De Guillermo Rodríguez Bernal

domingo, 27 de marzo de 2011

Terradillo de los Templarios.

Carrión de los Condes
Saliendo de Carrión de los Condes
Cubierto amaneció el cielo de Carrión de los Condes en la mañana de hoy. Ya ayer el aire y las numerosas nubes que aparecían, presagiaban mal tiempo para el día siguiente. Dejamos el albergue Espíritu Santo por su puerta trasera con una temperatura fresca, pero agradable para caminar. Pasar por el Monasterio Benedictino de San Zoilo un poco tarde. Sobre las ocho de la mañana, salíamos del pueblo camino de Calzadilla de Cueza, a sabiendas del tramo de 17 kilómetros que nos esperaba sin ningún tipo de avituallamiento. Empieza a soplar el viento mientras, que callados los dos, mirábamos lo negro de las nubes a las que nos dirigíamos.
Vía Aquitana
Vía Aquitana
Pasada la tormenta
Pasada la tormenta
Caminar ligero por la carretera N120, que dejábamos a un lado para adentrarnos en la Vía Aquitana. Nos esperábamos un terreno malo al caminar, según la información que nos daba nuestra guía. Por el contrario, un piso firme y bien acondicionado, nos ayudó a acelerar la marcha de esta pista sin fin. Después de dos horas y de encontrarnos una especie de merendero, aprovechamos para tomar el desayuno que teniamos preparado en nuestras mochilas. El viento y el frío se multiplicaron y las manos se nos congelaban sin los guantes puestos. Cuando retomamos la marcha el viento se hizo insoportable. Era imposible caminar. Parecía como si por detrás alguien agarrara tu mochila y te zarandeara de un lado a otro de tan importante camino romano. Los broches de nuestros capotes se quitaban y ondeaban como banderas por tan malísimo vendaval. Como tenía que ocurrir comenzó la lluvia. Cada minuto de camino era un infierno con el que no te podías ni comunicar con tu compañero por el sonido del viento. La llegada a Calzadilla de Cueza parecía no tener fin.
Saliendo de Lédigos
Saliendo de Lédigos
Por fin, y antes de lo previsto por el buen caminar del principio, aparecieron las primeras casas de Calzadilla. Era el momento de un trago de agua y de aderezarnos un poco por lo maltrecho que el aire nos había dejado. Justo antes de entrar, mirar hacía atrás y ver como José Manuel, luchaba contra su capote que se le volvía y no lo dejaba ver. A partir de aquí, parece bajar un poco el fuerte viento, aunque la lluvia persistía. Llegar a Lédigos, con los desvíos oportunos para el restaurante de la población, y luego, a Terradillo de los Templarios, fue sólo uno. A la entrada a la localidad, quedarnos en el albergue de Jacques de Molay, donde nos esperaba una buenísima ducha caliente, con gran potencia de agua, y un menú de los llamados peregrinos de lentejas con arroz y bistec con patatas. Además, la buena compañía de dos peregrinos veteranos, uno de Menorca y otro de Burgos, con los que se mantuvo una agradable charla.
Terradillo de los Templarios
Terradillo de los Templarios

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