De Guillermo Rodríguez Bernal

sábado, 5 de noviembre de 2016

Gernika.

Saliendo de Markina
Saliendo de Markina
Ya estábamos listos para salir del convento de los Padres Carmelitas de Markina, cuando Mariano empezó a despertar a los otros dos peregrinos que compartieron noche con nosotros. Nuestro viejo hospitalero tenía la costumbre de levantar a todos a las siete de la mañana, ese día con más motivo ya que acababa de dar hospitalidad como voluntario y volvía a casa. Buen abrazo a un buen hospitalero, con el que tuvimos conversaciones muy agradables el tiempo que allí estuvimos. Todavía de noche tomamos rumbo a poniente, desayunando antes en la cafetería de esquina situada unos metros más allá del albergue de peregrinos.
Camino a Bolivar
Camino a Bolivar
Fue fácil salir de Markina, pero irritante el caminar de noche junto al río Artibai para evitar el arcén de la nacional. Sendero muy estrecho y mal asentado, pero había que seguir, era lo que tocaba. Pronto salimos de nuevo a la carretera para tomar un camino entre casas donde se podía caminar mejor. Los primeros repechos de la jornada y vernos otra vez entre aquellas laderas con esos caseríos que riegan los campos vizcaínos.
Bolivar
Bolivar
En nada se nos aparecería Bolivar, pueblo donde se dice era oriunda la familia del libertador de varios países americanos del entonces imperio español. Lo primero que te viene a la vista, es uno de esos parques para animar a los abuelos a hacer un poco de ejercicio y una baranda exactamente igual a aquella que encontramos caminando por Samos, en la provincia de Lugo. Luego adentrarte en ese pueblo precioso, con recuerdos del libertador y con esos típicos adoquinados vascos donde se hacen las competiciones con bueyes, éste frente al ayuntamiento y a la iglesia de Santo Tomás.
Zenarruza
Monasterio de Zenarruza
Vuelven a venir las subidas fuertes y de barro y rocas. Al menos el tiempo nos respetaba, con lo que teníamos que tirar de la paciencia habitual para seguir subiendo y echando kilómetros a nuestras piernas. Casi terminado con aquella subida, un pequeño descanso para caminar despacio entre las piedras del monasterio de Zenarruza. Deslumbran la portada y su claustro siempre abierto a posibles visitas. Continuar y poco antes de perder de vista a aquella obra cisterciense, una llamada de atención detrás nuestra. Al volvernos nos encontramos con Mariano, nuestro hospitalero de Markina. En ropa de deporte nos alcanzó corriendo en algo de lo que le gusta disfrutar, correr a primera hora de la mañana. “Casi no os cojo”, nos comentaba el hombre con la respiración un poco entrecortada de la subida. Nuevos abrazos y el recuerdo de alguien entrañable con el que ya nos gustaría volver a coincidir en alguno de nuestros caminos.
Peregrinos
Un Peregrino con media casa a cuestas
Todavía no habíamos terminado la subida cuando vemos tres peregrinos delante nuestra. Llamó la atención uno de ellos que, además de la mochila, llevaba como unos rollos grandes pegados a ella y tiraba de un carrito de la compra. No he visto nunca a un peregrino con tantas cosas a cuestas. De hecho, no sé cómo llegaría hasta ahí después de todo lo pasado en días anteriores. Al acercarnos, descubrimos a Jose el tinerfeño entre ellos. No lo veíamos desde que salimos de Getaria y habían dormido con los monjes esa noche. Iban muy despacio, con lo que la despedida fue rápida y como sin darnos cuenta empezamos a descender. La fuerte pendiente y el barro lo evitaron unas escaleras de
Camino a Gerrikaitz
Camino a Gerrikaitz
madera que, fueron agradecidas al principio pero que nos provocó molestias en las rodillas después, de lo rápido que la bajábamos. Fue un placer caminar por Gerrikaitz, por los arroyuelos, los nogales, aquellas casitas con huerto alrededor y la paz que se respiraba en aquel lugar. Después Munitibar, donde aprovechamos para tomar un buen trago de agua fresca, descansar un poco y comernos uno de los plátanos que siempre llevábamos para reponer fuerzas a mitad de la jornada.
Camino a Gernika
Caseríos camino a Gernika y José Manuel y yo en otras vidas, uno rubito y el otro morenito
Gernika a la vista
Gernika a la vista
Después de nuestra parada un caminar muy cómodo y sin pasar por poblaciones grandes. Todo un placer para los días que llevábamos, sirvió como descanso y fue muy placentero. Y con el buen ritmo que llevábamos, pronto se nos apareció desde la altura Gernika en la lejanía. La veía más grande que los recuerdos que guardaba de ella en mi anterior visita, claro que la otra vez llegaba en coche a su corazón, sin llegar como lo hacía ahora, caminando. Antes, en Ajangiz, detrás de la iglesia de la Ascensión, una herriko taberna calmaba el hambre que ya empezaba a apretar. Convenía llegar comidos y fue todo un acierto por el buen menú y mejor precio de lo que allí tan amablemente nos sirvieron.
Frontón Gernika
Entrenamientos de Cesta Punta en el Frontón de Gernika
Tarde de paseo y visita a la villa de Gernika que tan buenos recuerdos me traía. Desde la Sala de Juntas, la iglesia de Santa María, el mural del cuadro de Picasso en una de sus calles, el monumento a la paz de Chillida, algún que otro refugio antiaéreo, saludar al bueno de Iparraguirre con su guitarra, el paseo por Artekalea con sus soportales no tiene precio y una novedad a la que siempre quise asistir, un buen partido de entrenamiento de cesta punta en su magnífico frontón. Llegada la noche, al hablar con la familia, tonos raros y serios en la conversación. Algo no iba bien en Sevilla. 
Sala de Juntas
El nuevo roble de la Sala de Juntas de Gernika

4 comentarios:

  1. Guillermo hombre... no nos dejes con ese final mitad suspense mitad preocupación

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    1. Pues sí, Fernando. Así nos quedamos aquella noche durmiendo en Gernika. Un abrazo.

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  2. Guillermo, a medida que vas contando me apetece más hacer ese camino, me da la impresión que vais muy rápidos sobre todo en las bajadas. Yo creo que en vez de burritos vais como caballos. Me encanta!!

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    1. El camino por Bizkaia es más suave, a pesar de las subidas y bajadas continuas.

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