De Guillermo Rodríguez Bernal

viernes, 25 de febrero de 2011

Betanzos.

Pontedeume
Amaneciendo en Pontedeume
Dejando atrás la euforia de esa primera etapa, que nos hace caminar entre nubes, más que entre tierra, asfalto y las hojas secas de este invierno pasado, salimos del albergue de Pontedeume, donde dormimos calentitos gracias al abrigo de las mantas que nos proporcionó Juan Rico. Nuestro primer objetivo, la churrería situada al lado de los juzgados y que según Juan preparaban los mejores chocolates con churros de toda la comarca. Había que probarlos a sabiendas que nos proporcionarían la fuerza necesaria para iniciar la que a la postre sería una etapa dura. “Nuestro gozo en un pozo” al encontrarse tan apreciado y ansiado establecimiento con las puertas aún cerradas sobre las siete y media de la mañana. Conformarnos con el desayuno habitual del único bar abierto a esas horas justo a la salida del tan afamado puente de esta localidad. La siguiente cita con Juan Rico. Devolver las llaves del albergue y las mantas, que la tarde anterior nos entregó. A las ocho iniciaba su jornada laboral este funcionario que tan buen detalle tuvo con estos humildes peregrinos.
San Miguel de Breamo
San Miguel de Breamo
De un lado a otro de la calle, con la cabeza baja y sin hablar, comenzamos la tremenda subida por la calle Santiago de Pontedeume. Repecho inacabable que nos hizo ir parando para recuperar aliento. Mi pensamiento para mi amigo Helenio, que subió meses antes estas cuestas viniendo de Ferrol para acabar en Miño, toda una hazaña. Al kilómetro de la fuerte subida nos dejamos tentar por un desvío en el Camino. Una señal marcaba 3,5 kilómetros para visitar una verdadera joya: La iglesia de San Miguel de
San Miguel de Breamo
San Miguel de Breamo
Breamo. A sabiendas que la etapa de hoy finalizaría en Betanzos, decidimos salirnos de lo que indicaban las fechas amarillas y hacernos esos siete kilómetros más. Fue el acierto de jornada, pero que subidas. Días antes, nos encontramos que se celebró una ronda ciclista con meta en la cima, con lo que estábamos perfectamente informados de la distancia faltante y de los porcentajes de subida. Algunos del 16 %. La niebla no nos dejó ver las magnificas vistas que el responsable de la biblioteca de Neda nos decía que se contemplaban desde lo más alto. Vistas de Coruña, Ferrol y cada una de las rías de por allí. La altura en ese momento nos dijeron que era de unos 350 metros, que subimos en escasos cuatro kilómetros.
Camino de Buiña
Camino de Buiña
Por indicación de un guardia civil, que no sé que hacía por ese paraje solitario a esas horas, bajamos por lo que era camino real hasta la localidad de Buiña. Precioso caminar con un buen firme y el pensamiento en la de gentes que utilizarían esta vía a lo largo de los años. Al llegar a la aldea, encontrarnos con la charla de uno del lugar que ya mi compañero de caminos describió en uno de sus post recientemente. Nuestro caminar hoy era callado, acompañado pero en silencio. Disfrutando de nuestros pensamientos en la ya tan nombrada soledad compartida. Al final del día, Pedro me llegó a comentar la etapa tan peregrina que hicimos los dos esta jornada por esto que acabo de explicar y que quizás comenzó en ese momento. Cambios continuos de paisajes hasta llegar a un campo de golf. El contraste del césped y de los participantes del juego, por un lado, y el de nuestro barro y nosotros por otros. “Mas locos de sonrisa puesta caminando por aquí”, se preguntarían al vernos por las caras con las que nos obsequiaban.
Camino de Miño
Camino de Miño
Después de pasar la autovía de nuevo hacen presencia las pendientes, antes de llegar a Miño. Ciclistas, que no bicigrinos, apretaban los dientes con el plato pequeño puesto para subir, lo mejor posible. Con el aliento justo para saludar y seguir pedaleando. Precioso bosque, creo recordar de eucaliptos, y magnífico día en cuanto a temperatura. Pequeño lío de flechas a la entrada del pueblo y, después de sellar en el Concello, nada mejor que un buen bocata de tortilla en uno de los bares de la localidad. Nos supo a gloria bendita. Después de tan reponedor y suculento aperitivo, afrontar el tramo de más subidas y bajadas de todo este camino inglés, o al menos eso me pareció a mi. Salir del pueblo por un bonito camino artificial por el que se contemplaban bellas vistas del río Lambre y la armonía de las gentes del lugar disfrutando de un paseo antes del almuerzo.
Río Baxoi
Río Baxoi
Tras cruzar por el Ponte do Porco fuertísima y prolongada subida nos hacía desesperar. La autopista se veía arriba a lo lejos desde el citado puente y llegamos a verla abajo a lo lejos, cuando llegamos a la cumbre. A partir del aquí, ya mas suaves, no nos dejaron los toboganes de subida y bajada que pusieron a prueba nuestras piernas, nuestros
Betanzos
San Francisco Javier en Betanzos
pulmones y nuestro corazón. Pasar la iglesia de San Martiño de Tiobre y llegar a Betanzos. A partir de aquí nuestra odisea de buscar sitio donde dormir. En primer lugar nos fuimos a lo que utilizan como albergue habitual, el polideportivo municipal. No tenían sello y nos dijeron que para dormir tenía que ser en la cancha principal, que hacía bastante frío en esta época del año y que su uso para peregrinos no estaba permitido hasta las once y media de la noche como mínimo, después de finalizar las jornadas deportivas del día. Podríamos hacer uso de las duchas y algún que otro pero para lavar la ropa cuando los servicios estaban siendo utilizados por usuarios del polideportivo. No podía ser. Acabamos en un piso donde alquilaban habitaciones. Buena habitación con baño incorporado, mucho espacio y hasta una tele que no llegamos a encender. La tarde maravillosa de paseo por un pueblo digno de conocer por su ambiente y su monumentalidad.

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