De Guillermo Rodríguez Bernal

miércoles, 21 de febrero de 2018

Ribadesella.

Nuestro último amanecer
Dormimos relajados aquella madrugada del día de vuelta. No sé si por lo agotado de los 36 kilómetros del día anterior, por los buenos gin-tonics que nos prepararon en el bar Piñeres, por aquellos colchones dejados caer sobre la madera de aquel “soberao” o por ser los únicos que dormíamos en aquella pseudo-cabaña del albergue de La Llosa de Cosme. A decir verdad, siempre se siente bastante relajo sabiendo que cumplimos con las jornadas previstas sin problemas. Después de bastantes años caminando, creo que es el primero en el que no tuvimos lesiones, ampollas, perdidas de algo o ese largo etcétera de situaciones que siempre se dan y que esta vez parecían pasar de largo.
Bruma
Nada como arrancar a caminar con este amanecer asturiano
Con la tranquilidad que da el estar solos, desayunamos lo que los de la Llosa nos dejaron preparado y alguna que otra galleta de más de unos tarros que había por allí puestos por a saber quién. Cumpliendo con el ritual mañanero calzamos nuestras botas, cargamos nuestra mochila y arrancamos el caminar por la AS-263 dirección a Ribadesella. No nos desviaríamos por caminos, la carretera iba recta hacia nuestro destino y no queríamos alargar lo que sabía que hoy terminaría.
Bruma
Preciosa mañana
Queriendo amanecer, la bruma se adueñaba de todo. La humedad se sentía en la ligera brisa que nos acompañaba el caminar y veíamos todo lo que nos rodeaba completamente empapado sin haber llovido. No teníamos mar, pero la montaña no nos abandonaba. Siempre vigilante a nuestra izquierda parecía no cambiar nunca en nuestro lento caminar. El arcén seguro, había poco tráfico y lo más que nos cruzábamos era con autobuses de línea o de niños que esperaban para el cole y con algún tractorista arrancando con su mañana para la faena en el campo. Así, monótono, rápido y constante se repartieron las escasas horas que empeñamos en llegar a Ribadesella.
Ribadesella
Ribadesella
Por cumplir un poco con el Camino, seguimos la primera flecha que vimos ya dentro del pueblo, recordando caminar por calles muy estrechas y bajando por una curiosa escalera con peldaños de colores entre casas. En nada el Sella nuestra línea de meta después de nueve días caminando. Tocaba volver, autobús a Llanes donde teníamos el coche y acercarnos a Santo Toribio de Liebana. Comer en Potes y pasar el fin de semana como turistas en Salamanca.
Lo mejor de estos dos días de relax, el reencuentro con dos viejos amigos del Camino. A Marisol y a Luis les tenemos un cariño muy especial. Fueron los primeros peregrinos que conocimos en nuestro primer camino. Toda una maravilla aquella tarde-noche que compartimos con ellos en su inigualable ciudad. A los pinchos, los vinos y todos los lugares a los que nos llevaron se unieron risas y recuerdos de aquellos nuestros primeros pasos como novatos del caminar. Siempre los tendremos en nuestra memoria porque para nosotros forman una parte muy esencial de nuestro Camino de Santiago particular.
Marisol y Luis
No pudo tener mejor broche final nuestro caminar de 2017. Salamanca, Marisol y Luis.

2 comentarios:

  1. Anda no me dijistes que fuisteis al Monasterio de Santo Toribio de Liébana!
    Al final me hicisteis caso
    Buen final del periplo con ese encuentro con vuestros primeros Peregrinos conocidos en vuestro primer Camino
    Ultreya


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  2. Sí Fernando. Fue un día muy aprovechado. Caminar por la mañana, acercarnos con el cochea Santo Toribio, comer en Potes y dormir en Salamanca.

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