De Guillermo Rodríguez Bernal

lunes, 7 de junio de 2010

Mombuey.

Calzadilla de Tera
Albergue de Calzadilla de Tera
Hoy sólo unos 23 kilómetros unían las poblaciones de origen y destino. Al igual que en el pueblo anterior, el supermercado de Calzadilla nos avitualló para la cena y el desayuno de arranque de esta nuestra tercera etapa del Camino Sanabrés. Salimos a caminar a las siete menos cuarto, dejando a la pareja de holandeses con los que compartíamos albergue, durmiendo en sus cómodas camas. Fresca mañana al igual que las anteriores y el día anterior tuvimos la precaución de echar un vistazo a la salida del pueblo, que tendría hoy nuestra jornada. A diferencia de otras jornadas, ningún peregrino durante toda la etapa, tan sólo un grupo de bicigrinos a la altura de Villar de Farfón.
Olleros de Tera
Olleros de Tera
Salir de Calzadilla y encontrarnos con Olleros de Tera es una sola cosa cuando lo haces por el canal que une los dos pueblos, que es por donde va marcado el Camino. Una vez en Olleros nueva doble señalización. Camino o carretera. Optamos por camino siguiendo la antigua vía que en su día se utilizó para construir la presa, cómoda de caminar, sin
Presa Agavanzal
Presa del embalse de Ntra Sra de Agavanzal
desniveles importantes y con un final magnífico: La presa del embalse de Nuestra Señora de Agavanzal. Pasillo estrecho por el que caminar, camiones a gran velocidad a la izquierda y vistas de vértigo a la derecha, por la altura que alcanzaba aquella obra de ingeniería. Cualquiera que me conozca un poco, sabe de mi pavor a las alturas. Delante tenía a Helenio y detrás a Pedro. Mi mirada fija a la biblia del peregrino que mi amigo lleva siempre en la redecilla de su mochila. No tengo palabras para expresar la angustia de aquel minuto largo que duró el cruzar la presa. Lógicamente, no comenté nada a mis compañeros de camino que disfrutaban de aquel paisaje, del que tan sólo vi un instante para la oportuna foto con el móvil. Luego una especie de vía de servicio acompañando al Tera río arriba. El hecho que Pedro parara un momento, hizo que Helenio y
Una piedra en el Camino
Una piedra en el Camino
yo camináramos más despacio. Una piedrecita en la bota de mi pie derecho, se empezó a quejar de la poca velocidad a la que íbamos. Me decía que apretara un poco el paso para que pudiera seguir jugando, yendo del talón a los dedos y de los dedos al talón con mas facilidad, si mayor era la velocidad a la que íbamos. La discusión llego a tal punto, que decidí quitarme la bota y dejarla allí. No quería andar más con ella. Le comenté que esperara a otro peregrino que quisiera acompañarla, haber si aguantaba con ella todo lo que yo lo hice. Después de muchos caminos, ha sido la primera vez que me separo de un acompañante por un enfado. Espero que sea la última.
Hacia Villar de Farfón
Camino a Villar de Farfón junto al embalse
Los tres de nuevo juntos en el Camino, recuerdo que cantando, y yo con mi repertorio de relatos de Pepe Darosa. Además, de los chistes con los que nos castigábamos unos a otros, a cual peor. Lo positivo, las risas al final de cada uno de ellos.
Empezamos a dejar el embalse que forma el Tera en esa zona y la armonía que produce tal cantidad de agua y tanto verde alrededor. Llegar a Villar de Farfón y entrar en las denominadas “Tierras de Sanabria”. En nada de tiempo entrábamos en Rionegro del Puente, cruzando el río que da nombre al pueblo. Es cierto, tiene sus aguas negras, y si no
Rionegro del Puente
Rionegro del Puente
lo son lo aparentan. Pedro sabía donde vivía el cura del pueblo y éste, con su pausado caminar, nos sello nuestras credenciales. Después, el desayuno. Ha sido el primer bar de mis caminos donde no tenían tostadora. Lo único que sugirió, el que atendía la barra, era que probáramos las magdalenas del pueblo o unas barras de pan recién sacadas del horno. Optamos por las dos opciones, por si acaso. No podéis imaginar el trabajo que cuesta refregar el ajo sobre un pan sin tostar. Al final, con un cuchillo picamos el ajo y lo polvoreamos por encima. No voy a decir que es la peor tostada que he comido nunca, porque el pan no estaba tostado, pero somos peregrinos y estamos hechos a todo.
A partir de ahí, salir del pueblo y cruzar la autovía llamada de “Las rías bajas”. A pesar del feo paisaje que da caminar a la par de a la A52, nada mas por el nombre que lleva la trazada, merecía la pena. Ya sentíamos Galicia. Pista amplia hasta Mombuey con el único encuentro de un escorpión acostumbrado al paso de peregrinos a Santiago. Llegada al pueblo, con la colocación del sello oportuno.
Mombuey
Mombuey

2 comentarios:

  1. vaya vaya que sorpresa de relato y recuerdos.... como me maravillaría yo.... Gracias Willy los hechos que vuelven son de lo mejor que se encuentra uno al paso del tiempo... Un fuerte abrazo amigo...

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