De Guillermo Rodríguez Bernal

sábado, 25 de noviembre de 2017

Islares.

Castro Urdiales
Saliendo de Castro Urdiales
Qué pocas cosas hay en la vida que puedan matar el ánimo de algo preparado con tanta ilusión y tiempo. Allí estábamos José Manuel y yo sentados en la puerta del albergue de Castro Urdiales. Allí después casi 800 kilómetros en coche, varias horas de autobús y una minicaminata, atravesando este pueblo donde arribamos el año pasado por esas mismas fechas. Allí, sentados en un poyete dándole vueltas al coco para ver como dormiríamos aquel día que empezaba a tocar a su fin. El albergue junto al coso castreño estaba lleno. Unas tiendas de campaña a su alrededor invitaban al descanso y que rechazamos de pleno. Treinta años antes ni nos lo hubiéramos planteado, pero ahora la humedad, el suelo y el pensar que no dormiríamos hicieron que empezáramos a caminar antes de lo previsto.
Cerdigo
Buscando el Cantábrico pasado Cerdigo
Vino muy bien estirar piernas y arrancar después de tanto periplo durante el día. Cargados con nuestras mochilas, con los bastones desplegados y una bolsa con el bizcocho para la merienda que nos preparó Carmelita, madre de José Manuel, empezamos a abandonar Castro Urdiales calle arriba, buscando el camino que nos llevaría a Islares. Cogiendo altura, empezó a acompañarnos la autovía del Cantábrico y el mar que le da nombre se escondía detrás de ella.
Cantábrico
El mar Cantábrico
Pronto llegamos a Cerdigo después de varias llamadas a casa diciendo que habíamos llegado bien, con el fin de no preocupar. Este pueblo fue el que nos acercó de nuevo al mar, sacándonos entre árboles a un pequeño sendero junto a los acantilados. Sin duda lo mejor del día, ver atardecer teniendo al astro rey frente a nosotros y en un camino que pasaba de la tierra a la piedra continuamente. La estampa la completaban aquellos árboles que creían encorvados por las rachas de aire que suponíamos que se adueñaban de aquel terreno en la mayoría de las ocasiones.
Ilusión
Nada nos quitó la sonrisa en este nuestro primer caminar de este año.
Llegando a Islares, un peregrino caminando. Iba muy cargado y en nada nos pusimos a su altura. La tendinitis lo hacía caminar poco a poco y cada metro para él era un suplicio. Era extranjero. Palabras de ánimo y a buscar nuestra morada en el día de hoy después de unos ocho kilómetros caminando. Día completo que nos hizo dormir como lirones y con el pensamiento puesto en el día siguiente. Ya teníamos algo hecho con lo que no contábamos.

2 comentarios:

  1. Una opción era esa o bien retroceder a Bilbao que hay Albergues de sobra y muchas frecuencias de Buses Bilbao - Castro Urdiales y viceversa, lo que pasa es que no nos gusta retroceder
    Ultreya

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    1. No creas que me hubiera importado, Fernando. Sabes que me gusta Bilbao a rabiar y que tengo allí muy buenos amigos, como tú. Un abrazo desde Sevilla.

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