De Guillermo Rodríguez Bernal

sábado, 23 de diciembre de 2017

San Vicente de la Barquera.

Caborredondo
Detalle de la Ermita de San Bartolomé en Caborredondo
Singular el desayuno del que disfrutamos en Caborredondo. No por supuesto por el que nos servía nuestro hospitalero del albergue Izarra, muy sustancioso, sino por la particularidad de los que nos acompañaban a la mesa. La peregrina que el día anterior nos encontramos dando un paseo por Santillana decía que volvía para ver las cuevas, un peregrino enfadado con el mundo por lo tarde que pasaba el autobús por Caborredondo y el siempre sonriente peregrino sudamericano y su eterna tendinitis que le permitía avanzar a la vez que nosotros. Si no la hubiera sufrido ya estaría a las puertas de Santiago. No dejo atrás a aquellas peregrinas que salían de la ducha cuando nos íbamos. Nunca vi a peregrinos que se ducharan antes de salir a caminar, a no ser que no fuera ese el propósito, claro. No volvimos a ver a ninguno, nada más abrazamos y dimos las gracias a nuestro hospitalero y pegamos el portazo a la puerta del albergue.
Cigüenza
Mansiones y la enorme iglesia de San Miguel en Cigüenza
Todavía anochecido pronto abandonamos esa carretera hasta llegar a Cigüenza, donde empezó a clarear el día a la altura de su iglesia de San Miguel. Lo que más nos fascino
Cóbreces
Iglesia de San Pedro y monumento al peregrino en Cóbreces
eran la cantidad de grandes terrenos parcelados y las mansiones que albergaban. En su momento tuvo que haber mucho dinero por aquellas tierras. Y sin pausa volvimos a la carretera, esta vez protegidos por un espeso bosque que la protegía. Supongo que muy de agradecer ese tramo en los meses de verano. Ella nos lleva a Cóbreces. Volvía de nuevo a pisar sus calles, aunque esta vez como peregrino. El camino pasa por su parte más alta, haciéndonos llegar a la singular iglesia de San Pedro. Allí parada para unas fotos junto a una especie de monumento al peregrino, junto a la vistosa iglesia de color carmesí.
Camino de la Venta del Tramalón
Abandonamos aquel pueblo dejando atrás el mar. Aunque se diera un rodeo, fue de agradecer por meternos durante unos kilómetros en un bosque de hayas y robles que nos reportaba silencio, soledad y tranquilidad a cada paso que dábamos. Muy agradable aquel paseo que nos sacaba de nuevo a la carretera y a un lugar recordado por los dos cuando turisteábamos por aquel trozo de mundo cántabro, la Venta del Tramalón. En pocos sitios he comido tan bien como allí, lástima que fuesen todavía las diez de la mañana. Tan sólo un pequeño descanso en su parada de autobús para un trago de agua y continuar.
Concha
Calle Mayor en Concha
Nuestras flechas nos hacen llegar primero a La Iglesia, con una pintoresca casa toda pintada con temas relacionados con el camino. Luego Pando y la preciosa localidad de Concha, con una calle Mayor que todavía reflejaba la belleza que tuvo que tener en otros tiempos. Por último la entrada en Comillas, para mí de las ciudades más completas de toda Cantabria. Una delicia atravesarla pasando por la plaza de San Pedro, la de la Constitución, sentados en algún banco de la plaza de la Fuente de los Tres caños y salir de ella por la explanada que da al inmenso palacio de Sobrellano. Atrás la dejábamos, con la añoranza que nos traía a José Manuel y a mi nuestro paso años atrás donde descubrimos todos y cada uno de sus bellos rincones.
Comillas
Palacio de Sobrellano en Comillas
Saliendo de Comillas
El carril-bici de salida estaba muy concurrido por los comillanos que aprovechaban lo que quedaba de mañana para hacer algo de ejercicio. Tocaba cruzar Rubarcena, el puente de la Rabia y meternos de lleno en el Parque Natural de Oyambre. Nos olvidamos de flechas y sus batallas particulares y decidimos continuar por el camino junto a la carretera. Toda una maravilla natural nos pasaba de la impresionante playa Oyambre a la no menos playa de Merón. Coches aparcados con surfistas haciendo lo que más les gusta a pesar del frío.
Oyambre
Parque Natural de Oyambre
Sin darnos cuenta y caminando muy a gusto se nos aparece el puente de la Maza y la entrada a San Vicente de la Barquera, final de la etapa de un día maravilloso. Los treinta kilómetros caminados no hicieran mella ni en el cansancio ni en la monotonía que otras etapas dan con tanto trayecto recorrido, posiblemente debido a esa mezcla de los parajes caminados aquel día. Empezábamos a abandonar Cantabria.
San Vicente de la Barquera
San Vicente de la Barquera desde el puente de la Maza

No hay comentarios:

Publicar un comentario