De Guillermo Rodríguez Bernal

martes, 29 de abril de 2014

Ruesta.

Arrés
Dejando atrás Arrés
Terminé de arreglar mi mochila en una de las sillas de la escalera de la Casa de las Sonrisas. Fue agradecido por otros peregrinos por la estrechez de la habitación pequeña de este albergue. Un desayuno rápido, recoger la mesa, lavar lo ensuciado y dar un abrazo a Dario, que terminaba de poner el desayuno en la cocina a los peregrinos que terminaban de arreglarse. Santiago esperaba fuera, para despedir a los peregrinos que partiríamos ese día. Ya nos había explicado el día anterior, desde el mirador de Arrés, por donde encontraríamos la salida y el inicio de esta tercera etapa de nuestro Camino Aragonés. Tras bajar el serpenteante sendero y coger ancha pista, era imposible no mirar atrás y lanzar una mirada de añoranza por el cariño que atesoramos en aquel trocito de Huesca desde la llegada el día anterior.
800 kms
800 para llegar a Santiago
Y como no podíamos ser menos, levantamos la frente y entre risas y charlas miramos al frente con la ilusión de afrontar este nuevo Camino. La ayuda la daba uno de los postes indicadores que nos marcaba 800 kms a Santiago, ya faltaba un poco menos. Alguna bajada rompetobillos, algunas moles de roca erosionada que daba aspecto de paisaje lunar y ovejas, muchas ovejas delante nuestra como si de un ejército imaginado por Alonso Quijano se tratara. Cuando menos lo esperas aparece Artieda a nuestra izquierda. Ya nos avisaron nuestros hospitaleros voluntarios de Arrés que hacía unos días que cerró el albergue, y con él el restaurante, con lo que calló algo de fruta a los pies de aquel bello pueblo antes de continuar.
Embalse de Yesa
Embalse de Yesa
A la vuelta de una de las curvas del sendero, una patrulla de protección civil aparcada a la vera del camino. Saludar y seguir caminando hasta salir a la carretera pegada al embalse de Yesa. Maravillosas vistas pero pesado el caminar por aquel asfalto interminable, hasta llegar al desvío por un sendero que subía la ladera. Una parada, para tomar la subida, y nuevo paso de la patrulla con su cuatro por cuatro, que nos preguntaba si estábamos perdidos. Fue indicarle que sólo se trataba de coger aire antes de la subida, con las consiguientes risas por el desnivel a afrontar. Recordé en aquel momento el fallecimiento de un peregrino italiano en esta etapa el año pasado que fue muy sonado, por lo que intuí que la patrulla estaba allí única y exclusivamente para cuidados de los peregrinos que hicimos aquella etapa que el peregrino no pudo finalizar. Gracias queridos amigos.
Llegando a Ruesta
Llegando a Ruesta
Ruesta
Ruesta
Subir y continuar con un paisaje más frondoso y cubierto. Apretaba el calor pero el verde de los árboles que nos cubría nos ayudaba a sobrellevarlo magníficamente. Por último llegar a Ruesta, nuestro hogar para el día de hoy. Pueblo fantasma donde lo único habitado era nuestro albergue, que era lo que daba vida a aquel abandonado y medio derruido pueblo. Quedaba prepararnos y compartir de nuevo comidas, cenas y conversaciones con el resto de peregrinos que iban llegando, entre las que me quedo con la de Kurt, el belga. Hace dos años llevó las cenizas de su padre y las dejó en Santiago. Ahora volvía para rezarle y hablar con él. No podía llegar de otra manera que no fuera caminando.

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