De Guillermo Rodríguez Bernal

domingo, 6 de junio de 2010

Calzadilla de Tera.

Saliendo de Tábara
Saliendo de Tábara
Antes del amanecer dimos cuenta de las magdalenas y los batidos que compramos en la tienda de Tábara, con el fin de afrontar los aproximadamente 35 kilómetros que nos habíamos propuesto hacer hasta Calzadilla de Tera. Minutos antes partían una peregrina de Tuy con su compañero holandés. Según contó ella, hace años le salvó la vida subiendo la cuesta de “el calvario” en nuestra Vía de la Plata y desde entonces caminan juntos todos los años. Además, conocía a nuestro compañero de la red social Alberto Estévez Piña.
Sobre las seis y media comenzamos a caminar, dejando a las francesas desayunando y con las mismas pretensiones que nosotros, llegar a Calzadilla, con la ventaja que suponía hacer la mitad del camino en coche. Nosotros a nuestro aire, lo que si teníamos que salir lo más temprano posible a
Perfecto día
Perfecto día
fin de que las horas fuertes de calor sean las menos posibles. Gracias al siempre innovador Correjaco, en vez de bajar a la iglesia de Santa María y retomar el camino de la etapa anterior, seguimos recto por la salida natural del albergue y cogimos la carretera que lleva a Pueblica de Valverde. A tan sólo un kilómetro enlazábamos con el Camino sin tener que dar tanto rodeo. La primera bienvenida, ya en el Camino, nuestros amantes mejicanos que parecían mirarnos y desearnos buen camino. Una mañana mas fresca que la anterior, que nos hizo mantener la manga larga durante un poco más de tiempo, y una pista como la de la primera etapa, limpia y ancha, y fantástica para caminar. Otra compañía importante que teníamos, durante toda la jornada, era la jara pringosa, abundante en todo el trayecto y que, como nos contaba Pedro, era llamada también “el amor del pastor”. Esta variedad de jara, tiene en su hoja una especie de melaza que al pasar junto a ella, se te queda pegada al pantalón, de ahí su sobrenombre.
Buen y soleado día
Hasta ahora no habíamos tomado contacto con ningún peregrino, y pasados unos diez kilómetros llegábamos a un cruce con doble señalización. A la derecha seguíamos el itinerario marcado por la mayoría de las rutas y que nos llevaba a Bercianos. De frente, caminaríamos por un sendero que llevaba a la localidad de Villanueva de las Peras. Ambos caminos se unirían después en el descansadero de “El Tomillar”. Por Pedro sabíamos que en Bercianos no había sitio de avituallamiento, y en Villanueva había dos bares; si alguien mira un mapa verá que para Bercianos damos toda una señora vuelta y caminando hacía Villanueva es totalmente recto hasta “El Tomillar”. Pedro conocía los dos caminos, y Helenio y yo no tuvimos la menor duda. En el bar “La moña” dimos cuenta los tres tostadas con ajo y aceite, a la vez que despedíamos a la holandesa que el día anterior nos encontramos perdida al principio de
Santa Croya de Tera
Santa Croya de Tera
nuestra etapa. Madrugó más que nosotros y tomaba la delantera. Con los dueños del bar tuvimos una conversación muy agradable y nos abrió la posibilidad de un nuevo camino que enlazara con el cruce de “El Tomillar”. Hasta ahora, Pedro había tirado siempre por la carretera y esto era nuevo para él. El señor nos comentó que estaba bien señalizado y que no tenía perdida ninguna. Nos despedimos de tan buena gente a la vez que saludábamos a tres peregrinos que llegaban siguiendo nuestros pasos. Llegar al citado cruce fue coser y cantar. Desde ese punto hasta Santa Croya un paseo. Poco antes, Helenio se nos adelantó. Necesitaba andar sólo, apretó el culo (como él suele decir cuando se pone a andar estilo legionario) y le perdimos de vista. Pedro y yo a nuestro ritmo, que tampoco se quedaba corto, charlando de todo un poco. Al entrar en Sta. Croya, descanso en un precioso parque donde nos comimos medio bocadillo Pedro y un plátano yo. Ya empezaba a hacer calor. A la salida del parque, un peregrino disfrutaba de la hierba, tumbado boca arriba con las botas quitadas. No podía ser otro. A Helenio le faltaba sólo roncar. Reanudamos nuestra marcha, encontrarnos con la holandesa que se quedaría en ese pueblo a dormir. Nosotros cruzaríamos el Tera para llegar a un punto magnifico: la iglesia de Santa Marta de Tera.

