De Guillermo Rodríguez Bernal

sábado, 20 de febrero de 2016

Cantabria. Liérganes, San Roque, Vega de Pas, Selaya y valles pasiegos.

Liérganes
Puente Mayor sobre el Miera
Si Cantabria y Andalucía pueden tener cosas en común, Liérganes es una de ellas. Allí estaba Francisco de la Vega para recibirnos y el Puente Mayor para ayudarnos a cruzar uno de los protagonistas de la ruta de hoy: el Miera. Ese río en el que desapareció este lierganés siglos atrás, apareciendo años después en la bahía de Cádiz y dando lugar a la leyenda del Hombre-Pez. Creo que no hay punto mejor para comenzar a caminar en este pueblo de piedra y casonas con balconadas llenas de flores. Sólo tienes que perderte entre sus calles e ir descubriendo sus casas, la Plaza del Marqués de Valdecilla y el agradable paseo del Hombre Pez, sin dejar atrás la subida a la monumental iglesia de San Pedro. Para desayunar, siempre será bien recibido un chocolate acompañándolo bien con bizcocho, con buñuelos o con churros, que añade más fama aún a este municipio cántabro.
Liérganes
Casonas en Liérganes y Francisco de Vega, el Hombre-Pez
Dejamos atrás Liérganes y río arriba, dirección sur, llegamos a Rubalcaba en unos tres kilómetros. Algún que otro sendero sale desde este punto, pero hoy nos quedamos con la Cruz que da fama al barrio, el lustroso blasón de la casona Miera-Rubalcaba y el conjunto construido junto al Miera de puente medieval, ermita y molino. Una delicia para los sentidos.
Rubalcaba
Puente y cruz de Rubalcaba. Fachada de la casona Miera-Rubalcaba
San Roque de Riomiera
Pista de fútbol sala en San Roque de Riomiera
Poco a poco nos inundamos de belleza por estos valles que formó el Miera y llegamos a la pequeña localidad en San Roque de Riomiera. Sobre una ladera, y cruzándola la carretera, cualquier espacio es aprovechado. Desde soportales para aparcamiento hasta una buena cancha para hacer deporte. Como eje la iglesia de San Roque y, después de un corto paseo, sentirte que se adueña de ti el contorno de estos valles Pasiegos, que empiezas a descubrir y en el que acabas adentrándote. Y es que, si continuamos nuestro camino, te sumerges y llegas a formar parte de un lienzo colmado del verdor de las laderas y de casas pasiegas repartidas por todas partes.
Saliendo de San Roque
Saliendo de San Roque de Riomiera
En una estrecha y serpenteante carretera, aquella que te lleva al Portillo de la Lunada, se deja ver un pequeño lugar para dejar el coche en el arcén y una escalera de piedra al otro lado. Subes por ellas para llegar al mirador de Covalruyo. Allí se multiplican por diez esas sensaciones que trato de explicar, al admirar el circo del Miera desde tanta altura. Justo en un lado, un monolito con letras del poeta cántabro Gerardo Diego, dedicadas a nuestro río allí donde nace y que dicen así:
“Río Miera ¿quién te vio más arriba de San Roque, brincando de lastra en lastra burlando alisas y robles? De peñas te descolgaste desgarrándote en jirones, sin torrente los tobillos en las quiebras de las hoces. Altos cantares de
Mirador de Covalruyo
Mirador de Covalruyo
nieblas aprendiste de pastores y, según bajas, riendo vas volando corazones. Mozo, te festeja Liérganes con arco de puente noble y tu pecho ya se ensancha para reflejar honores. Quién te vio allá, río Miera y te ve manso de roces dilatándote en toneles y cubas de sombra y bosque. Antes de agrietar los labios con la sal del Puntal norte. Río Miera, quien te viera y te ve, no te conoce. En brazos de la marea. Una vez luz y otra noche. Dos veces al día mueres, de azul belleza salobre.”
Vega de Pas
Ternero recién nacido en la feria de ganado de Vega de Pas
Dirección sur nos adentramos en la provincia de Burgos para girar de nuevo dirección norte y volver a cruzar la frontera cántabra, llegamos a Vega de Pas. Estaba de fiestas el pueblo con una feria ganadera. Mucho ambiente en aquella calle principal que la separa de inicio a fin. Primero comer, después paseo entre subastas y ventas de ganado, incluyendo el nacimiento de un ternero entre las cercas. Por último la visita a una casa pasiega. En ella, nuestra guía nos hablaba de lo duro que era vivir en aquellos valles manteniendo al ganado, de las partes de una casa pasiega, de la habilidad de los pasiegos de transportar el sustento de los animales con una sola vara y de la producción de todo tipo de productos lácteos que los hacía mantenerse más mal que bien. Pronto partimos, no sin antes comprar a muy buen precio quesada y sobaos pasiegos como recuerdo de aquellas tierras.
Selaya
Rollo Heráldico en Selaya
De nuevo carretera y admiración por aquellos valles regados esta vez por las aguas del Pas. Conducir lento y con paradas continuas para cargarte de toda aquella maravilla natural que nos rodeaba. En nada estábamos en Selaya. Otro buen paseo admirando sus casonas, señal de los buenos tiempos que en algún momento abrigaron a la comarca. Me vienen al recuerdo una bolera cubierta de hojas de los frondosos árboles que la cubrían. Justo al lado el palacio de Donadío, entre casona y fortaleza rodeado de un alto muro a forma de pequeña muralla. El rollo heráldico, emblemático en la localidad, y la ermita de San Roque, en una de las salidas que tiene el pueblo.
Villacarriedo
Detalle del Palacio de Soñanes En Villacarriedo
Ya partíamos de vuelta a casa y dábamos por finalizada nuestra ruta de hoy, pero antes la última parada en Villacarriedo, patria chica de los padres de Lope de Vega. Breve paseo por ella hasta llegar al atrayente palacio de Soñanes, barroco cántabro muy bien conservado y que hoy es hotel. Un poco más abajo la iglesia de San Martín, con la que nos despedíamos de aquella ruta de kilómetros, curvas, carreteras estrechas y de una belleza sin igual. Aquellos valles formados por el Miera y el Pas estarán siempre en mi corazón y mi memoria. Lugar para vivir en la actualidad sin olvidar lo duro de la vida en otros tiempos.
Villacarriedo
Balconada en Villacarriedo


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