De Guillermo Rodríguez Bernal

miércoles, 17 de mayo de 2017

Sí, yo conocí a Bolitx, o al menos me pareció recordarlo.

Uclés
Monasterio de Uclés
Poco a poco se iba quedando atrás Uclés a cada paso de dábamos. Esta vez la peregrinación quedó a un lado. Acudíamos a la cita de Manuel Rossi para homenajear a un peregrino, inaugurando un monolito en su memoria. Bolitx, el Gran Caminante, formaría parte desde aquel día del Camino Santiaguista de Uclés. Temperatura primaveral, casi veraniega, y las nubes de días anteriores parecían saber que tenían que dar paso a un cielo resplandeciente, por el acontecimiento que viviríamos aquella mañana. Hasta los olores a espliego, tomillo y romero acompañaban para que ninguno de nuestros sentidos estuviera ajeno al acontecimiento. Allí arriba, en aquel lugar desde donde por primera vez el peregrino uclesiano avista el monasterio, se vivió uno de los momentos más emotivos de aquella reunión de amigos del caminar aquel domingo del mes de mayo.
El Gran Caminante
Recordando a Bolitx
Con el tesón y el buen hacer de nuestro organizador, terminaba de dar los últimos brochazos a su obra y hacía llegar a los padres del homenajeado a su lado. Mientras, algunos peregrinos dejaban flores a los pies de aquel bloque de hormigón y cemento bendecido por todos los allí presentes. Silencio y aplausos a las palabras de Rossi sobre Antxon y Teresa, los padres de Bolitx. “No tuve el placer de conocerlo a él, pero si la suerte de encontrarme a estas dos grandes personas”, decía a la postre Manuel teniéndolos entre sus brazos. Llega el momento en que pide si alguien quería decir algunas palabras sobre Bolitx, si alguien lo conocía. La timidez, el miedo escénico o la vergüenza al no estar a la altura del momento o al no saber reflejar sentimientos en tan magno acontecimiento, me hacen dar un paso atrás, mientras a mi cabeza llegan mensajes del corazón aglutinándose en ella y queriendo salir sin conseguirlo.

Sí, yo conocí a Bolitx, o al menos me pareció recordarlo cogido de mi mano cuando formamos circulo en la iglesia de Fuenterroble de Salvatierra, rezando el Padre Nuestro con el Cura Blas.

Sí, creo recordarlo sentado a mi lado en el multitudinario desayuno en el albergue de Estella, mientras amablemente me pasaba la mantequilla.

Sí, parezco sentirlo detrás de mí subiendo El Perdón, mientras llovía a mares y el barro se encajaba en cada una de las ranuras de las botas.

Sí, parece que lo veo sonriente en Arrés, aquella noche que se presentó voluntario a lavar los platos de la cena, mientras yo a su lado los iba secando.

Sí, sin dudarlo creo que era aquel peregrino con el que me comí un bocadillo de tortilla de tres huevos cuando llegamos a Betanzos.

Sí, allí estaba, subiendo las escaleras de Pasai San Pedro contento de caminar por su tierra, mientras al resto nos costaba mantener el aliento.

Sí, pienso que era él, aquel peregrino con el que compartía el racimo de uvas cogido de aquellas vides por Tierra de Barros, camino de Almendralejo.

Sí, yo conocí a Bolitx, o al menos me pareció recordarlo, y además tengo la seguridad que seguiré encontrándomelo en mis Caminos a Santiago, porque ya forma parte de esos héroes del Camino que dejaron huella, que son ejemplos del caminar y reflejo del peregrino anónimo con el que nos cruzamos en el día a día de nuestro peregrinar.

Bolitx
Recordando sus palabras
Casi acabo con las palabras de nuestro peregrino en boca de su padre y a los pies del monolito que formará parte ya de este Camino Uclesiano:
“Que el amanecer se cubra con un manto de enigmas, y que, esquivos se escabullan rayos de Sol entre la espesura. Y acaricien las piedras y mitigue las sombras, y alumbren mi senda. Y que el rocío desborde en los prados, y así luzca refulgentes, y verde sombrío. Que los sellos y los sueños de besos sean, que de boca a corazón se susurren historias, y se tornen leyendas, y un juglar medieval las recite pasados mil años. Que las miradas se crucen para deleitarse en los brillos, y que los pasos en los atardeceres vaguen largos, y lentos, y sabios. Que en los cobijos, del amparo cuelgue un brasero de antaño, que a las raíces profundas jamás arribe la escarcha y que las encrucijadas sugieran un poniente que no marchita el anhelo...
...que yo, así transcurran lustros, estaré preparado.”
Finalizo con las palabras de una madre, que nos dice que tanto en los Caminos que llevan a Santiago, como en el de la vida, allí estará Antxon González Gabarain esperando para recibirnos.
Dedico este post a todos y cada uno de los que allí estuvimos viviendo este instante de nuestras vidas. También al recuerdo de dos viejos sopladores de vidrio, venidos en tiempos de tierras lejanas, y que casualmente formaron parte de sus vidas y la mía quizás sin conocerse. Teresa, Antxon y yo sabemos de quienes hablo.

2 comentarios:

  1. Yo también (modestia aparte) sé de lo que hablas
    Gracias por la dedicatoria de esta entrada de tu blog, gracias por haberte acercado Uclés... a mitad de camino de nuestros respectivos domicilios, gracias por acompañarnos, gracias por tu amistad, gracias por ser tan gran persona
    Y hasta esté próximo mes de Septiembre que nos volvamos a abrazar
    Buen Camino

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    1. Gracias a ti por tus palabras, Fernando. Será en octubre cuando nos veamos. Un abrazo.

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