De Guillermo Rodríguez Bernal

domingo, 3 de diciembre de 2017

Güemes.

Arrancando el caminar
Es sábado, se nota la tranquilidad en las calles de Santoña. Todavía de madrugada, lo único que rompe el silencio de las calles son los rodillos de un vehículo de limpieza y el golpeteo de nuestros bastones en el suelo. No desayunamos mal en el albergue, a pesar de las deficiencias con las que nos encontramos el día anterior. Estaban de obras y no tuvimos luz en todo el tiempo que estuvimos allí. Así que con los ánimos que dan el estómago lleno y las ganas de camino, empezamos a dejar atrás las luces de la villa. Tan sólo un peregrino nos sigue en la distancia. Esta vez seguimos escrupulosamente las flechas y nuestro perseguidor decide tirar la carretera. En nada la primera torreta de la penitenciaría del Dueso y ese largo caminar junto a su muro, con el olor de las marismas a un lado y los funcionarios entrando uno a uno en el penal para el cambio de turno por el otro.
Noja
Playa de Trengandín e iglesia de San Pedro en Noja
Vimos amanecer en la playa de Berria. Sin flechas, caminamos por la playa despacio, como temiendo la subida a la que nos acercábamos poco a poco. A lo vertiginoso de subir casi 100 metros en tan poco recorrido, le sumamos lo penoso de esa primera parte de la fuerte ascensión caminando sobre arena, que hacía que el esfuerzo fuese aun mayor. La recompensa arriba. A un lado la playa de Berria y al otro la de Trengandín. Si mala es la subida, imaginaros la bajada, para caminar sin prisas. Ya abajo otros pocos kilómetros de playa acompañados por los que disfrutaban de un paseo mañanero en aquella templada mañana de sábado. La marea baja sacaba a relucir cantidad importante de rocas que, salpicadas a lo largo de la playa y con esa neblina mañanera, daban un aspecto único al lugar por donde caminábamos. La desembocadura de una especie de riachuelo, de aguas de las marismas de Victoria, nos hace salirnos y caminar entre las urbanizaciones cercanas a Noja. Atravesamos la localidad bajo el recuerdo de nuestra amiga Izarra y sus recomendaciones sobre el buen albergue que allí tienen. A nosotros nos tocaba continuar.
Camino a San Miguel de Mereruelo
San Miguel de Mereruelo
Iglesia de San Miguel en San Miguel de Mereruelo
Fue salir de Noja y seguir las flechas por un entramado de callejuelas que igual te mostraban campos de cultivo, fincas para ganadería o pequeñas parcelas con casas o urbanizaciones. Cambiando continuamente de dirección íbamos movidos por nuestras señales amarillas a la derecha o a la izquierda continuamente. El barrio de San Pantaleón, a los pies de su ermita, sirvió de parada para comer algo de fruta que llevábamos y apagar la sed con un poco de agua. Luego continuar con la misma tónica de pequeños carreterines hasta llegar a la iglesia de San Pedro primero y al pueblo de San Miguel de Meruelo después. Impresiona llegar a este último y encontrarte con aquella gran iglesia a su entrada. Fue la foto que elegimos para compartir con los amigos la experiencia de ese día y recuerdo lo que gustó a mi querida Sonia Arias viéndola allá por la Argentina.
Campiazo
Puente sobre el Campiazo
Pasado el camuflado puente sobre el Campiazo y toparnos con el nuevo albergue de Meruelo. Simpático el mensaje de su fachada: “Santander 21 kms, albergue 21 cms”. A partir de ahí subida tranquila pero constante, que cada vez nos
Albergue de Meruelo y ermita de San Julián
acercaba más a la meta. Al llegar a la altura del camping, unos ciclistas venían en sentido contrario. Por cómo iban adivinamos que nos tocaba bajar y bastante. Alguno de ellos llegó a comentar que hacía tiempo que no pedaleaba por allí y que poco se acordaba de esa subida que nosotros bajábamos ahora. Un pequeño descanso en una entrada de la carretera que pisábamos y continuar para intentar llegar a la hora de comer.
A pocos kilómetros de nuestra meta nos topábamos con la ermita de San Julián. A pesar de las ganas de llegar e intentar comer en el albergue, nos dijeron en Santoña que la hora límite para comer era cuando se llegaba antes de la una y media de la tarde, un cartel en la puerta nos animó a visitarla. Se trataba de una exposición llamada “La Voz del Peregrino”. Iniciativa del padre Ernesto Bustio, recoge dibujos y textos de peregrinos que se alojaron en el albergue.
La cabaña del abuelo Peuto
La cabaña del abuelo Peuto
Un pequeño repecho te hace cruzar una cancelita de madera y entrar en la cabaña del abuelo Peuto. Toda una experiencia convivir con los voluntarios congregados allí por el padre Ernesto Bustio, así como escuchar esa conferencia que nos imparte el sacerdote cada tarde sobre la creación del albergue y las idas y venidas que su vida dio hasta terminar de nuevo en la casa que lo vio nacer. Agradable compartir con él la mesa y la charla personal. Dos curas inigualables me he encontrado en mis caminares. Blas Rodríguez y Ernesto Bustio comparten mi admiración. Al hablarle al de Güemes sobre el de Fuenterroble de Salvatierra, me comenta que estuvieron con él algunos de los que a la mesa comían con nosotros. Me comenta que despierta esa misma admiración por el cura Blas, del que me dijo que lo que hace “es admirable, no imitable”. Buena etapa la de hoy con un final para recordar siempre.
Güemes
Güemes desde el albergue "La Cabaña del Abuelo Peuto"

2 comentarios:

  1. No seas quejicas, subir el Brusco no es el Everest, la bajada tampoco y dices bien las vistas son insuperables y memorables, la playa de Trengandin sí está sembrada de piedras y rocas, servidor hasta éste pasado Enero tenía un apartamento en la villa, pero en la otra playa, la de Ris
    Efectivamente te dije que pasaras (al menos a Saludar) y dar un Abrazo de mí parte al Hospitalero del Albergue de Meruelo, Miguel Ángel Cuevas, no importa sé lo di personalmente el mes pasado en Barcelona dónde casualmente estábamos ambos
    Y que decir de "La Cabaña del Abuelo Peuto" y de sus gentes, pues eso que son un referente
    Mi reconocimiento a todo el equipo
    Ultreya

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    1. Bueno, es una chincheta en el camino. Además piensa que la gravedad me atrae a mi bastante, con lo que tengo que hacer un poco más de esfuerzo. Lo del albergue de Güemes toda una experiencia y en cuanto a Meruelo me ha quedado claro, para la próxima me quedo.

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