De Guillermo Rodríguez Bernal

domingo, 15 de marzo de 2015

Málaga. Alhaurín el Grande, Mijas, Alhaurín de la Torre, Cartama y unas papas.

Fuente del Acebuche
Fuente del Acebuche
La promesa de unas “papas empellás” hizo que se aprovechara un fin de semana para volver a Alhaurín El Grande. Atrás quedó aquél magnífico “Encuentro del Acebuche” donde buenos amigos, venidos de muchas partes, disfrutamos de toda esta sierra malagueña que nos cautivó. Días maravillosos donde el desfiladero de los Gaitanes nos cortaba la respiración, con su famoso “Caminito del Rey”, visto primero desde el Chorro y después caminando desde el embalse del Conde de Guadalhorce hasta llegar al otro lado de tan tremendo desfiladero. Días en los que conocimos las ruinas de Bobastro, aquel lugar donde un guerrero andalusí se reveló contra el emir de Córdoba, creando en aquellas lomas sus dominios. Y días en los que, como no, subimos a la sierra a conocer aquella fuente del Acebuche y después continuar hasta la “Nariz de Buey”, con las preciosas vistas del pueblo de Alhaurín, el valle en el que reina el río Guadalhorce y la sin par bahía de Málaga. Cuentan nuestras amigas alhaurinas, que arriba del todo, en los días despejados, se divisa hasta la costa del país vecino en continente africano.
Caminito del Rey y ruinas de Bobastro
Caminito del Rey y ruinas de Bobastro
Bastante pretenciosa fue la ruta preparada por mí para este segundo viaje a Alhaurín. Pienso que por imaginar que lo haría como en otras ocasiones, en las que partía con el único propósito de visitar y colmarme del encanto de los lugares a los que iba. En esta ocasión no sólo era hacer turismo sino, además, la de compartir con amigos las visitas programadas y disfrutar del hecho de encontrarnos juntos por aquellos lugares.
Virgen de la Peña
Ermita de la Virgen de la Peña en Mijas
Y Mijas fue la elegida como primer destino para arrancar la mañana, después de un buen plato de churros en Alhaurín. De Mijas podría quedarme con la encantadora ermita de la Virgen de la Peña, por el lugar que eligieron para ella a los pies del pueblo y con unas vistas únicas. O con la plaza de la Libertad, con la iglesia de San Sebastián a un lado y el viejo ayuntamiento al otro, dejando quizás aparte la pomposidad y el lujo del nuevo consistorio. También podría hacerlo con la plaza en la que se ubica la iglesia de la Inmaculada Concepción, con ese paseo que la rodea y su mirador, donde el pueblo de Fuengirola al fondo parece como pintado sobre la costa malagueña. Pero me quedo con el disfrute de un paseo tranquilo por sus blancas calles, a los que no le falta tiestos de color celeste sobre sus fachadas y a pesar de que le sobre tanta tienda de souvenirs y restaurantes de todo tipo. Ya me hubiera gustado a mí haberla conocido sin tanto turismo y donde los burros se utilizaban para la ayuda en el campo de los que lo trabajaban.
Mijas
Calles de Mijas
Jardín Oriental
Jardín Oriental en Alhaurín de la Torre
Volviendo sobre nuestros pasos nos acercamos a Alhaurín de la Torre. Gran cantidad de urbanizaciones rodean su casco antiguo, convirtiéndola en ciudad dormitorio de la capital. Es una antigua torre, reconstruida de la ruina en la que se encontraba, la que da paso a ese lugar de casas encaladas de blanco y calles estrechas. Para los amantes de la jardinería puedes perderte en el que quizás sea el vivero más grande que haya visitado. Creo que nadie se puede ir sin encontrar aquello que busca para su jardín. Pero yo me quedo con ese rinconcito creado por los alhaurinos que es su jardín oriental. Pequeña parcela de terreno convertida en parque, con un gusto exquisito en la colocación de motivos y donde el murmullo del agua, que atraviesa el jardín en forma de río, te hace disfrutar de un vergel enclavado entre avenidas y rotondas.
Cártama
Ermita Ntra Sra Remedios desde Castillo
Y tras un buen plato de arroz con conejo en las cercanías, acercarnos a Cártama. Lo mejor es aparcar y darse un paseo por sus calles para encontrar la iglesia de San Pedro y, frente a ella, las paralizadas obras de su plaza, por el hallazgo de restos romanos que hasta ahora moraban escondidos bajo los suelos de antiguas casas. Pero nada como subir caminando por el pronunciado y empedrado camino que lleva a la ermita de Nuestra Señora de los Remedios. Allí la encontró un pastor y allí hicieron su morada, para que desde arriba admiraran sus visitantes el valle en el que estaba enclavado Cártama. Haciendo un poco más de esfuerzo, podemos subir al viejo castillo árabe. Por sus ruinas es difícil imaginarse rodeados de príncipes moros o siendo investido caballero por algún rey cristiano, pero el cuadro visto desde arriba del pueblo, su ermita y el valle del Guadalhorce te dejará impresionado.
Alhaurín el Grande
Iglesia de Ntra. Sra. de la Encarnación en Alhaurín el Grande
Y volvemos a Alhaurín el Grande. Y me quedo embelesado con la fachada de la ermita de la Santa Vera Cruz, mientras subo las escalinatas que me llevan hacía ella. Y allí arriba, junto al mirador del ayuntamiento, quiero esperar la caída del sol que hace cambiar de color al valle. Y reavivo mis sentidos del olor y del gusto, al pasear junto a las tiendas de dulces alhaurinos o por las tapas y raciones del bar Sardina. Y me recreo con el deambular de personas en la Plaza Baja con las puertas abiertas de la monumental Iglesia de la Encarnación. Y haciendo un guiño al sendero que lleva a la casa de don Antonio, me lleno de admiración por la sencillez y soltura de un chaval contándome cómo funcionaba el viejo molino de corcho en poder de su familia tras cinco o seis generaciones.
Alhaurín el Grande
Ermita de la Santa Vera Cruz y Ayuntamiento, Cristo de Medinaceli en Vera Cruz y antiguo Molino de Corcho
Alhaurín el Grande
El Deseo de Volver continúa vigente a día de hoy. Principalmente, porque aquel prometido plato de “papas empellás” fue sustituido por otro de “papas con majaillo”, que se degustó de maravilla junto a un gazpacho de invierno, un pollo al horno y la compañía de mis amigos, que pusieron el broche a nuestra visita a este municipio malagueño. Volveré, no sólo por esos pueblos cercanos que quedaron sin ver, sino por vivir su afamada Semana Santa y ver el paso de las hermandades por las Cuatro Esquinas alhaurinas.
Cierro este post, dedicándoselo a cuatro personas que hicieron de mi estancia en su pueblo una preocupación por hacerme encontrar como en mi casa. A Conchi Trujillo, por esa fuerza, esa prestancia y esa inteligencia natural que derrocha en todo lo que hace. A Juan Plaza y Ana Mari Díaz, por su sencillez, su sentido de la amistad y por el amor que regalan a los que los rodean. Y a Mari Carmen Díaz por ser una luchadora nata, por mantener esa sonrisa que nunca cesa y por ser tan buena amiga, bien muy preciado en los tiempos que vivimos. Pues sí, volveré Alhaurín.

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1 comentario:

  1. Muy ameno si señor y bellos lugares!!!!! Gente Maja con mayúsculas las que encontraste!!!!!

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