De Guillermo Rodríguez Bernal

miércoles, 19 de marzo de 2008

Rabanal del Camino.

Astorga
Palacio Episcopal de Astorga e inicio de nuestro caminar
Partía aquel autobús de la estación de Astorga a las diez y media de la mañana y allí dejaban a dos peregrinos nuevos en estas lides. Las mochilas en un banco y quedaba poner en práctica los meses de preparación previos a ese momento. Con unas cuerdas de cáñamo fijamos las vieras a los cinturones del pantalón, cargamos las mochilas sobre los hombros, ajustamos los bastones a la altura justa y levantamos la mirada para ver por dónde empezar. El Palacio Episcopal fue el faro que nos alumbró y el guía que nos hizo encontrar esa primera flecha amarilla que nos llevaría a Santiago. Aquél posible miedo a lo que tenía que venir desaparece y da paso a la ilusión y la inocente curiosidad de lo que quedaba por descubrir, en aquella aventura que iniciábamos ese miércoles santo. A una pareja de peregrinos (Marisol y Luis), que vinieron con nosotros en el autobús, lo vimos entrar en la catedral. Nosotros teníamos muchas ganas de camino como para eso y empezamos a seguir flechas como locos, montando una fiesta con cada una de ellas que salían a nuestro paso. A las afueras de nuestro municipio maragato, un bar nos provee de agua y a partir de ahí alargar el paso y salir deseando tener tierra bajo nuestros pies.
Ecce Homo
Ecce Homo e inicio del andadero hacia Murias de Rechivaldo
Nuestro primer hito en el Camino fue la ermita del Ecce Homo y, tras pasar por encima de la autovía, el andadero que nos hacía pisar esa tierra tan deseada, dejando a un lado el duro asfalto. A su inicio, un mojón con lo que quedaba por caminar. En el cielo, espesas nubes negras que podían ser una preocupación pero que, en ese instante, nuestras ganas por vivirlo todo nos hacía despreocuparnos de ellas. En todo momento, la cercana distancia de nuestros compañeros salmantinos casi a nuestro lado.
Atravesamos y salimos de Murias de Rechivaldo, deseándonos feliz llegada a Santiago la iglesia de San Esteban, y nos recibe Santa Catalina de Somoza, haciéndonos una reverencia la iglesia de Santa María y con un rato de charla con el busto de Aquilino Pastor, tamborilero de la Maragatería con el que echamos un trago de agua. Y es que, aunque acabáramos de empezar, íbamos muy bien y parecía que todo nos acompañaba en cada paso que dábamos.
Murias y Santa Coloma
San Esteban en Murias de Rechivaldo, Aquilino Pastor y Santa María en Santa Catalina de Somoza
El Ganso
Iglesia de Santiago en El Ganso
Carretera y andadero camino de El Ganso y un numeroso batallón de ovejas, con el coronel al frente, que nos corta el paso en la búsqueda del pasto de aquel día. Una vez allí, aflojar el caminar para darnos cuenta que no estábamos solos en el Camino. Otros peregrinos deambulaban por su calle Real, tomándose todo ésto con más tranquilidad que nosotros, que teníamos por corazón las piernas deseosas de ver cumplida esa primera etapa peregrina lo antes posible, sin darnos cuenta de que esa meta en realidad es estar en el mismo camino. Apenas se dio cuenta de nuestra presencia la iglesia de Santiago a la salida del pueblo.
Rabanal del Camino
Subiendo a Rabanal del Camino
Las nubes parecían disiparse un poco y el calor empezaba a apretar. Paso marcial del que daba fe la cantimplora agarrada con una goma de la mochila de mi amigo José Manuel, que subía y bajaba acorde con el paso que daba, tan regular como si de un metrónomo se tratara. La compañía de unos pinos nos hacía pensar en el alivio que sentirán los peregrinos en este paso en los meses de verano. Pronto llegamos a la indicación de dos kilómetros para nuestra meta. Ese repecho pedregoso, con el centenario roble peregrino en la subida, fueron testigos de nuestra llegada a Rabanal del Camino. Isabel Rodríguez, se llama como mi hija, nuestra primera hospitalera; El Pilar, nuestro primer albergue y nuestro primer sello en la credencial; unos macarrones con chorizo y huevos fritos, nuestra primera comida; la tarde por Rabanal, nuestro primer paseo y una ensalada con un buen vino junto a la chimenea, nuestra primera cena.
Albergue "El Pilar"
Comida y cena en el albergue de "El Pilar" en Rabanal del Camino
Creo que nada queda tan grabado en la mente de un peregrino como esos primeros pasos en el Camino de Santiago, en tu primer día de caminar, y pocas son las palabras para describir algo que iniciamos y que nos envenenó para siempre. Las iglesias nos hablaban y saludaban al pasar, el viento o la lluvia pasaban inadvertidos y, como a nuestro ingenioso hidalgo, en un rebaño de ovejas y su pastor veíamos un ordenado ejercito bien dirigido por un lustroso coronel. El vivir de aquella jornada fue el inicio de una aventura que nos acompañó desde entonces, el deseo de volver a caminar, latente en todo momento, por todos esos caminos que te llevan a Compostela.
Albergue "El Pilar"
Y nuestra primera cervecita a la llegada

3 comentarios:

  1. Que maravilla... me pasa una cosa y son reflexiones mías... desde que dije de no volver al caminar por el "francés" era el año 1993 año santo o sea hace 23 años, y con "mucha" gente para mi no he vuelto por esos pagos, pero citas ahora tu sitios que sigo guardando en mi memoria, esos recuerdos no se olvidan y me estás haciendo disfrutar de aquellos lugares que estaban ya guardados y vuelven a la mente... Gracias por ello Willy... sigue así y no pares...

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    1. Pues esos recuerdos de aquel famoso Xacobeo siguiente a la Expo, mejor que los guardes en tu memoria porque creo que nada ha vuelto a ser como antes. Siempre nos queda la Plata, o ese Mozarabe desde Almería que tienes en mente.

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  2. Así será esperemos pero precisamente resulta que hay algo más urgente, jaja, en mente que ya te comento por correo...

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