De Guillermo Rodríguez Bernal

miércoles, 26 de octubre de 2016

Getaria.

Dejando Donostia
Dejando atrás Donostia
Los tapones de los oídos me impidieron escuchar el continuo golpeteo de las gotas de lluvia sobre el trozo de ventanal que daba al cielo en el albergue. Tuvo que ser mi amigo y compañero de caminos el que me lo dijera, al observarle lo mojada que estaba la calle aquella mañana del catorce de octubre pasado. Todavía de noche, empezó de nuevo a llover nada más pusimos pie en aquella calle que nos hacía subir a Igeldo. Lo hacía a mares, así que con la cabeza baja y la lámpara frontal en la mano, para evitar que se mojara lo menos posible, jugábamos a encontrar la flecha entre escaleras y pasajes que nos alejaba poco a poco de la capital de Gipuzkoa.
Lluvia
Camino Buztintxuri
A partir de aquí, y a pesar de la lluvia, nuestro camino era cómodo. Las subidas y bajadas eran suaves y una pista asfaltada, de escasos dos metros y sin ningún tráfico, nos hizo caminar entre grandes parcelas con los típicos caseríos vascos, vaquerías con las protestas de sus inquilinas por el ordeño matinal y con la continua presencia del Cantábrico a nuestra derecha. Fue momento de charlas, risas y los normales comentarios sobre lo bonito y diferente que estaba siendo este camino por todo lo que nos rodeaba. Nos encontrábamos muy a gusto y disfrutando a cada paso que dábamos por aquellos parajes con los que nos encontrábamos.
Piedras
Camino sobre piedras y agua
Fue acabarse el asfalto y comenzar de nuevo a llover a mares. Ora charcos y barro, ora subidas y bajadas pisando con cuidado sobre calzada de piedras, puestas por otros y que con el tiempo hizo que cogieran diferentes alturas entre unas y otras. A través de las ranuras entre piedra y piedra, y a veces sobre ellas, el agua que bajaba de las laderas creaba un río provisional y anónimo que iba a desembocar al mar pasando antes sobre nuestros pies. El agua calaba y sólo el caminar hacía que no tuviéramos frío.
Man
Man y yo
Man
Man y José Manuel
Sobre la mitad de la etapa nos encontramos con un peregrino deambulante en frente nuestra. Se trataba de Man, que partió hace tiempo de Lisboa y que, enlazando con el primitivo, caminaba de vuelta a casa por el del Norte. No hablaba nada castellano pero con ese lenguaje universal que da el camino nos entendimos perfectamente. Deseos de buen camino y buena suerte y con un abrazo nos despedimos de aquel barbudo personaje, pero entrañable en el trato.
787
Antes de bajar a Orio
Fue llegar a una señal con 787 kilómetros a Santiago cuando comenzó el terrible descenso bajo la lluvia a Orio. Camino mal asentado, un río bajo nuestros pies, el cielo que parecía caerse sobre nuestros capotes, alambre de espino a nuestra izquierda y roca a la derecha. El descenso brutal y una piedra mal asentada me hicieron doblar el tobillo y caer de rodillas. No pasó de ahí y al ponerme en pie, hacerme un rápido chequeo de dolores y malestares. José Manuel nervioso me observaba preguntando si me encontraba bien, todo había sido un susto pero el tobillo quedó tocado y las muñecas molestaban. Antes de llegar a Orio, una parada obligada al cobijo de la ermita de San Martín de Tours para descansar de tanta lluvia, mirar tobillo y muñecas de la caída y tomar algo de fruta y agua para afrontar el final de etapa. Pareció medio escampar en ese momento y aprovechamos para continuar.
Orio
Estuario del río Oria en Orio
Por aquellas calles de Orio en pendiente, bajamos buscando el puente que cruza el estuario del río Oria. Antes, a la izquierda, el albergue de Rosa, de la que alguna vez que otra me habló mi querida amiga y peregrina de Etxebarri. Pueblo con buen ambiente y trasiego de comercio cerca del río. Cruzarlo, acompañarlo por un instante hasta desviarme para subida al camping de Zarautz y encontrarme, de nuevo desde altura, con aquella preciosa playa que tanta vida da al pueblo del restaurante de Arguiñano.
Camino a Getaria
Camino a Getaria
Getaria la teníamos a un paso y ese paseo desde Zarautz por la costa todo un placer. Gentes dando un paseo, haciendo deporte, olor a mar, el continuo ruido de las olas chocando sobre las rocas y un cielo que empezaba a despejarse eran nuestra agradable compañía. Al llegar a la patria chica de Elcano y Valenciaga, el albergue cerrado y nosotros empapados de agua. No quedaba otra que comer y esperar a que abran. Tarde de paseo, con algún que otro Txacoli de merienda. Todo iba de maravilla.
Getaria
Getaria

2 comentarios:

  1. Está etapa hay que hacerla con un poco de agua 😀 (ya té lo dije Guillermo)
    Esperaba ver una foto del famoso ratón de Gustaría, qué seguro tienes una...
    Ultreya

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    1. Demasiada agua, Fernando. Fue esa alerta amarilla que hubo por entonces. Pero bueno, había que hacerla así y ya está.

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