De Guillermo Rodríguez Bernal

lunes, 29 de enero de 2018

Piñeres de Pría.

Amaneciendo
Amaneciendo camino de la Playa de Vidiago
Sin lugar a dudas, esta etapa que separaba a Pendueles de Piñeres de Pría fue la reina de las que hicimos este mes de octubre pasado. Tanto por su longitud como por la belleza de aquellos parajes naturales por donde caminamos. Y así, muy de mañana arrancamos en la oscuridad de la noche con el fin de llegar a nuestra meta a buena hora. Todo bien señalizado y por camino de tierra nos fuimos acercando a la escarpada costa. El río Novales hace su acto de aparición para que entre árboles lleguemos hasta la playa de Vidiago, pequeña cala a la que se llega caminando o en coche por una estrecha carretera y que tiene que ser una delicia en los meses de verano. Volvemos a coger altura para que el Camino nos acerque de nuevo a la costa y nos enseñe lo que el mar hizo en aquellas rocas: Los Bufones de Arenillas. Herramientas del mar para subir a la superficie y estar más cerca del Camino y de los peregrinos.
Acantilados
Acercandonos al Purón
Río Purón
Río Purón
Toca bajar un poco, hasta cruzar el río Purón y llegar casi a la altura de la autovía. Luego subida constante pero idílica. El camino serpenteaba y el verde nos rodeaba en todo momento. Setos, árboles, fincas parceladas con piedras, las típicas vacas asturianas y algún roedor, creo que era una musaraña, que sale a nuestro paso sin temor para presumir de hogar. En nada Andrín nos abría sus puertas, aunque a esas horas el pueblo estaba desierto. Fue cruzarlo y continuar subiendo por un arcén de tierra hecho en la carretera para el peregrino. Zigzagueando se subía arriba del todo y el Cantábrico con sus acantilados nos volvía a aparecer. Toda una maravilla delante de nosotros y estábamos todavía arrancando.
Cue
Saliendo de Andrín y camino de Cue
Llanes
Puerto de Llanes
Después vino el pueblo de Cue, más o menos como el anterior en cuanto a extensión pero con mucha más vida entre sus vecinos. Entre casas más que calles salimos de nuevo a la carretera para adentrarnos en la capital de aquella comarca. Antes de entrar en Llanes, como era habitual sobre esa hora, algo de comer y tomar agua fresca. Fue sentarnos y una pareja con ropa de deporte se para a charlar viéndonos peregrinos, ellos también lo eran. Medía hora muy agradable contando experiencias unos y otros y caras de felicidad por la alegría ajena que esta familia sentía al vernos en el Camino. Varias veces más nos lo encontramos mientras que nuestras flechas nos internaban en el corazón de Llanes, enseñándonos aquellas mansiones a la entrada, su canalizado puerto, su basílica de Santa María, alguna que otra sidrería y aquel gran ambiente que siempre ha tenido entre los que por allí habitan.
Póo
De Llanes a Póo
De Póo a Celorio
De Póo a Celorio
Salir de Llanes y entrar en Póo es un paseo alejado un poco de la costa y con la montaña a nuestra izquierda. Fotos y mensajes a Ignacio Pajares, compañero de trabajo asturiano al que mandaba un poco de su tierra y, por qué no, haciéndole ver lo bien que estaba en ese momento mientras que él trabajaba. De Póo a Celorio ese paseo se multiplica por diez, no por la distancia sino por ese nuevo acercamiento a la costa con aquellas puntas, los islotes, los castros y esas pequeñas calas a los que únicamente se pueden llegar como íbamos nosotros, caminando. Las flechas quieren que vayamos a la playa de nuevo y que la crucemos sobre sus arenas. Celorio es testigo de nuestro paso y de nuestra admiración por aquel rinconcito asturiano.
Niembro
Niembro y su iglesia sobre el arenal
Seguíamos caminando. Costa a un lado, montaña al otro y cuando casi llegábamos a los 24 kilómetros una nueva parada para reponer. La seca ensenada de Niembro nos brindaba dos bancos de piedra para elegir el descanso. A sus pies la vistosa iglesia de Nuestra Señora de los Dolores y su cementerio hacía las veces de aquel mirador de arena y tan poca agua. Detrás, como queriendo buscar la costa, las casas del pueblo escalaban la ladera. A dos pasos nuestros, la ría de Barro primero y, tras cruzarla, la capilla de ánimas “El Santín” nos desvía entre árboles y subidas para buscar la carretera que nos haga continuar.
Entre Niembro y Naves
Entre Niembro y Naves
Al poco tiempo camino de hojas secas, viejos troncos de árboles cargados de yedra y de copas altas y esas correderas de vegetación tan comunes en Galicia eran nuestro escenario. No pesaban los kilómetros porque nuestras piernas veían por nuestros ojos toda aquella maravilla en el que nos sumergíamos hasta llegar a la playa de San Antolín. Con caminos tan estrechos y tan cubiertos de vegetación parecía increíble que aparecieran casas por allí. Idílico en todos los sentidos.
Entre Niembro y Naves
Entre Niembro y Naves
Naves
Fuente en la plaza de Naves
Llegó la hora de la comida y no todo podría salir bien aquel día. Un bar, creo que el único, estaba abierto en Naves. Llevábamos casi 30 kilómetros y el cuerpo demandaba algo más que fruta y agua. Un cartel de menú en la puerta y una señora atendiendo que nos decía que no daban comidas. Con cara de cansancio acabamos pidiéndole por favor que nos hiciera cualquier cosa. Costó trabajo que accediera en prepararnos un par de bocadillos con tortilla a la francesa. Tuvimos que pedir un par de bocadillos más para que hiciera algo de negocio y accediera. No estuvieron mal empleados porque nuestro destino no tenía nada para poder cenar. Al menos algo comimos.
Nueva
Nueva
Nuestro final de etapa, ya por interior y por pistas bien asentadas de tierra, nos hizo descubrir al pueblo de Nueva. Grande y con todos los servicios posibles, aunque no estuviera ambientado. Pegados a la autovía llegamos a Piñeres. Algún que otro peregrino y tarde tranquila en el bar del pueblo. Descansamos en colchones sobre el suelo. Cansados por los más de 36 kilómetros caminados, pero con una carga emotiva importante. Por un lado la preciosa etapa que siempre recordaremos y como contrapartida la de la última etapa de este año para el día siguiente.

2 comentarios:

  1. No se si habeis tenido la oportunidad de ver los Bufones bufando... es todo un expectaculo!!
    Tampoco se si en el puerto de Llanes visteis los Cubos de la Memoria, de Agustín Ibarrola
    Lo que si se con certeza es que visteis la Iglesia de Niembro... o Barro, (según a quién preguntéis), es uno de esos templos que por su peculiar ubicación, (a un lado de la ensenada que forma el mar entre Niembro y Barro), no deja indiferente a nadie y la hace ser muy fotografiada.
    Por otro lado por el elevado kilometraje y demás vicisitudes gastronómicas sufridas no me extraña que la recordareis

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    1. Como te he comentado por otros foros, los bufones no quisieron lucirse a nuestro paso, Fernando. La iglesia la pena es no haberla visto con la marea alta. Bueno, para otro año.

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