De Guillermo Rodríguez Bernal

martes, 19 de diciembre de 2017

Caborredondo.

Boo de Piélagos
Albergue de Piedad en Boo de Piélagos
Con la luz de los móviles terminamos de aderezarnos para tratar de no despertar al joven Benjamín que todavía dormía. Saliendo a la terraza volvíamos a entrar por la otra puerta buscando la cocina del albergue de Piedad. Mil gracias a su madre que nos preparó un bizcocho casero, que junto con el resto de cosas que nos dejaron preparadas tuvimos un desayuno de diez. Y como el que va a trabajar, nos acercamos a los andenes de la estación de tren para cruzar con transporte el paso del río Pas, padre de unos de los valles más bonitos de toda la península. Dejábamos atrás Boo de Piélagos y en cuestión de minutos nos ahorramos cerca de ocho kilómetros de rodeo para acabar en la estación de Mogro.
Camino a Requejada
Camino a Requejada
Fue cuando empezaron los dilemas de esta etapa. Al salir a la nacional, flechas en dos direcciones totalmente opuestas. El sentido de la orientación nos enviaba a la izquierda, la guía que llevábamos a la derecha. Quisimos asegurar y coger esta última opción cuando el claxon de un coche nos llama la atención. Una chica para y nos dice que sigamos por la izquierda, que se evita un rodeo importante y por ambos sitios es carretera. No lo pensamos y nos volvimos. A escasos 500 metros nuevas flechas en dos direcciones, unas tachadas y otras no. Nos olvidamos de flechas y guías y tiramos de GPS. Tranquilos divisamos el siguiente punto a superar, el río Saja. Antes, en un bar de esa tranquila carretera un mensaje sobre una pizarra pintado con tiza: “Feliz y enriquecedor peregrinaje”. Vamos bien.
Requejada
A la salida de Requejada
Una pista de tierra nos saca a Requejada y su polígono industrial nos acoge como lugar de descanso para un trago de agua, pero algo no iba bien. Al retomar el camino, una niebla como amarilla pero poco densa lo cubre todo. Justo al lado, una industria con dos moles de almacenaje marcaban “Agua”. El sol se dejaba ver sin molestar a la vista por esa polución que lo invadía todo. Durante unos kilómetros nos acompañó en todo momento, no podía ser la fábrica. Nos enteramos que era el fruto de los enormes incendios que asolaban Galicia y Asturias en este mes de octubre y que hasta allí llegaban. Horrible como deberían de estar en el origen que aquella niebla amarillenta.
Camplengo
Entre Requejada y Camplengo, con la ermita de San Cipriano y San Cornelio
Como no podía ser de otra manera en el día de hoy, nuevo dilema. En una rotonda flechas en dos direcciones tanto marcadas como tachadas. Agotados de tanta historia y guerra de flechas tomamos la opción de la derecha sin mirar nada. Un carril bici nos lleva casi del todo a Santillana del Mar, pero da un buen rodeo sin pasar por Queveda. No estaba mal el paisaje, pero era molesto tener que estar pendiente de esas cosas a estas alturas de camino. Antes de llegar, en el barrio de Camplengo, la coqueta ermita de San Cipriano y San Cornelio, a un lado de la carretera.
Santillana del Mar
Santillana del Mar
Siempre impresiona llegar a la preciosa colegiata del pueblo de las tres mentiras, si lo haces como peregrino más aún. Llevaba los pies un poco cansados y más bien calentitos, de tanta carretera como llevábamos. Paré en el banco de una de sus calles para descalzarme un poco, mientras José Manuel buscaba una tienda donde comprar algo de fruta, eran las doce y media de la tarde. Ante mis ojos una peregrina en sentido contrario como dando un paseo. La conocíamos de Güemes, era imposible que hubiera llegado antes que nosotros. Lo primero que miro son sus pantalones y sus botas, estaban libres de suciedad y de polvo. Rozaban la limpieza absoluta. Me saluda y continúa para la colegiata. Nos saltamos los acantilados de Güemes tirando por la carretera, no paramos en Santander y continuamos hasta Boo. En Mogro nos ahorramos unos pocos de kilómetros por el aviso de la vecina. Nadie nos adelantó y éramos madrugadores. Imposible.
Arroyo
Ermita de Arroyo
Decidimos seguir y acabar nuestro caminar un poco más adelante, era demasiado pronto para dar por concluida la jornada. De nuevo, campos de labranza y de ganado. En una de esos terrenos acotados, algo muy particular. Unas llamas pastaban a sus anchas y resultaba curioso ver a esos animales por allí. En nada la gran explanada que tiene a sus pies la iglesia de San Pedro de Oreña. Nueva sorpresa. Aquel peregrino que cojeaba por una tendinitis en Islares entraba en la iglesia. Nos miramos José Manuel y yo y sin decir palabra continuamos. En fin, teníamos que callar. En cierto modo, nosotros evitamos el caminar de Boo a Mogro dando aquel tremendo rodeo. A seguir y ya está.
Caborredondo nos recibía y el albergue de peregrinos Izarra nos abría sus puertas. No estaba Alex, aunque la acogida del hospitalero de turno fue muy agradecida. Sobre la pared un póster de un peregrino conocido y querido. Bolitx “El Gran Caminante” estaba presente y su alma nos acompañaría el tiempo que allí estuvimos.
Ya queda menos
Ya queda menos

2 comentarios:

  1. Cuando hice ese tramo hace ya... ¿3 o 4 años? no estaba esa guerra de flechas en sentidos contrarios unas de otras (lo cual es un dilema atinar -la verdad-
    Buenos principios y finales de etapa en cuestión de Albergues
    Lo de los incendios muy lamentable
    Ultreya

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    1. Sí que cuadramos bien los albergues, Fernando. En cuanto a los incendios, en el tiempo que estuvimos caminando no fuimos conscientes de lo grave que ocurría. Estábamos desconectado de todo. Fue al llegar a casa cuando nos dimos cuenta del desastre tan tremendo.

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