De Guillermo Rodríguez Bernal

lunes, 29 de mayo de 2017

Mar

Elogio del Horizonte
Elogio del Horizonte de Eduardo Chichida. Cuando no se encuentra
salida alguna, siempre hay algo más allá de la línea del horizónte.
Sentada a los pies de la cama, con el pelo muy arreglado y con una bata puesta, Mar aguardaba a su querida amiga Noelia para que le ayudara a vestirse. Sola, dejaba caer lágrimas sobre una foto que tenía entre sus manos de una niña con aspecto enfermizo, de delgadez extrema. En esos momentos de soledad su mente viajaba en el tiempo, hacia aquella época en la que Noe y ella eran felices con cualquier cosa. Días, en los que el más pequeño regalo era una fiesta, en los que todos los días había algo por descubrir y vivían las dos ajenas al mundo que les rodeaba.
Mar, de familia humilde, era la sencillez personificada. Educada con unos valores que sabiamente sus padres supieron inculcar y donde el respeto, la humildad y hacer el bien sobresalían por encima de todos. Todavía recordaba aquel primer día de colegio. El centro estaba ubicado en una barriada de clase media tirando a alta y algo distinto veía en un número importante de sus compañeros y compañeras de curso. Su timidez y algo de falta de entereza, hacían que le costara hacer amistad en aquella jungla en la que tenía que convivir cada mañana. Disciplinada con los estudios y con unos resultados impecables, veía como sus relaciones sociales tomaban un camino totalmente contrario a su éxito como estudiante. Sola en los ratitos de recreo, pasaba el tiempo paseando y deseando que sonara el timbre que señalaba la vuelta a las aulas, mientras a su alrededor se formaban corrillos con miradas y risas que le hacían bajar la cabeza y sentir apretado su corazón. En casa, sus padres notaban que aquella alegría de Mar se desvanecía, mientras que ella los tranquilizaba sin darle importancia, en las cada vez menos conversaciones que con ellos tenía. Noe era su valle de lágrimas, que no sabía cómo reaccionar o aconsejar ese sufrimiento con el que veía a su casi hermana.
Miguel Ángel era un chico con el que compartió curso un par de años. Tenía un don natural de gentes y una soltura y un desparpajo que atraía a todos los que tenían relación con él. Siempre se portó bien con Mar y le gustaba hablar con ella, por ver algo distinto que no veía en el resto de su misma clase. Ella sentía algo especial cada vez que se acercaba sonriente con ganas de charla. Despertaba un sentimiento que nunca antes tuvo y que le hacía feliz. Hacía lo posible por encontrarse con él para tener esos minutos de conversación, aunque no siempre era posible.
Sería por el mes de mayo, terminando ya aquel tercer año de curso. Miguel Ángel estaba bajo aquella morera que tan buena sombra y frescor daba los días de calor. Desde lejos Mar quiso acercarse a él, cuando una chica se le adelantó, besó a Miguel Ángel en los labios y partieron corriendo cogidos de las manos. Paralizada, sintió un pinchazo en el corazón, sus ojos se encharcaron de lágrimas y sentía una presión en su cabeza que parecía que estallaría en cualquier momento. De vuelta a casa, en la soledad del caminar, cree darse cuenta que todo es mentira. Su educación fue equivocada, su forma de ver a las personas errónea, el significado y futuro de su vida un sinsentido. Sin decir nada entró en su habitación, era el único lugar donde se sentía abrigada y con consuelo, aunque con el paso del tiempo se convirtió en su cárcel.
Ha pasado un tiempo, en casa de Noe preparan los últimos exámenes del curso. Enfadada y tras discutir, se levanta y va a buscar la antigua cámara de fotos polaroid de su padre para fotografiar a Mar. Explota entre lágrimas recriminando al estado que ha llegado queriendo buscar una imagen que guste artificialmente a los demás. Le habla de sus padres destrozados, buscando soluciones cada día para hacer volver a su niña, aquella que conocieron años atrás. Le pide casi rogando que piense, que está equivocada, que debería de dejar a un lado al castigo al que sometía a su cuerpo y a su mente, que la acabaría matando. Después de un rato abrazadas y en silencio, fueron a un espejo y se miraron. Mar pareció comprender y se quedaría con la foto para devolvérsela cuando volviese a ser la misma.
Comenzar el bachiller trajo para las dos amigas nuevo centro escolar. Irían juntas, lo que aliviaría a Mar de ese primer encuentro con los que compartiría los dos próximos años. Aquel día llegó contenta a casa. Bajo el asombro de sus padres, contaba lo variopinto de los compañeros con los que compartía aula. Ellos escuchaban atentos los comentarios de su hija, boquiabiertos, sin pestañear, agarrados de las manos y apretándolas como si un milagro les devolviera a su niña de siempre. Una nueva amiga entraba en ese círculo tan cerrado. Gustaba que la llamaran Chari Ma, aunque creo que nunca llegaron a saber el significado de ese segundo nombre. Dicharachera y charlatana, encontró en Noe y Mar las perfectas oyentes a todo lo que siempre estaba dispuesta a contar. Se atrevió hasta poner nombre a ese trío, pasando a denominarse “Las Lobas”, por el afán que imprimía la nueva amiga de intentar comerse el mundo entre las tres. Ahora eran ellas las que llamaban la atención y los corrillos y comentarios que se formaban a su alrededor eran siempre de admiración o algo de envidia.
Esteban no perdía oportunidad cada vez que se encontraba con Mar, buscando cualquier excusa para acercarse. Ella siempre se mostraba recelosa y mostraba continua indiferencia hacia el muchacho. Ese miedo a lo sufrido años atrás le hacía retroceder rápidamente rechazando cualquier tipo de encuentro con él. Continuaba bastante delgada y no quería echar a perder todo aquel esfuerzo que hacía por recuperarse. Los comportamientos negativos y los rechaces parecían servir de estimulo a Esteban para volver a la carga cada vez más a menudo. Fueron Noe y Chari Ma las que le pegaron el empujón necesario, para que diera una oportunidad al insistente “Romeo”.
Aquella tarde de mayo, al salir de clase, Mar paró a Esteban cerca de aquella morera que tan buena sombra y frescor daba en los día de más calor. El muchacho sorprendido no pudo más que dejarse llevar. Ella, con el torso de sus dedos acarició su cara, se acercó y lo besó. Cogidos de las manos volvieron a casa.
Noe entró con muchas prisas, ya arreglada para ayudar a vestirse a Mar. Ésta, levanto la cara y miró a su amiga desde aquella esquina de la cama donde estaba sentada. Devolvió aquella foto que hacía bastantes años le hizo y que todas las noches miraba desde entonces antes de acostarse. Noe la hizo trizas en un momento y las hizo desaparecer echándolas a volar por la ventana. Alegría a desbordar y lágrimas contenidas hasta que irrumpió Chari Ma en la habitación. Poniendo orden empezó a dirigir para que la espera de los invitados en el ayuntamiento fuera la menor posible. Manolo, el inseparable hermano de Esteban, esperaba abajo con el coche mirando al cielo, mientras limpiaba el techo de unos papelillos que vinieron volando de no se sabe dónde.

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