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Vientos de Cambio |
Empezaba a despertar la ciudad del Califa en nuestro nuevo caminar de aquella mañana. El amanecer, sin hacer
sombras todavía, hacía aligerar el paso a aquellos a los que se les hacía tarde
entrar a trabajar y a mirar al cielo a los que simplemente daban un paseo
pensando en qué día haría hoy. Se desperezaba Córdoba extendiendo aquellos
largos brazos que la cruzaban en nuestro andar por la avenida de la Libertad, a
un lado, y a la de Al Nasir al otro. Partíamos de allí para retomar aquel mozárabe
olvidado en años y que sirvió para volver a colgarnos una mochila con vieira y
cruz de Santiago. Sentíamos de nuevo esa felicidad caminera que hace mantener
la sonrisa por duros que sean los pasos a dar.
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Puente Romano sobre el arroyo Pedroches |
“Vientos de Cambio” nos cantaban
los Scorpions y hoy era la figura escultórica en bronce de la Córdoba adulta
cogida de la mano de la futura. Ellos nos iniciaron en ese callejeo de sus
últimas rúas que nos llevarían al puente romano sobre el arrollo Pedroches y
que, a la postre, nos despediría de aquella ciudad de las tres culturas. No
quise pararme a comprobar si ya borraron aquel “te kiero Cristina” que deslucía
en la foto que en su día me envió nuestro querido “Correjaco”, había que
empezar a subir. Y fue una senda, con algo de pendiente ya, por la que lo
hicimos, entre algún que otro cultivo, algunos paseantes que nos sonreían pronunciando
a Santiago, una ciudad ya en plenitud coloreada por los rayos del sol al fondo y
un camino detrás de ella que dejamos de otros caminares años ha.
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Adiós Córdoba |
Es pasar una urbanización
dormitorio de Córdoba, con un arco postizo de tiempos de la misma, y empezar a
aparecer las encinas que nos abren las puertas a nuestra Sierra Morena
andaluza. En un ladito, viéndonos pasar, la ermita de Nuestra Señora de Linares
es testigo de nuestros pasos. Aquella antigua atalaya mora, que el rey
reconquistador tras la victoria convirtió en lugar de culto a la Virgen María,
hoy es ruta de romería de los Cordobeses durante el mes de mayo.
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Sierra Morena |
Olía a campo y el silencio, de
aquella ya dura subida, lo rompía nuestros pulmones al respirar tratando de hacer
llevar a nuestra sangre el mayor oxigeno posible para no desfallecer. Aquella
llamada “Loma de los Escalones” nos hacía sentir caminantes importantes, como
los que siempre cruzaron por allí en tiempos de romanos buscando la Emérita
Augusta. O por aquellos que la utilizaron como la Cañada Real Soriana, que unía
Logroño y Sevilla pasando por ciudades como Soria, Guadalajara, Madrid, Toledo,
Ciudad Real y Córdoba. Seguramente Almanzor, cuando perdió el tambor en
Calatañazor, siguiera esta vía más al norte buscando a la Medinaceli que la vio
morir.
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Último repecho |
La curva de la N-432a, con la que
nos topamos de golpe, nos volvió a la realidad actual de ruidos, coches y humo.
Una familia gatuna la atravesaba en sentido contrario seguidos por el líder de
la manada. Fue el momento de una parada para reponer líquidos y engañar un poco
al estómago con unos plátanos canarios, que duraron poco en nuestras manos.
Repuestos, el último esfuerzo donde el paisaje nos cambió las encinas por pinos
y donde alcanzamos esa cota de la jornada de 560 metros. Sobre las copas de
aquellos árboles, empezaron a vislumbrar a lo lejos el blanco de las primeras
casas de Cerro Muriano. El recuerdo atrás de casi cuarenta años, donde íbamos
de verde obligados a cumplir con el servicio militar obligatorio. Esta vez el
verde, guardado en las retinas hasta ahora, eran de olivos, pinos y encinas
que, acompañados del azul cielo, hicieron olvidar aquellos tiempos pasados en
el que un día fuimos jóvenes y soldados.
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Cerro Muriano |
Extraordinarui Willy cuenta me gusta y felicitarte por el trabajo después de tanto tiempo sin entrar aqui... Abrazos.
ResponderEliminarGracias Pedro. Pues sí, debo retomar ésto que me entretiene mucho.
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