desayuno.

domingo, 27 de marzo de 2011

Terradillo de los Templarios.

Carrión de los Condes
Saliendo de Carrión de los Condes
Cubierto amaneció el cielo de Carrión de los Condes en la mañana de hoy. Ya ayer el aire y las numerosas nubes que aparecían, presagiaban mal tiempo para el día siguiente. Dejamos el albergue Espíritu Santo por su puerta trasera con una temperatura fresca, pero agradable para caminar. Pasar por el Monasterio Benedictino de San Zoilo un poco tarde. Sobre las ocho de la mañana, salíamos del pueblo camino de Calzadilla de Cueza, a sabiendas del tramo de 17 kilómetros que nos esperaba sin ningún tipo de avituallamiento. Empieza a soplar el viento mientras, que callados los dos, mirábamos lo negro de las nubes a las que nos dirigíamos.