De Guillermo Rodríguez Bernal

domingo, 27 de abril de 2014

Jaca.

Somport
Albergue de Somport
Pequeños copos de nieve nos dieron la bienvenida en esta fría mañana en Somport. Nervios en la salida por muchos motivos. El no caminar desde hace años, la larga etapa a la que nos enfrentábamos y el frío, junto con el mal tiempo que nos podía apagar esta ilusión de nuestra vuelta al Camino. Esa misma nieve nos impedía tomar el Camino en un primer intento. Carretera hasta pasado un kilómetro en el que nuestro sendero se despejaba del peligro que pudiera dar un posible resbalón. Así nos encajamos en Candanchú, pueblo fantasma donde ni una sola luz se dejaba ver.
Saliendo de Somport
Saliendo de Somport
Y esa nieve que caía durante la noche creaba arroyuelos de agua con un fin muy peregrino. Todos se unían a nuestro paso, en nuestro caminar, y el padre común a todos ellos hizo que esta etapa la tuviera como el acompañante natural por excelencia. El río Aragón se hacía cada vez más grande y peregrinaba a nuestro paso haciéndose notar con su constante sonido continuamente. Fue peregrino, como nosotros, y con él el agua de toda aquella montaña que bajaba desde Somport hasta él.
Como de la mano, nos hablaba y nos decía que siguiéramos a su lado que pronto vendría una maravilla digna de ver y de contar. La estación de Canfranc se erguía como si no hubieran pasado los años desde su inauguración a principios del siglo pasado. Buen desayuno y continuar, a su vera, hasta llegar a Canfranc y pasar muy cerquita suya, en su presa.
Canfranc Estación
Canfranc Estación
Castiello de Jaca
Castiello de Jaca
Se alegraba la mañana y empezaba a desaparecer el frío. La nieve quedaba a lo lejos y lo único que quedaba de ella era este río acompañante, hasta que llegamos a Villanúa. Tomar algo de fruta, estirar un poco y seguir caminando. El Aragón nos habla y nos dice que subamos aquel cerro dejándolo a él por unos kilómetros. Así hicimos y llegamos a unos de los pueblos más bonitos de toda esta zona. Castiello de Jaca daba la bienvenida después de un trayecto cargado de subidas y bajadas que ponían a prueba nuestros tobillos y rodillas, quejosos de la enorme bajada que tuvimos kilómetros atrás. Caminar despacio entre sus calles hasta que volvemos de nuevo al encuentro de nuestro querido río, para cruzarnos y despedirnos de él.
Río Ijuez
Río Ijuez
Apretaba ya el calor a esta hora del día cuando nos encontramos con un nuevo río acompañante y muy peregrino también. El Ijuez nos recibía con su típica estampa de río ancho y esas piedras por donde cruzarlos. Gracias a la nueva pasarela, aquel paso sirvió sólo para recordar antiguos peregrinajes.
Ya quedaba poco y nuestro caminar llegaba a su fin. Caminar junto a la carretera y esa fuerte subida hasta llegar a Jaca, nuestro destino. Mañana Arrés.

No hay comentarios:

Publicar un comentario