De Guillermo Rodríguez Bernal

viernes, 2 de noviembre de 2012

Mi recuerdo en el Camino.

Entre Almadén y Monesterio
Placa del poeta Diego Muñoz a José Luis Salvador (Entre Almadén y Monesterio)
Hablábamos el otro día algunos “Peregrinos amigos”, sobre esas placas que nos encontramos en muchos de nuestros Caminos a Santiago, que hacen estar presentes a otros compañeros que nos miran desde más arriba y que en su día formaron parte de toda esta locura que es peregrinar, siendo nosotros continuación de los pasos que en su día dieron ellos. En mucho de esos sitios se marca el lugar donde fallecieron, pero otros son colocados en otros lugares, no sé si por expresa voluntad del ya ausente o elegido por alguien que bien lo conocía. Hablábamos de los lugares que elegiríamos nosotros para formar parte del Camino para siempre y acompañar a todos los que pasaran por nuestro lado de una forma u otra. Unos ya tenían claro el sitio, otros se ponían a repasar mentalmente el lugar que representaría el más peregrinamente identificado con él y no podían decidirse por uno en concreto. Quizás eso me ocurría a mí y decido empezar a colocar sitios por momentos vividos de forma entrañable en los Caminos que hasta ahora soportaron mis piernas.
A la memoria de aquellos que no llegaron a cumplir su ilusión
Güendulain
Laguna de Güendulain
Pensaba en aquella laguna de Güendulain, casi llegando a Zariquiegui, en Navarra. Remanso de paz que sólo muy pocos afortunados peregrinos consiguen verla. Estamos subiendo, solemos mirar al frente y pasárnosla de largo. Mi placa estaría ahí, para ver sin ser visto. O por el contrario acompañar al peregrino que camina despacio y levanta la mirada para ver su alrededor.
Al ser buen comilón, también se me viene a la cabeza esa placa en la placita de Castrojeriz, en frente de “La Taberna”. Para ver a peregrinos entrar hambrientos y salir satisfechos, con algunos de esos guisos de judías pintas o una simple sopa de ajos. Además, de por el trato tan familiar que dispensan en su pequeño restaurante.
Porque no, en algunos de esas mesas y bancos de piedra de la Vía Aquitana, donde no hay nada y el peregrino aprovecha para descansar, tomar un trago, comer algo y continuar. Estaría allí y les haría compañía.
Valverde la Virgen
Cenando sopa de ajos con Zacarías en su casa
En cuestión de tratos, mi placa de recuerdo podría caer en el albergue de Zacarías, en Valverde la Virgen. El buen hospitalero puede que te lo encuentres trabajando la tierra, después te abrirá tu casa, prepararas con él la comida, se sentará contigo a la mesa y el rato de charla agradable, campechana y sencilla la tendrás asegurada. Formaría parte de esa familia que se reúne allí cada día.
Saliendo de Astorga, viendo como se juntan peregrinos venidos de la Galia y con los que vienen del sur, después de muchos kilómetros de distancia. Además de ser el primer lugar desde donde empecé mi primer Camino, aquellos primeros pasos que nunca se olvidan.
Pienso en la montaña y quiero estar viendo las leonesas, por aquel sendero empinado que me deja ver El Acebo. Allí quiero estar, arriba, antes de bajar, y contar con el Maldonado de turno, para que alguna vez suba allí con los peregrinos a tocar su guitarra y a cantar, que lo hagan junto a mí.
Cruz de Portocamba
Cruz de Portocamba
Y pienso también en el Sanabrés y en la cruz de Portocamba. Estaré siendo testigo de las conversaciones donde hablarán de lo bello del embalse de Das Portas. No podré contarles, que en su día llegué a ser el Gigante de Campobecerros, aunque bien lo podría poner la placa, y tener la ilusión de sentir por ellos el resto de la preciosa etapa que les queda hasta llegar a Laza.
En el Inglés tendrían que salirse del camino para llegar a San Miguel de Breamo. Saliendo de la ermita, mi placa estaría ya retomando el camino por un sendero mágico y típicamente gallego. Sería un lugar muy bonito para mi recuerdo.
Pero mi tierra me llama, me acuerdo de nuestra Vía de la Plata y empiezo a pensar en el ruido del agua de los grandes ríos que atraviesa. Bello lugar por el que pasa el Órbigo cuando vas camino de Alija del Infantado. Pasado el puente de la Vizana, en uno de sus lados, el río llama al peregrino para que se desvíe, por su anchura y por la fuerza que va buscando su desembocadura en el Gran Esla, el más peregrino de todos los ríos de la península.
Fuenterroble de Salvatierra
Bajo la parra del Albergue de Fuenterroble de Salvatierra
Pero me voy más al sur, porque la muerte es espiritualidad y si hablamos de eso en el Camino, en cualquiera de los Caminos a Santiago, hablamos de Fuenterroble de Salvatierra. Eso ya es quizás lo definitivo, el ver a peregrinos llenándose de esencia peregrina de manos del cura Blas y de todos los que allí ayudan al peregrino. Allí quiero estar, debajo de la parra de la entrada, compartiendo sombra con el caminante pintado en su fachada.
Pero me doy cuenta que quiero estar cerca de casa, quiero formar parte de tierras andaluzas e identificarme como sevillano. Cuando el peregrino suba el alto del Calvario, se parará allí antes de bajar a Almadén de la Plata. Estaré con él recuperando su aliento. Sintiendo con él la satisfacción culminar la primera cota de ese Camino. Aquel lugar donde todos miran hacía atrás para ver los pasos que lo llevaron allí y se sentirse verdaderamente parte del Camino. Quizás allí quisiera que sea.
Alto del Calvario
Alto del Calvario

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