Río Tera
Río Tera
Santa Marta de Tera
Santa Marta de Tera
Coincidimos en la puerta con la señora encargada de tener las llaves de la iglesia y era, además, la responsable del museo que se inauguraría días después, sobre los restos de esta iglesia. Pedro se le acerco y la señora lo reconoció de alguna conversación que había tenido con él por teléfono. Nos enseñó el museo, pendiente de inaugurar (podemos decir que somos los tres primeros peregrinos en disfrutar de él) y luego nos acompañaría a ver ese Santiago peregrino que tiene la fama de ser el más antiguo de España. Pedro, que sabía su situación no espero y allí partimos los tres a contemplarlo. Visita a la iglesia y despedida de la señora que nos regala tres separadores de libro dedicados a la iglesia.
Entre amapolas
Entre amapolas
Nuestro siguiente punto de parada sería el área recreativa “La Barca”. El calor apretaba, pero íbamos por zonas de arboledas que nos protegían lo suficiente. De todas formas, ya empezábamos a notar cansancio y mi tobillo comenzaba a decirme si quedaba mucho para llegar. Tras varios cruces, poco señalizados, llegamos a este paraíso que forma el río Tera y que disfrutaban familias que pasaban allí este domingo. Quedaban unos cinco kilómetros para llegar y allí apuramos el agua que llevábamos. Aquí llegamos a un punto de reflexión importante. Entre nosotros, hablamos de la diferencia entre turigrinos y peregrinos, pero que opina el resto de las personas de nosotros. Cuando llegamos al parque, estábamos agotados por el calor. Visiblemente, se nos veía con los labios secos y síntomas muy evidentes de cansancio. Las familias nos veían allí y ninguna se acerco para preguntar si queríamos agua fresca o algún refresco. A mí se me iban los ojos detrás de una Cocacola de 2 litros que sacaba, uno de los que disfrutaban de su domingo, de una nevera de mano. No sé que hubiera hecho yo al contrario. Nos fuimos de allí después de comer el bocadillo que nos sobró de la cena del día anterior y agotando el poco de agua caliente que llevábamos.
Acabando
Nuestra preocupación ahora era llegar a Calzadilla de Tera. Localidad con un albergue de seis camas. Si las francesas llegaran antes, tendríamos que caminar hasta Olleros con otro albergue de cuatro camas. A mitad de camino, el tendón de mi tobillo empieza a hacer lo que mejor sabe cuando superamos los 30 a esta marcha. Mi única solución apretar y llegar cuanto antes. Un señor en bicicleta nos dice que ya hay peregrinos en el albergue, con lo que las esperanzas de quedarnos allí se venían abajo. Nuestra primera sorpresa, fue llegar allí y no ver ningún coche con matrícula francesa. La segunda, fue encontrarnos el albergue cerrado y las persianas bajadas. Fuimos los primeros. La señora del alcalde nos abrió el albergue en el que encontramos seis cómodas camas, en un lugar fresco y con mucho espacio. Acabó la etapa del día con un final feliz y con gran cantidad de emociones peregrinas en su trayecto. Lo que sucedió durante esa tarde-noche en el pueblo merece un post aparte porque será motivo de muchas risas. Adelantar tan sólo, que nuestro “Correcaminos” sacó de la ducha a una señora que se nos asomó con tan sólo una toalla. Mañana llegaremos a Mombuey.

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