De Guillermo Rodríguez Bernal

domingo, 26 de noviembre de 2017

Santoña.

Dejando Islares
Desembocadura del Agüera en la playa de Oriñón, junto a Islares
¿Carretera o camino? Esa era la cuestión planteada y por la que preguntábamos aquella mañana mientras desayunábamos en la cafetería del hotel Arenillas en Islares. La luz nos la dio el camarero que nos terminó de atender. “Tirad por la carretera. Os ahorraréis cerca de ocho kilómetros y evitáis la subida a Lugarejos. Tampoco hay mucho que no hayáis visto hasta ahora y por otro lado tenéis en algunos tramos la vista de la costa”. Pues decidido, tiraríamos por la carretera y cambiaríamos Laredo por Santoña como final de etapa, así ya tendríamos cruzada la bahía y no esperaríamos a que empiece el servicio de barca por la mañana. Y con esas arrancamos aquella oscura mañana del pasado mes de octubre. El arcén de la nacional 634 bajo nuestros pies, linternas en mano para ser vistos y la compañía de un viaducto a nuestra izquierda y la playa de Oriñón a nuestra derecha.
Autovía del Cantábrico
Autovía del Cantábrico
Comenzaba un caminar de lo más anodino durante los primeros kilómetros. La sinuosa carretera nos llevaba hasta El Portarrón para poder cruzar el río Agüera, que a unos cientos de metros tenía su fin. Después lomas de montaña cántabra y la siempre autovía del cantábrico cambiando de lado de cuando en cuando. Sería la ermita de San Roque la que nos da la bienvenida al barrio de Mollaneda y al precioso valle de Liendo. Caminamos entres sus amplias calles y enlazamos con ese camino “oficial” que viene del sur proveniente del barrio de Hazas. Retomamos las flechas amarillas, aunque algo nos decía que volveríamos a dejar de verlas en breve.
Barrio de Mollaneda
Barrio de Mollaneda y simpatica señal con peregrino incluido 
Camino de Laredo
Camino de Laredo
Coge pendiente nuestro caminar y vuelve a aparecer esa tierra verde y ondulada que nos cautivaba a cada paso. Daba gusto caminar por allí. Fue el momento en que unos peregrinos vascos en bici, que nos adelantaron kilómetros antes, lo vemos parados en una salida de la carretera. Las flechas volvían a sacarnos del arcén para hacernos llegar a Tarrueza. La fuerte bajada hizo que los chavales empezaran a pensárselo. Nos acercamos a ellos y le mostramos los mapas que llevábamos. Volvía a ser absurdo un nuevo rodeo de un par de kilómetros para retomar la carretera, con el desgaste que suponía una tremenda bajada que luego había que volver a subir. Todo con el único pretexto de bajar al pueblo, siendo asfalto en todo momento y sin un encanto que saltara a la vista. Agradecidos siguieron por la carretera y nosotros tras ellos hasta la entrada en Laredo.
Laredo
Laredo
Ésta vez sí abandonamos la 634 para subir al bar La Torre y ver toda aquella ciudad desde la altura. Creo que éste fue el momento del día, al quedarnos parados contemplando aquella inmensa playa en un día tan despejado. Fue bajar,
Entrando en Laredo
Entrando en Laredo
cruzar el centro de la localidad, desprovisto de señalización, y llegar al paseo marítimo. Primero una foto que nos hizo una familia junto a unos pescadores, y ya de camino la oportuna charla con ellos que nos preguntaba cómo íbamos. Luego aprovechar un rato para el descanso en uno de los bancos del paseo. Un trago de agua y las miradas de los paseantes de cómo dos peregrinos devoraban el bizcocho que traíamos de Sevilla gracias a Carmelita. Al reanudar el paseo, una señora mayor nos llama y nos aconseja que vayamos por la playa. “Echarle cuenta a una de Laredo. Cuando caminas al borde del mar andarás menos y será mucho mejor para los pies”, nos decía con una sonrisa. Nada que objetar, a pisar arena y disfrutar de la Playa de Salvé.
Laredo
Capilla del Santo Espíritu, foto en el paseo marítimo y fachada del ayuntamiento de Laredo
Santoña
Virgen del Puerto en Santoña
Agradable el caminar y curiosa la estampa de dos peregrinos rodeados de personas disfrutando de una mañana de octubre tan estupenda. A mitad de ese trayecto, una chica se nos acerca y comienza a charlar con nosotros. Peregrina y hospitalera de Bilbao. Rato de charla animada y alguna recomendación para etapas posteriores. Muy agradable. Al despedirnos, retomar nuestro caminar dirección al Puntal. No tuvimos ni que esperar. Fue llegar y montarnos en la barca que nos ayudaba a cruzar la bahía de Santoña. Ya en la villa, buscar nuestro albergue y sitio para comer. La tarde apacible rememorando viajes anteriores y sirviendo de guía a mi amigo en una de las localidades más bonitas de la costa cántabra.

2 comentarios:

  1. Si me gusta lo que cuentas y cómo lo cuentas eres de prosa fácil Guillermo
    Es cómo si estuvieramos ahí mismo... a vuestro lado
    Ultreya

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