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Despertar en Alcaracejos |
Aquél día del mes de enero,
amanecía en Alcaracejos con el frío justo para protegernos manos, garganta y
cabeza con guantes, braga y gorro de lana. Lejos del ruidoso tráfico matutino,
aquel camino nos acercaba a un crucero de piedra, a la salida del pueblo, a
unas naves con vacas impacientes esperando a sus cuidadores para su desayuno y a
maquinaria agrícola con sus conductores para dar comienzo a la faena del día. Era
nuestra siguiente etapa en el Camino Mozárabe y el día amanecía con un cielo
totalmente despejado y un sol desperezándose que lució radiante a lo largo de toda
la jornada.