De Guillermo Rodríguez Bernal

sábado, 23 de mayo de 2015

La ciudad de Sevilla. Bordeando su muralla y atravesando sus puertas I.

Muralla de Sevilla
Muralla de Sevilla
Allí me encontraba aquella mañana, sentado en un poyete de la plazuela que une Alfonso XII con Goles. En mi pensamiento, dar la vuelta al casco antiguo más grande de España y el  tercero de Europa, buscando los vestigios existentes en la actualidad de su antigua muralla. Aquella que fue construida por romanos, musulmanes y cristianos para salvaguardar a las gentes y a sus intereses y que fue llamada Hispalis, Isbiliya y Sevilla por cada uno de ellos. Como ayuda, la ubicación que tenía de las trece puertas con que contaba la ciudad, algún plano encontrado por ahí de lo que podría ser la muralla, el móvil a modo de cámara de fotos y la inestimable compañía de mis acompañantes María Luisa Peña y Manuel Segura, que no dudaron en acudir a esta cita cuando les conté mi idea. Gracias queridos amigos.
Puerta Real
Azulejos que representan la Puerta Real
No pude elegir mejor lugar para comenzar. Allí mismo estaba la Puerta Real, llamada así por el paso que Felipe II hizo por ella en la única vez que visitó la ciudad y porque posiblemente también lo hiciera Fernando III cuando la reconquistó. Todavía se conserva un paño de muralla donde estuvo aposentada, unos azulejos que nos recuerda la forma que tuvo en su momento y la capilla de Ntra. Sra. de las Mercedes, que formaba parte de ella y nos invitaba a iniciar el recorrido por la calle Goles. En esta misma calle, a pocos metros de empezar a caminar, encontrarnos con parte de esa muralla con un azulejo que nos indicaba que no sólo ayudaba a proteger a las personas y sus bienes, sino también a la ciudad de las continuas crecidas del Guadalquivir que la inundaban.
Puerta Real y Goles
Muralla en la Puerta Real y calle Goles
San Juan y Barqueta
Puerta de San Juan y de la Barqueta
En nada salimos a Torneo. La claridad y belleza de aquella avenida acompañada por el Guadalquivir y vista por los antiguos pabellones de la Expo, contrastan con aquel recuerdo en blanco y negro de años atrás con un muro con pinturas y el deambular de trenes con la estación de Córdoba como referencia. Me imagino siglos atrás la visión de ahora con una despoblada isla de la Cartuja al fondo. Sería la misma que tendrían las dos puertas siguientes: La de San Juan y la de la Barqueta. No queda nada de ellas, sólo el recuerdo de historiadores que nos cuentan que la primera fue el muelle de entrada y salida de mercancías en la ciudad, antes que se utilizara el de la Torre del Oro, y la segunda que era la que más combatía las riadas, al estar más cerca que ninguna y que recibía ese nombre por el servicio de barcas que había para cruzar por aquella parte.
Macarena y Torre Blanca
Puerta de la Macarena y Torre Blanca
Dejamos atrás al llamado en época romana río Bætis caminando por Resolana. A mitad de ella, mirar de reojo para imaginar en Feria la ubicación del Postigo de la Basura y al llegar al final encontrarnos con la Puerta de la Macarena, la Bab-al-Makrina de los musulmanes. En tiempos, puerta de entrada de Reyes y Reinas que se acercaban desde Madrid. Ahora emblema del barrio junto a la basílica de la Virgen Macarena, justo detrás de ella. Es a partir de aquí donde nos encontramos la muralla en su máximo esplendor, siendo testigo del pasado y del presente la Torre Blanca, que la acompaña y que, tras su restauración, luce como el día que la finalizaron en el siglo XIII.
Wilhelm Möller
Wilhelm Möller, mi bisabuelo
Y es allí, entre aquellos muros, cuando trato de irme a un pasado no tan lejano. Intento imaginar a un Wilhelm Möller, “Guillermo el alemán” como lo conocían por aquí, saliendo de su casa en el número 2 de Antonia Sáenz y caminando a mi lado, muy cerquita mío, en una fresca mañana de principios del XX camino de su fábrica de vidrio de la Trinidad. Aquella que con el tiempo llegó a formarse como cooperativa y de la que llegó a ser presidente. Andar tranquilo el suyo, con la gorra calada y masticando tabaco. Yo acompañándolo y queriéndole preguntar infinidad de cosas que quedaron olvidadas para siempre. Pero no me aferro, lo dejo marchar volviendo a la realidad a los pies de aquella muralla.
Murallas de la Macarena
Murallas de la Macarena
Puerta de Cordoba
Puerta de Cordoba
Estoy en la Puerta de Córdoba, tan sencilla y la única que se conserva casi sin modificaciones desde que la construyeron. En su día llegó a ser calabozo de San Hermenegildo, de ahí quizás la colocación de su iglesia justo al lado y que parece formar parte de ella. De nuevo vuelvo a perder el rastro y empiezo a tirar de imaginación. Pienso
Santa Ángela de la Cruz
Casa natal de Santa Ángela de la Cruz cerca de la calle Sol
que la muralla continúa por San Hermenegildo primero y Santa Lucía después. Al final la calle Sol, donde se encontraba la Puerta del Sol. Según antiguos grabados, tenía en su dintel un enorme sol labrado en piedra. Metros antes, entre tanta mole de edificio, una casa muy modesta y pequeñita. Aquella en la que se vio nacer a una Santa sevillana, sor  Ángela de la Cruz.
Jardines del Valle
Jardines del Valle
Giro ahora dirección sur por María Auxiliadora y en nada tengo bajo mis pies el albero de los jardines del Valle. El verde de los árboles, las plantas y los setos, la tranquilidad de un parque en pleno centro de Sevilla y la muralla con sus torreones protegiéndolas y sintiéndose más real alejada de tanto tráfico. Buen lugar para relajarse dando un paseo y descansando en uno de sus bancos rodeado de piedras milenarias.
Muralla en Osario
Resto de la muralla en Puerta Osario
Puerta Osario
Puerta del Osario
Dejamos los jardines y nos apartamos un poco de la avenida pensando que la muralla está un poco más adentro. Salimos a Valle, donde parte de ella sale a la luz al derribarse un edificio que se construyó aprovechándola. Allí mismo estaba la Puerta del Osario, llamada así por el cementerio que a extramuros había en tiempos. Nada queda de esta puerta, pero se intuye rápidamente su posición viendo como de Puñonrostro salen hasta cuatro calles en distintas direcciones. Una de ellas, Muro de los Navarros, es la que aprovechamos para continuar. Calle estrecha, con mucho encanto y con patios interiores cargados de belleza. Mucho sentido tiene que nuestra muralla continuase por ahí y por el callejón Concepción, más estrecho aún y que desemboca en la mismísima Puerta de Carmona.
Muro de los Navarros
Muro de los Navarros

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5 comentarios:

  1. Con esta entrada y la II es casi como si estaría en un tour por tu ciudad Guillermo
    Espero algún año poder ir

    Saludos

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    Respuestas
    1. Ni que decir tiene que por aquí estaré para lo que necesites

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    2. Gracias Guillermo
      Llegado ese momento tendría que repartirme entre un ramillete de buenos amigos Sevillanos con quienes tengo una buena amistad, por supuesto entre ellos tu
      Un Abrazo

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