De Guillermo Rodríguez Bernal

domingo, 18 de julio de 2010

Lubián.

Río Castro
Puente de Piedra sobre el río Castro
Serían las seis y media de la mañana, cuando abandonábamos el albergue “Casa Luz” para afrontar esta etapa de nuestros Caminos. No tan fresca era la mañana, comparándola con la del día anterior, pero no dejamos atrás la manga larga. Fácil llegada a Terroso y bonita parte del Camino que lo unía con Requejo. Allí disfrutamos del desayuno que nos hacía falta para afrontar el Padornelo, junto a un padre con su hijo. Bicigrinos que venían desde Manchester y arrancaban desde aquí. A la salida del pueblo, unas botas de caminante nos despedían con estas palabras:

Requejo
Requejo

 “Si te gusta la soledad, si quieres ser protagonista de este Camino junto a la grandeza del paisaje y frente a la dureza de los fríos y los soles. Si quieres que los atardeceres te arrastren en los hondos silencios, y que a las mañanas los quiebros de la aurora te agiten el alma… ¡Este es tu Camino!”


Las guías recomendaban carretera. La señora del bar y nuestros corazones, Camino. Sin prisas y sin pausas iniciamos la subida disfrutando de un magnífico paraje donde torrentes de agua y espesa vegetación nos acompañó
Subiendo el Padornelo
Subiendo el Padornelo
en casi las tres cuartas partes de la subida. Ramas a baja altura, buen caudal de agua, bruscos cambios de nivel y, en algunos momentos, pasillos estrechos, daban la razón a las guías si imaginábamos este paso nevado o con fuerte lluvia. Como ni llovía, ni nevaba, y lo que hacía era calor, tiramos para arriba. El resto de la subida del puerto, zona más árida y a echar cuenta de nuestra intuición por cruces escasamente señalizados. Tres bicigrinos nos adelantaban sin poder explicarnos como pasaron por determinadas partes de la subida. Allí estaban. Ya en el pueblo, repusimos líquidos después del desgaste que nos produjo la subida y calor que tanto apretaba. Por último, la llegada a Lubián, donde los dedos gordos de nuestros pies se quejaban de los tropezones y de la presión que aguantaban en algunos puntos de la bajada del estupendo Camino que llegaba a su fin.

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