De Guillermo Rodríguez Bernal

miércoles, 30 de marzo de 2011

Valverde la Virgen.

Puente de Piedra
Puente sobre el río Torio 
La mañana siguiente, se levantó con el mismo frío. Durante toda la jornada, el termómetro, de mi famoso pito, no subió de los 8 grados, que sumados a la brisa que soplaba, hacía que la sensación térmica fuera mayor. Al igual que la jornada anterior, salimos de seguido con el desayuno en la mochila. La chica extranjera delante nuestra, aunque por poco tiempo, ya que nuestro arranques de jornadas rozan el correr. En nuestra memoria, el buen peregrino Joan Marí que me recordó un paso peligroso para el peregrino, a la entrada de la ciudad de León. Gracias a Dios, una pasarela recién construida, salvaba este tramo en el que los tres carriles de ida y los tres carriles de vuelta hacían muy difícil su paso si no fuera por la pasarela. La entrada en León se aprovechó para dar cuenta de nuestro desayuno justo antes de cruzar el río Torio.
Papalaguinda y San Marcos
Paseo Papalaguinda y Hostal San Marcos
Virgen del Camino
Saliendo de Virgen del Camino
Bonito el pasear por León y encontrarnos con esa maravilla que es el paseo de Papalaguinda y el Hostal de San Marcos. Aprovechar para sacar algo de dinero y de comprar cosillas en la farmacia para salir de León por esa zona de bodegas, al principio, y de las interminables naves del polígono industrial después. Tras varias subidas y bajadas, sorteando la autovía llegar a Valverde de la Virgen y final de nuestra etapa de este día. El albergue se encuentra a la entrada de la localidad. Casa de piedra con sembrado, patos, conejos, algún que otro perro y algún que otro gato amigo. Cultivando la tierra un señor con mono azul con sus zancos puestos. La pinta, a primera vista, muy agradable y poco convencional. El señor, que manejaba con mucha soltura la azada, era Zacarías, nuestro hospitalero de hoy.
Valverde la Virgen
Albergue de Valverde la Virgen
"Vais a comer aquí", nos preguntó. "Pues sí, tienes menús, ¿verdad?". "Tengo menús, pero tengo ahí un corzo que, sí queréis, os lo puedo hacer con patatas". Asentimos y fue un gran acierto. Mientras preparaba el corzo, nos llevo a la casa de al lado, donde él dormía y donde cobraba habitaciones para peregrinos mas cómodos. Mientras se hacía el guiso, un poco de clarete, otro poco de jamón y bastante de conversación. Caímos en gracia a nuestro amigo y comimos los tres muy agradablemente. Casi terminando, aparece un amigo suyo del pueblo con los que entablamos conversación sobre aguardientes y orujos. Fue el momento en que, el bueno de
Zacarías
Zacarías y su sopa de ajos
Zacarías, nos da a probar de dos orujos diferente que tenía allí. Al poco rato, nos dice que tiene que salir y que nos deja a cargo de su casa y del albergue. No sé si fue el aburrimiento, la chimenea, o lo a gusto que estábamos, que seguíamos José Manuel con el clarete y yo con el orujo, unas veces, y al contrario. A la llegada de Zacarías, preguntarnos por la cena. "Lo que nos pongas está bueno seguro, amigo". "Pues nada mas rápido y sencillo de unas sopas de ajo con un buen clarete". A la memoria, nuestro amigo Armand. La noche fue resacosa y estuvimos los dos bebiendo mucha agua. Lo mejor es que, ya sin ibuprofeno, la rodilla no volvió a molestar. Será el orujo, el clarete, el corzo o la sopa de ajos. Tendrán que recomendarla en la farmacia para las tendinitis.

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