De Guillermo Rodríguez Bernal

sábado, 18 de octubre de 2008

Castilblanco de los Arroyos.

Por el Alamillo
Dejando a lo lejos el Alamillo
Mirar hacia atrás y ver la cúpula de la iglesia del Cachorro, significaba que abandonaba la ciudad de Sevilla y que teníamos muchos kilómetros por delante para llegar a Santiago con mis dos compañeros de caminos José Manuel y Helenio. Lo encapotado del cielo hizo que amaneciera bastante tarde, en aquella lluviosa y templada mañana de octubre de hace unos años. A lo lejos, la silueta sobre fondo oscuro de nuestro Aljarafe, de nuestra casa. Dejar el monolito de salida de la ciudad y cruzar los antiguos aparcamientos de la Expo, ahora solitario lugar con algún residente nómada que te hace acelerar un poco el paso.
San Isidoro del Campo
Llegando a San Isidoro del Campo (Santiponce)
Tras cruzar de nuevo el Guadalquivir nos aparece la primera bifurcación que nos da a elegir entre continuar hasta el pueblo de Camas o acortar por la vega hasta Santiponce. Optamos por la segunda, al tener por delante todavía muchos kilómetros. No sé si por la oscuridad o por algún despiste dejamos de ver flechas. La seguridad de estar en casa hizo que no le diéramos importancia y nos saltáramos el guión establecido caminando a la vera de nuestro río grande, nuestro río Betis. Pasar por debajo de la SE-30 y camino de Santiponce hizo despertar a ese 18 de octubre. Nuestro primer pueblo y
Desayunando en Santiponce
Desayunando en Santiponce
con una bienvenida magnífica para todo peregrinos. Delante la iglesia de San Isidoro del Campo, aquel mismo que tenemos en León como de Sevilla, la teníamos a la vista. Indescriptible ese gozo interior que se siente en las primeras etapas cuando empiezas a llegar a puntos como este. Cruzar Santiponce y llegar el momento de nuestro desayuno. Al otro lado de la carretera, lugar que vieron nacer y que sirvió de hogar en su día a Adriano, Teodosio y Trajano, emperadores de Roma y sevillanos de Itálica.
Momentos de satisfacción al vernos a tan buena hora y con este tramo ya cubierto. Reponer fuerzas con un buen desayuno y continuar con nuestro camino a través de esa
Camino de Guillena
La imagen de un padre a un hijo de lo que fue la aventura de su primer Camino
pista ancha, recta y de varios kilómetros que nos hace llegar a Guillena. A su mitad, un arroyo nos hace buscar alternativas para cruzarlo. A pesar de la sequía lleva bastante agua. Esta vez lo cruzamos por la izquierda. Recuerdo como recientemente los peregrinos había creado otra senda mas cómoda por la derecha. En nada estábamos descansando en uno de los bancos de la plaza del ayuntamiento de la localidad, pero esta etapa aún no había terminado. Mi mujer y unos amigos nos esperaban para darnos ánimos y traernos unos bocadillos y refrescos de los que daríamos cuenta en pocas horas. Tan sólo nos quedaba unos 18 kilómetros para llegar a Castilblanco de los arroyos.
Guillena
Reponiendo en Guillena
Un poco sin rumbo, pero sabiendo a donde íbamos, terminamos de cruzar este precioso pueblo que tan buenos recuerdos trae de otras épocas. La rivera de Huelva nos esperaba y me traía a la memoria aquella romería que llevaba a Torre la Reina. Los romeros pasaban por aquí y mozos del pueblo esperaban con cubos para mojarlos a todos. Ahora tranquilo, fue fácil cruzarlo y buscar la Cañada de Real de las Islas que nos llevaba directamente a nuestra meta.
El terreno se hace incomodo en el caminar. Las lluvias creaban cercos en el suelo y dificultaba el andar continuo, teniendo que estar pendiente para evitar posibles torceduras. Hasta ahora ningún peregrino, caminábamos solos. Conversaciones arreglando nuestro mundo y el de los demás, lo bonito de iniciar la pausada subida a la sierra norte de Sevilla, las plantaciones de naranjos y las encinas del camino, hicieron que el tiempo pasara volando y no desfallecieran las fuerzas. Llegó el momento de dar cuenta de esa tortilla entre pan y pan que tan apreciada es por mis amigos por las manos y el cariño con que están hechas. Allí, sentados entre piedras y a la sombra de un árbol, hacían sentirnos de lleno en el Camino. Gozo por no haber tenido hasta el momento ningún problema físico que suele aparecer en los primeros días de caminar. Y por fin la aparición de dos bicigrinos que nos pasan deseándonos nuestro tan apreciado “Buen Camino, peregrinos”. Fue el momento de seguir. Ya estábamos locos por llegar.
Camino a Castilblanco
Una primera parada comer y una segunda para un trago de agua
Familia y amigos
Encuentro con la familia y los amigos
Tras pasar las rampas mas duras de la Cañada, por la pendiente y la pizarra, llegábamos a una pista más firme y llana con la que daríamos a la carretera en un par de kilómetros. Muy a lo lejos, un grupo bastante numeroso de personas, venían en sentido contrario al nuestro. Había aclarado el día y serían algunos disfrutando de aquella tarde de sábado. Unos niños se adelantaron del grupo al vernos aparecer. Eran nuestros hijos y los viandantes nuestras familias y amigos. Aprovecharon ese día para hacer una barbacoa en la parcela de uno de ellos y salieron a buscarnos al Camino. Abrazos, saludos y besos para todos como si no nos hubiésemos visto hace meses. Fin de fiesta en este caminar con los restos de aquella barbacoa con buenísima compañía. A pesar de los más de 40 kilómetros estábamos como nunca y no pudo haber tenido mejor comienzo nuestra primera etapa de la Vía de la Plata, desde casa.

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