De Guillermo Rodríguez Bernal

jueves, 24 de febrero de 2011

Pontedeume.

Ferrol
Inicio del Camino Inglés en Ferrol
Apesadumbrados días los que atravesaba en el plano laboral. Haciendo honor al dicho de “febrerillos locos”, así me encontraba yo entre principios y mediados de este mes de veintiocho días. Un no parar en el trabajo, con la mente inquieta y con el pensamiento descontrolado. Tenía que romper un poco con todo y que mejor que probar con el Camino. El Camino a elegir tenía que poderse realizar en unos días, que fuera solitario y que acabará en Compostela. Elegí el Camino Inglés desde Ferrol. Iría sólo y no lo comentaría con nadie. Meses antes, mi compañero de caminos Helenio, lo culminó en cuatro días pero con etapas agobiantes de hasta casi cuarenta kilómetros algunas. Había que planificar aprendiendo de su Camino para tener la cabeza más pendiente de mí, que de posibles tendinitis y malos tragos. A pesar de todo pregunté.

Guillermo: Pedro, voy a aprovechar estos días y me voy al Inglés. ¿Tú lo habías hecho antes? Cuéntame como te fue y detalles que pudieran venirme bien.

Correjaco: Quizás sea el que me quede por hacer. No lo he hecho nunca. Me voy contigo, Willy.

Guillermo: No Pedro, lo hago sólo. Necesito pensar, ordenarme un poco. Necesito soledad.

Correjaco: Está bien, lo respeto. No te puedo ayudar.

Ría de Ferrol
Amaneciendo sobre la ría de Ferrol
Tampoco atravesaba el viejo Correcaminos por buenos momentos. Después de pensarlo me decidí. Le diría que viniera conmigo. Pero tendría que cumplir una serie de compromisos conmigo si quería acompañarme: Caminaríamos siempre juntos, don Tripodio tenía que hacer su trabajo y se tenía que dejar fotografiar, no cabía lugar la discusión o el enfado, y la última que se quedará para él y para mí sin que sea aquí desvelada.
Paseo del Xubia
Paseo del Xubia
Nuestro caminar comenzó el 24 de febrero. El día anterior lo dedicamos a hacer turismo por Coruña y el Ferrol. Calentando piernas para los días posteriores. A las siete y cinco de la mañana salíamos de la pensión Zahara, con esa mueca que tenemos todos al iniciar cualquier Camino. Íbamos buscando la ría de Ferrol para bordearla. Nuestra meta estaba esa etapa en Pontedeume. Junto a la ría, y a ese olor tan peculiar que desprenden, caminamos hasta encontrarnos con la iglesia de San Martín de Xubia, para llegar por un magnifico paseo, donde repusimos fuerzas, a la alargada localidad de Neda. Tras los oportunos sellos, continuamos nuestra marcha hasta Fene. Cruzar la nacional y la decepcionante indicación de Ferrol 5,5 kms., si hubiéramos tirado por el puente sin bordear la ría. Nada podía con nuestra ilusión esa primera jornada. Y mucho menos con un día soleado y con una temperatura ideal para caminar.
Cabana
Plaza de la Magdalena en Cabana
Pontedeume
Santiago en Pontedeume
Llegar a Cabana y a su esplendorosa playa de la Magdalena, y tiempo para una cerveza y una coca-cola. Era el momento de ponernos en contacto con Juan Rico. Este señor era el encargado del albergue de Pontedeume. Días antes, estuvimos contándole, por separado, nuestra intención de quedarnos en el albergue. Nos comentaba que el albergue era nuevo. Se estrenó en octubre. No tenía calefacción ni mantas. “Tienes que hacer lo que puedas por conseguir un par de ellas”, le decíamos por separados cada uno de nosotros. “Juan estamos en Cabana, llegaremos en treinta minutos”. “Estoy en el edificio de los juzgados, pasado el puente a la derecha. Tirad hasta el fondo y allí nos vemos”. Efectivamente, no había mantas ni calefacción. Pero Juan se encargo de ir a comprarnos un par de ellas y que sobre las ocho y media nos la llevaría al albergue. Que ya se las cobraría al ayuntamiento. Un fuerte abrazo desde estas páginas para Juan por hacer dormir a dos peregrinos con mayor confortabilidad. Ya sabéis, si paráis en Pontedeume, al menos dos mantas hay.
Pontedeume
Pontedeume
Después de la comida, vinieron un par de orujos y la visita del maravilloso pueblo. No faltó el sello de la iglesia de Santiago, donde se conserva un Santiago sedente hecho por un discípulo del de la catedral de Compostela, según nos contaba la encargada de la iglesia que tuvo a bien enseñárnosla. Después, comprar algo de fruta para la cena, cenar y el placido sueño que te acoge el primer día de Camino. Buena esa primera jornada de 28 kilómetros que nos marcaba el cuentapasos, siempre exacto, de nuestro Pedro Correjaco.

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