De Guillermo Rodríguez Bernal

lunes, 19 de abril de 2010

Agés.

Tosantos
Acercándonos a Tosantos
Empezamos a caminar sobre las siete menos cuarto de la mañana, dejando atrás una noche en la que un grupo de septuagenarios ciclistas catalanes, nos dieran un concierto que tan sólo fue interrumpido por el sólo incomparable e irrepetible de mi amigo José Manuel, capaz de sacar las notas más agudas posibles a sus ronquidos. No me quedó más que levantarme, con lágrimas en los ojos y los pelos de punta, sobre las dos de la mañana y aplaudir tan grandiosa opereta. No sé qué hubiera sido, si mi amigo hubiera estado acompañado por el gran barítono Helenio Villadiego.
Tosantos
Igleisa de San Esteban en Tosantos
Como he comentado, salimos muy temprano y esta vez la niebla no hizo acto de presencia, lo que nos permitió disfrutar de estas llanuras burgalesas. La única nota destacable en su comienzo fue el barro producido por las lluvias del día anterior, que nos hacía en algún momento perder el equilibrio que recuperábamos gracias al apoyo de nuestro bastón. Salimos sin desayunar, esperando hacerlo en el camino. En Tosantos, buscando nuestro sustento, contemplamos su iglesia parroquial, sencilla pero con mucho encanto. El bar estaba cerrado y tuvimos que continuar hasta el próximo. Hasta entonces pocos peregrinos en el CAMINO. Tuvo que ser en Espinosa del Camino donde desayunamos.
Montes de Oca y San Felix
Iglesia de Santiago de Villafranca Montes de Oca y ruinas del Monasterio de San Felix
Agés
Agés
Lo duro empezó con la subida desde Villafranca a los Montes de Oca, antesala septentrional de la sierra de La Demanda, que te hace perder el aliento a cada paso que das. Una vez pasados los repechos y una zona de continuas subidas y bajadas, llegó una zona reforestada de pinos. El mismo peregrino de rasgos orientales de la etapa de ayer, nos pidió que le hiciéramos una foto por estos parajes. Llevaba una cámara de fotos que me costaba mantener firme por el peso. Y nosotros mirando si metemos unos calcetines más o menos. A partir de aquí una amplia pista forestal llena de abetos que nos oxigenaba lo suficiente para llegar a nuestro destino. La meta de esta pista el magnífico monasterio de San Juan de Ortega. Llegando a él, la patrulla de la guardia civil que nos para y nos pregunta por un peregrino. Por último la llegada a Agés. Comida con varios peregrinos en la que sale a colación el tema del abuso de la mayoría de los negocios de hostelería que nos acompañan. El cielo está despejado, corre una brisa muy agradable que hace que se nos seque la ropa recién lavada. Mañana Burgos.

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