De Guillermo Rodríguez Bernal

sábado, 16 de julio de 2016

La ciudad de Huesca.

Huesca
El menda en la plaza de López Allué
Resultó fácil llegar del aparcamiento del campus de la Universidad a la plaza de López Allué, gracias a toda la información que un buen amigo me envió a Sevilla de las manos de la oficina de turismo. A nuestro paso, el coso taurino nos daba sombra y sus puertas de entrada eran testigo mudo de la ilusión con la que iniciábamos la visita. Una vez en la plaza, en la oficina de turismo, dar las gracias por el envío y la sorpresa de un regalo en modo de pañuelo verde como recuerdo de las pasadas fiestas de San Lorenzo. Estábamos en Huesca.
López Allué
Plaza de López Allué
Coqueta, colorida y llena de vida, podíamos definir aquella peatonal plaza de López Allué, que en su día fue mercado de abastos y que hoy en día continúa siendo centro neurálgico de la ciudad. En uno de sus rincones, entrar a comprar algo en la tienda de ultramarinos “La Confianza”. Puede que una de las tiendas más antiguas de España, manteniendo en perfecto estado grabados en su techo de finales del XIX. No podíamos empezar mejor esta visita.
San Pedro el Viejo
Monasterio de San Pedro el Viejo
A un paso, y saliendo de la plaza, el monasterio de San Pedro el Viejo. Se viene a la vista ese mal de la piedra que aqueja el edificio en algunas de sus partes. Dentro visitamos la iglesia, con numerosos grabados medievales en sus paredes y un precioso claustro cuyos arcos nos trae a la mente aquellos de San Juan de la Peña. En la cripta, enterrados reyes aragoneses, donde se hace notar el del rey más querido y nombrado por estas tierras, Ramiro II el Monje.
Tocaba ahora callejear y, con ese instinto que se adquiere caminando a Santiago, descubrir esas señales que nos hacen saber que por allí discurre el Camino. Ese que de tierras catalanas une Montserrat con San Juan de la Peña y del que tanto hablaba y promocionaba un viejo y querido peregrino oscense con la asociación de Huesca.
El Camino por Huesca
Santiagos en hornacinas en la pared y señales por las aceras de la ciudad de Huesca
Ayuntamiento de Huesca
Ayuntamiento de Huesca
En nada estábamos en la plaza de la Catedral. A uno de sus lados el ayuntamiento, con dos gigantes como custodiando, una vez dentro del edificio. Ya nos advirtieron que existía visita guiada a la que nos adherimos. En el salón de plenos, la explicación de un cuadro que era leyenda viva de la ciudad de Huesca y de Ramiro el Monje en particular, la Campana de Huesca. Y es que este rey se sentía ninguneado por bastantes nobles de su corte. Para poner solución, los mandó llamar a todos sin excepción, con el pretexto de enseñarles una campana que se escucharía en todo el reino. En dicha audiencia fueron entrando de uno en uno y, al agachar la cabeza cuando bajaban los escalones, les fue cortando el cuello. Doce de ellos fueron los
Catedral de Huesca
Portada de la Catedral de Huesca
ajusticiados, colocando las cabezas en un círculo, dejando para el centro, colgado de una cuerda a modo de badajo, la del obispo de Huesca, como uno de los principales instigadores de todo aquello. Luego dejó entrar al resto para hacerles ver sus pareceres según qué cosas.
Justo en frente del Ayuntamiento está la Catedral de la Transfiguración del Señor, que junto con museo diocesano bien merecen una visita. En el exterior, jugar con la familia a encontrar al apóstol Santiago en su preciosa portada.
Parque Miguel Servet
Parque Miguel Servet
Continuamos saliendo de ese casco antiguo para ver la iglesia de San Vicente el Real, conformándonos con su fachada, y dar un paseo por el magnífico parque de Miguel Servet. Adorable recinto con pajaritas de papel a modo de escultura y la casa de Blancanieves a modo de biblioteca para niños. Desde allí, ya media mañana, era buen momento para acercarse a la iglesia de Santiago. Tenía conocimiento que el albergue de peregrinos estaba por allí y quise conseguir dos credenciales selladas por ellos para mi futuro camino aragonés. Nos conformamos con la visita a la iglesia ya que por error no estaba allí el albergue, por lo que nos tocó continuar nuestra recorrido dejando atrás ese deseo.
Iglesia de Santa María
Iglesia de Santa María
Como punto y final, acercarnos al Convento de las Miguelas, rodear por fuera la alta muralla que en su día protegía a los oscenses en las contiendas, para acabar en la preciosa y bien cuidada iglesia de Santa María, donde justo teníamos aparcado el coche que nos llevaría de vuelta a casa.
Fue mi deseo, el encuentro con una persona que indirectamente he nombrado en un par de ocasiones en este post. Julio Aznar se encontraba de vacaciones en Segovia y fue una pena no haber conocido esta ciudad de su mano. Tuvo que ser unos meses después cuando, a la vuelta del camino aragonés, lo conociera en persona en aquella misma ciudad que hoy os describo. Va por él, va por ti, Julio.

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