De Guillermo Rodríguez Bernal

miércoles, 31 de octubre de 2012

Toledo. Manzaneque, Consuegra, Orgaz y el último cestero.

Puerta Nueva de Bisagra
A pesar de ser agosto, no apretaba mucho el calor aquel verano del ’99. Nuestras vacaciones la disfrutamos en Toledo y aquella mañana decidimos salir de esa preciosa ciudad dirección sur, para hacer visitas de molinos y castillos. La tarde antes, en un quiosquillo para turistas situado en el parque Sisebuto, en frente de la puerta Bisagra, nos marcaron  una  ruta  que intentaba ajustarse a nuestros deseos. Tengo que reconocer que desde entonces suelo preparar mis propias rutas, ya que la chica estaba más  puesta  en  enseñar  la  ciudad  que  sus
aledaños.
Castillo de Mascaraque
Nuestra primera visita estaba prevista para el castillo de Almonacid de Toledo. Nos advirtieron que sólo quedaban los muros del castillo y que el camino para llegar a él estaba un poco abandonado. Nuestro coche no se atrevió a subir por la cantidad de agujeros que tenía hasta llegar arriba, con lo que nos tuvimos que conformar con verlo desde abajo y continuar nuestro itinerario un poco más hacia el sur. Nos paramos en Mascaraque, donde no costó encontrar el castillo. Precioso y muy restaurado, pero lo vimos entre rejas. Era privado y las visitas tenían que ser concertadas con anterioridad. Mal nos iba.
Volver hacía la carretera, acercarnos a Manzaneque y conducir hasta el centro del pueblo, hasta encontrarnos con este pequeño castillo. Tenía casas adosadas a él y, al igual que el anterior, muy restaurado y en uso, al menos eso delataban unas banderas que colgaban de su puerta  principal.  No  queríamos  salir  de  nuevo  con  las manos vacías y decidimos empujar la
Castillo de Manzaneque
entreabierta puerta que había en uno de sus costados. Recuerdo una fotocopiadora y un tablón de anuncios: Era el ayuntamiento. Un señor nos salió preguntándonos lo que queríamos. Sorpresa del funcionario cuando le hablamos de nuestro interés por visitar el castillo. Muy gustoso dejó sus quehaceres y nos sirvió de guía, contándonos parte de su historia y de las transformaciones que había tenido en tiempos pasados y, sobre todo, en los presentes. Recuerdo fotos de años atrás, antes que decidieran restaurarlo y que fuera sede de su pueblo como casa consistorial. Hermosas vistas desde la parte más alta de toda aquella zona. Trato muy agradable el que nos dispensó aquel hombre, orgulloso de la joya que albergaba su pueblo y que hubiese personas interesadas en su visita. Menos mal, se medio arregló la mañana.
Molinos de Consuegra desde su Castillo.
Por una de las carreteras más rectas y con mejor visibilidad que he conocido, llegamos a Consuegra. Precioso pueblo en el que predomina una cresta donde está situado una fortaleza y algunos molinos. El castillo es bastante grande, muy bien restaurado y visitable. En su interior, lo normal en estas construcciones, muy bien ambientadas con mobiliario, armaduras, armas de la época y, en un rinconcito cerca de la salida, bastantes fotos donde se mostraban las jornadas medievales que celebran en el pueblo, en la que rememoran la batalla en el que murió Diego Rodríguez, el hijo del Cid. Desde sus torreones, preciosas vistas de los molinos y de aquella inmensa llanura que lindaba ya casi con la provincia de Ciudad Real.
Molinos y castillo de Consuegra.
En los molinos recuerdo un revuelo de visitantes orientales alrededor de uno de ellos. De pie, un señor bastante delgado, con aires rústicos y muy mayor, se dedicaba a vender cestitos pequeños. Los hacía él mismo con una especie de hojas alargadas y finas que tenía amarradas con una cuerda. Deshecho aquel tumulto de turistas de tierras del sol naciente, uno de ellos se quedó hablándole, sonándole a chino todo aquello que escuchaba el viejo cestero. “Abuelo, le está diciendo si no le importa que le haga una foto”, le trataba yo de traducir. “No me importa, me hacen muchas”, me decía. El caprichoso fotógrafo quería inmortalizarlo sentado y recostado  en  el  molino,  ejerciendo  su
Y creían que eran molinos...
oficio, como así hizo, mostrándose servicial a las peticiones que le hacía. “Te has quedados sin cestos, eh amigo”. Me decía que les gustaba mucho a todos los turistas que por allí pasaban y que si quería uno, que tardaba poco en hacerlo. Allí me senté con él y puedo deciros que se trató del mejor momento de aquel día.
El recuerdo de aquel cestero de Consuegra
Mientras   trabajaba,    me contó como de niño la tierra no  era  tan  árida   como ahora, de cómo corría entre las siembras que rodeaba al pueblo, de la cantidad de agua que llegaba por acequias provenientes del río Amarguillo y el buen caudal que siempre llevaba. De cómo se dedicó desde niño a ayudar haciendo cestas y trabajando el mimbre, oficio que dio de comer a muchos del pueblo. De cómo luego siguió con el oficio hasta llegar a la edad que tenía. De cómo vio como aquel negocio se apagaba y la tierra empezó a dejar de ser fértil por las continuas sequías. De cómo había cambiado todo. Sólo  quedó  pagarle  por su trabajo, aunque no tuviera precio esos momentos de conversación, y estrecharle la mano al que fue el último cestero de Consuegra.
Castillo y calles de Orgaz
La vuelta a Toledo por Orgaz, con rápida visita al pueblo natal de doña Jimena Díaz. Pasear por sus calles y ver su castillo, aquel que perteneció al conde inmortalizado por “El Greco” después de dejar este mundo. Recuerdo la comida en uno de sus bares y la vuelta a nuestro hogar provisional. Teníamos que estar listos para la ceremonia de inauguración de algo importante en nuestra tierra, el mundial de atletismo que se celebró en Sevilla aquel verano de 1999. Pero antes de entrar, bordear la ciudad a la vera del Tajo, subir hasta el parador nacional y contemplar las magníficas vistas de una de las ciudades mas bellas de España.
Toledo desde el Parador Nacional

4 comentarios:

  1. es curioso e interesante... ¿sabes que llegué a estos sitios pero viviendo de Alicante y Albacete, por el camino del sureste, un coñazo, pocas infraestructuras, estepas, peores que algunas del sur, lo que no quita que monumentalmente sea una maravilla... pero caminado, la arenilla de los caminos con viento era un sufrimiento para la cara y los ojos... también es vedrdad que hace ocho años y espero esté mejor hoy en día...

    Consuegra me encanta tiene gancho, he ido también desde valdepeñas alguna vez porque vale la pena.

    Muy bien tus descripciones. Ánimo y sigue... sigue... no pares.

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  2. Felices Fiestas y que tus deseos se cumplan...

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