De Guillermo Rodríguez Bernal

sábado, 13 de febrero de 2021

Recuerdos de niñez en mi barriada. La hermandad en Coca.

Hace tiempo que no escribía cosas por aquí de esos tiempos de la Coca de mi niñez. La verdad es que se acaba el repertorio y, para escribir algo meritorio de las personas que nos leen, no quería hablaros de cualquier cosa. Para decidirme, se han juntado los sentimientos de dos amigos que han provocado que se encendiera esa bombilla que me hiciera arrancar. Por un lado, mi última caminata con José Manuel R. Baños, amistad que siempre despierta admiración entre amigos y compañeros de trabajo por ser tan cercana y de casi 50 años juntos, difícil de entender para muchos en los tiempos que vivimos. Por el otro, el acertado comentario de alguien muy cercano a todos nosotros por estos foros y en la barriada. Persona con la que antes apenas he tenido trato, pero que estos medios me  ha hecho tenerle un aprecio muy especial, por esas aficiones suyas tan afines a las de mi padre. Hace unos días, con su buen hablar me decía: “Creo que hemos tenido la suerte de nacer y crecer en un barrio que en un momento fue una casa grande de todos, y se conoce y quiere a todo el mundo de aquella época. Más que vecinos eran titos y titas de todos.” Sabias palabras de un hombre inteligente y buen amigo.

Si es cierto que, siendo un barrio tan pequeño y habiendo estado tan aislado de todo, siempre había vecinos que se sentían más que otros. Podíamos decir que era un sentimiento reflejado dependiendo de la zona por donde se vivía. Pero en momentos de aprietos y de muestras de solidaridad siempre ha estado unido y se ha formado piña. En las fotos y sus comentarios tenemos bastantes muestras de ello. No sólo por esa familiaridad con la que siempre hemos vivido, compartiendo noches de verano con sillitas de playa en las aceras de nuestras calles o con el deambular de chiquillos de casa en casa, con puertas abiertas y persianas bajadas para aprovechar la más mínima brisa. Me refiero a la unión de una gran mayoría para conseguir cosas para nosotros, por ese aislamiento y esa dejadez que siempre ha tenido el barrio.

Es mi madre, por historias que mi padre contaba, la que arranca contándome cuando en tiempos empezaron a caerse los antiguos tejados de madera de las casas y muchos vecinos sin techos, entre ellos mi padre y mi abuela Teresa, tuvieron que quedarse a dormir en otras casas de la barriada mientras arreglaban esos tejados medio derrumbados. Tiempos en el que muchos patios no tenían separaciones y la vida se hacía comunitaria de puertas para afuera. Mi recuerdo por aquella casa que se quemó en mi calle por un brasero demoledor y de cómo volvían mujeres, entre ellas mi madre, contentas porque no hubo puerta donde se llamara y se abriera aportando lo que se pudiera. “No hubo una casa que no pusiera nada”, me contaba la Chari orgullosa de sus vecinos. Tiempos de cabalgatas de Reyes con los burros de Bartolo, veladas, cruces de mayo, fiestas de Navidad y carnavales, organizados por vecinos que aportaban su tiempo para hacer grande su barrio y que ningún chiquillo se quedara sin fiesta. Tiempos en los que vecinos se hacían cargo del que se quedaba solo en la vida, aunque fuera para prepararle la comida o ayudar a tener la poca ropa que había en condiciones. Momentos de días acompañando al vecino mayor enfermo, para que no se quedara sólo mientras el resto de la familia salía a ganar el pan y atenderlo como si de su familia se tratara, que no le faltara de nada. Reuniones para tener las peñas, el edificio de la Sede, los colegios de abajo y, porqué no, aquel tejaillo que cubría del sol y la lluvia a los que esperaban el autobús en la parada, arreglados con la dedicación y la preocupación de muchos vecinos de la barriada. Y sin poder olvidar a esos negocios de Coca, con esa lista de personas/cantidades que no podían y necesitaban, haciendo de banqueros sin intereses para que sus clientes  pudieran llevar a casa las necesidades del día a día.

Pues sí, orgullo de barriada. Numerosas son las personas que han venido a nuestro barrio a vivir y no sepan de lo que hablo, demasiadas las que hacen vida solitaria al margen de todos teniéndola como ciudad dormitorio, pero muchas las que todavía tratan de mantener ese espíritu abierto que hace que Coca de la Piñera sea única para todos. Coca son sus gentes.

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