De Guillermo Rodríguez Bernal

lunes, 21 de noviembre de 2016

Portugalete.

Guggenheim
Ría del Nervión, Puente de la Salve y el museo Guggenheim
Chiquillos con habla extranjera, terminaban de desayunar ayudados por su monitores en el comedor de aquel hostel en el corazón de Bilbao. Podríamos decir que fue inusual nuestro despertar aquella mañana, principalmente por la tranquilidad que nos daba levantarnos para una etapa corta, por el desahogo de saber que caminaríamos entre calles ese día y por esa sensación extraña que nos daba el continuar sabiendo que lejos de allí un amigo partía de forma definitiva y no estaríamos allí acompañándolo. Difícil y meditada situación a la que llegamos José Manuel y yo el día anterior. Estábamos completamente seguros que Rafael hubiera votado por seguir con nuestro caminar por tierras vascas. Y así hicimos, queriendo buscar al Nervión y dejando atrás la concurrida plaza Moyua, la de San José y el Guggenheim.
Ría del Nervión
Dejando Bilbao
Día encapotado y las aguas de la ría queriendo ser un reflejo de ese cielo a su paso por el Puente de la Salve. Caminar sin prisas por ese paseo que la acompaña, gentes con su ir y venir, alguno que otro preparando puestos para la maratón de ese fin de semana y nosotros con la vista puesta en todo lo que a nuestro paso salía. La lustrosa universidad de Deusto, la imponente torre Iberdrola, el Palacio Euskalduna y el nuevo San Mamés. Pues sí, nos saltábamos el itinerario “oficial” de este Camino del Norte para llegar a Portugalete siguiendo esa entrada de mar que tanta vida a dado a Bilbao. Bastante antes de
Soñar
Soñar
acercarnos a la salida de la ciudad por aquella vía, aunque fuera difícil distinguir el paso entre municipios, nos cruzamos con una chica que me sonríe. Ante esa actitud simpática y espontánea, devuelvo la sonrisa y unos buenos días. A medida que se alejaba, notábamos como se volvía y mantenía esa sonrisa con la que nos descubrió. Pues sí, probablemente alguna peregrina que sentía el entusiasmo de vernos en el Camino y disfrutaba de nuestro caminar. Al fondo, un edificio nos invitaba a “soñar”.
Barakaldo
Cerca de Barakaldo
Naves industriales a la derecha y viviendas a la izquierda hasta llegar a Zorrotza, último barrio de Bilbao y donde los muros escondían la ría y las vías del tren que nutren a todo el comercio que allí se genera. Pasear anodino y feo, acostumbrado a todo lo que dejamos atrás, hasta recuperar de nuevo la ría para atravesar Barakaldo, por un paseo muy agradable primero y por una especie de carril-bici pegado a naves y a carretera después. Un señor ya mayor nos avisa de alguna flecha y surge rápido la conversación. Malagueño de nacimiento y vasco de adopción nos hablaba de su vida, de la de antes y de la de ahora, desde su niñez a sus últimas revisiones médicas que lo tenían un poco acojonado. Buena compañía a paso de conversación agradable durante unos cientos de metros. Una despedida con un fuerte abrazo deseando salud y buena suerte.
Portugalete
Portugalete
En nada nos plantamos en Sestao por una de sus avenidas principales y de nuevo la ría. Ese famoso puente colgante nos avisaba que llegábamos a Portugalete. El camino de hoy fue un suspiro y perfecto para conocer el antes y después de toda esa transformación que sufrió la ría no hace tanto. Portugalete con el bullicio de personas con la que la conocí en su día y aquel albergue cómodo y bien equipado. Pero hoy el camino no acababa en la ducha y la comida de llegada. Teníamos buena parte de la tarde para otra buena caminata en plan turista y sin mochila.
Getxo
Puerto Viejo de Getxo
Después de una buena comida, bajar de nuevo a la ría, cruzar su puente y caminar por aquella maravilla de paseo marítimo. Playa y puerto a un lado y grandes mansiones al otro, hacían del paseo un placer para la vista. Todo hasta llegar a Getxo y a su barrio de Algorta. Allí tomar unas cervezas en una de las placitas del viejo puerto o perderte entre sus pocas calles fue una delicia. A la vuelta, por el mismo lugar, ver como cae la tarde y apagarse el día no tiene precio y ponían la guinda a esta etapa tan inusual como interesante. Era nuestro penúltimo día en el camino. Después de cenar y al ir a dormir ya se nos notaba que el día siguiente sería el último de este año.
Atardecer
Atardeciendo en el Camino

2 comentarios:

  1. Exhaustivo y pormenorizado relato,ni yo lo haría mejor y eso que distingo la zona,es cómo sí fuéramos al lado vuestro
    Gracias por compartirlo

    Saludos

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    1. Gracias Fernando, un honor recibir estas palabras de tu parte y más sabiendo que se debe a ti parte de esa señalización por esta vía alternativa en busca de Portugalete. Un abrazo.

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