El deseo de volver.: La Palma.- Los Llanos de Aridane, Fuencaliente, Tazacorte y mucho agradecimiento.

Maqueta del niño J.E.R.C.

Creo que puedo decir, con temor a equivocarme, que encontré mi paraíso natural. Cuando pierdes toda esperanza de encontrar un lugar aislado, con apenas contaminación atmosférica, que pases de la pura selva tropical al más árido de los desiertos en pocos kilómetros y donde el sentir de sus gentes está alejado por completo de nuestras prisas diarias y el stress de lo que llamamos vida, mis pies tocan el suelo de la isla de La Palma, nuestra Isla Bonita. El verano de 2018 fue para mí el descubrir ese vergel escondido, que ojalá este post impida contaminar con la barbarie turística que machacan muchas zonas de nuestras islas afortunadas.

Rápido empecé a asimilar donde había aterrizado aquella mañana de agosto. Sólo tuve que conducir desde el aeropuerto hasta Los Llanos de Aridane atravesando “el túnel del tiempo” por la carretera de La Cumbre. Desniveles de terreno importantes cargados de vegetación, a un lado, y la llanura protegida por la Cumbre y la falda de la caldera de Taburiente, al otro. Porque era en Los Llanos donde nos quedamos para descubrir poco a poco la isla.

Calle Real en los Llanos de Aridane

En Los Llanos y sus alrededores comienzo a narrar ese descubrir de personas y cosas. A mi cabeza vuelve el anhelo de estar allí y el deseo de volver a vivir aquellos días pasados. Ahora quisiera tomar un helado a la sombra de uno de los laureles de indias de la plaza España con la Iglesia de los Remedios como testigo, si llueve en su casino tomando una cerveza mientras veo a los viejos jugar a las cartas, recogidos al abrigo de la plaza Chica dejando simplemente pasar el tiempo o pasear por la calle Real hasta Calvario con sus comercios de siempre y sus casas de colores. Quisiera aprovechar una tarde soleada para disfrutar del parque

Playa Charco Verde

Gómez Felipe, que me inviten o invitar a comer unas arepas donde mejor las hagan de todos los Llanos o que me lleven al mirador de la Cancelilla a ver la Caldera de Taburiente desde ese lado de la isla. Quisiera tomarme en El Paso aquellos zumos de fruta aderezados con caña de azúcar recién triturada y hechos de manera artesanal, recogerme perdido debajo de aquellos arboles de la ermita de Nuestra Señora de las Angustias, ver llegar a la virgen del Carmen en barca al Puerto de Naos o simplemente clavar una sombrilla en la playa del Charco Verde acordándome de un entrañable amigo que me la hizo descubrir.

Ayuntamiento de Los Llanos, Ermita de Nuestra Señora de las Angustias y Parque Gómez Felipe

Volcán de Teneguía desde el de San Antonio

Ahora toca buscar el sur y nos vamos a Fuencaliente por la LP2. Lo primero visitar las bodegas Teneguía y ese vino tan particular de aquellas tierras. No tuvimos mucha suerte al exigirse cita previa y tener que conformarnos con acercarnos a su tienda. Después aparcar y bordear caminando la cumbre el volcán de San Antonio. Desde allí, la magnífica vista del volcán Teneguía, creado por obra y gracia de la naturaleza durante el mes de octubre de 1972, el más reciente de España. Luego bajar en coche por el pronunciado y estrecho camino de las Machuqueras para buscar el faro de Fuencaliente. Su centro

Salinas y Faro de Fuencaliente

de visitantes nos enseña un audiovisual muy interesante sobre la reserva marina de la isla. Admirable el trabajo de muchos voluntarios por conservar aquella maravilla bajo las aguas de su costa. A unos metros, las salinas que dan fama a aquella zona. Podrás pasear entre parcelas de agua que esperan el calor del sol para volver al cielo y dejar en tierra esa flor de sal tan apreciada. Contrastes del negro de su tierra y el blanco inmaculado de las pequeñas montoneras de sal. El volver de aquel día, bordeando la costa oeste de la isla entre multitud de plataneras y campos de vides que producen ese tinto que antes mencioné y del que di cuenta en más de una ocasión.

Quizás los habitantes más antiguos de La Palma. En las Salinas de Fuencaliente.

Pero antes de llegar a nuestra casa provisional, parar en Tazacorte. La plaza España da paso a la iglesia de San Miguel Arcangel, para luego pasear por el barrio del Charco,

Mártires de Tazacorte en la ermita Ntra Sra Angustias

buscando los lavaderos. Otro paseo por su puerto, buscando entre quioscos aquella excursión más económica que nos hiciera dar una vuelta por el mar descubriendo las cuevas ocultas a los terrestres y que como marinero podría disfrutarse. Ese mar testigo de la historia ocurrida en 1570, cuando 40 personas se dirigían en misión a Brasil, dirigidas por Ignacio de Azevedo. 32 portugueses y 8 españoles fueron atacados en la isla de La Palma por corsarios a mando del pirata Jacques de Sores. Fueron acuchillados y lanzados vivos al mar, convirtiéndose en los mártires de Tazacorte.

Grandes días aquellos disfrutados en la isla de la Palma siendo este el inicio de mucho por contar. La visita narrada hoy es la más árida de las que vendrán. Ya mismo seguiré con todo lo que me ofreció mi paraíso particular, no sin antes dedicar cada una de estas palabras a dos almas que son el corazón y la representatividad de aquel mundo que conocimos en nuestras vacaciones. Ana y Norberto nos abrieron las puertas de su casa y su cariño con nosotros no tuvo límites. Ejemplo de preocupación por los demás, de amor y orgullo de sus hijos, de generosidad sin límites y de algo tan escaso en estos días como es la humildad. Además, Ana nos conquistó con su cocina de moho verde y rojo, de papas arrugás, con su arroz, sus costillas con papas y maíz, su sopa y no digamos con sus tortas de platano y su platano frito. Mientras Norberto con su creatividad continua, tanto de invención como de desarrollo mecánico, y con ese orujo blanco que el mismo prepara en su alambique de fabricación propia. Os queremos mis queridos amigos y siempre os llevaremos en el corazón.