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Vientos de Cambio |
Empezaba a despertar la ciudad del Califa en nuestro nuevo caminar de aquella mañana. El amanecer, sin hacer
sombras todavía, hacía aligerar el paso a aquellos a los que se les hacía tarde
entrar a trabajar y a mirar al cielo a los que simplemente daban un paseo
pensando en qué día haría hoy. Se desperezaba Córdoba extendiendo aquellos
largos brazos que la cruzaban en nuestro andar por la avenida de la Libertad, a
un lado, y a la de Al Nasir al otro. Partíamos de allí para retomar aquel mozárabe
olvidado en años y que sirvió para volver a colgarnos una mochila con vieira y
cruz de Santiago. Sentíamos de nuevo esa felicidad caminera que hace mantener
la sonrisa por duros que sean los pasos a dar.