Santa Cruz de la Palma.

Cruz del Milenio

Arrancamos temprano aquella jornada del 28 de agosto. Nuestra idea era descubrir la capital de la isla bonita, nuestro paraíso natural. Como lázaros tuvimos la suerte de contar con nuestros amigos palmeros Ana y Norberto, se presentaba un día para recordar. Pasado el túnel del tiempo acercarnos a dos miradores, el de la Concepción y el de la Montaña de Breña, que nos hicieron tener una visión más que detallada del enclave en el que estábamos y el contraste entre montaña y costa en tan poca distancia entre ellos. Entre La Cumbre y los escarpados que dan al océano, cientos de viviendas se salpican por esa verde ladera como balcones bien situados buscando el nacimiento del astro rey de cada día. El de la Concepción sobre el punto más alto del cráter de un volcán, con una ermita del XVI y siempre vigía de la ciudad de Santa Cruz. El de la Montaña de Breña con unas preciosas vistas de la comarca del Mazo y con la Cruz del Milenio coronándolo en su punto más alto.

Secado de la hoja del tabaco

De camino entre uno y otro, el museo del puro palmero en Breña Alta. Más que interesante su recorrido, donde se muestra desde el cultivo de los antiguos aborígenes de las islas, hasta la influencia en países como Cuba en la elaboración de este producto. Todo ello pasando por los útiles de labranza, los aparejos de secado, una pequeña plantación a modo de muestras, las herramientas de los maestros pureros y su maestría a la hora de desarrollar su labor. Además, en una sala contigua, una exposición de las cruces palmeras. Todo un alarde en decoración para esas fiestas de mayo donde son las protagonistas principales.

Museo de las Cruces

Trabajando el puro

Y la luz de Santa Cruz de La Palma se vino a nuestros ojos paseándola de principio a fin, desde la plaza de la Constitución hasta arribar al Barco de la Virgen. Y fue mucho lo que descubrimos a paso de jubilado por sus calles. En un estanco, un señor haciendo lo mismo que vimos en video una hora antes, con una maestría tremenda a la hora de hacer los habanos. Lo populoso de su plaza de España, con el ayuntamiento a un lado, la majestuosa iglesia de El Salvador al otro y presidiendo la figura del padre Manuel Díaz, pendiente de que no cambien nada del considerado mejor conjunto renacentista de las Canarias. Más adelante, estrechas y coloridas calles, tanto por las pinturas de sus fachadas como de los tiestos en flor de sus balcones. En una de sus

Plaza de España

plazas, las figuras de Lo Divino, recuerdo de esas rondallas que todavía hoy recorren las calles cantando en los nueve días antes de la Navidad. En una escapadita buscando el mar, esos coloridos balcones con sus tradicionales reservados, que en un tiempo hacían labores de aseos en las casas. A su vez, la amplia playa de la que disfrutan tanto los santacruceros como los que venimos de fuera. Por último llegar a la réplica de la nao Santa María, que en su día llevara a Colón a descubrir América, hoy convertido en museo naval: El Barco de la Virgen.

Balcones en la Avenida Marítima y monumento a Lo Divino

Y es en ese punto donde tiene lugar el Dialogo entre el Castillo y la Nave. Muchos han sido los autores que han descrito este dialogo durante siglos. Hoy en día, forma

Enano y la Nao Santa María

parte de los festejos de la Semana Grande de Santa Cruz de la Palma. En la bajada de la Virgen, Nuestra Señora de las Nieves baja del santuario para recorrer las calles de Santa Cruz entrando por la calle Real. Al pasar junto al barco, tiene lugar ese dialogo donde se tiran salvas desde el castillo y desde la nave, simbolizando a aquel barco napoleónico que llegó a ese punto sin saber muy bien que pretensiones tenía. Acompañando a la procesión mariana, unos enanos danzan en el desfile. La figura que representan es la de Napoleón Bonaparte.

Terminada la visita a la ciudad, ahora tocaba comer. Apurados llegamos al Chipi-Chipi, pero una oportuna llamada hizo que consiguiéramos uno de esos apartados que

Nuestra Señora de las Nieves en su Santuario

tienen allí para los cinco que íbamos. Nunca vi un restaurante parecido, con lo que agradecí enormemente a mis lazarillos lo oportuno de elegir ese para comer el día de hoy. Muy económico y vistoso. El café no pudo ser en otro sitio más que en una cafetería cerca del Santuario de la Virgen de las Nieves. Paz y sosiego en aquel solemne templo dedicado a la patrona de Santa Cruz.

De vuelta a casa, batiburrillo de recuerdos sobre lo vivido allí en aquella mañana. Mi deseo de volver se hizo patente camino de Llanos. Quería vivir ese diálogo entre el castillo y la nave, quería ver danzar a los enanos, quería sentir la bajada de la Virgen, quería escuchar esas coplas de la rondalla en las templadas noches del mes de diciembre. Tengo que volver a Santa Cruz.

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