De Guillermo Rodríguez Bernal

martes, 8 de julio de 2014

Feliz cumpleaños hija.

Era un día como el de hoy. Un ocho de julio de hace catorce años. Puede parecer asombroso que después de tanto tiempo pudiera acordarme de aquel día como si fuera hoy, pero lo recuerdo. Leía por entonces la segunda parte de Fortunata y Jacinta, época por la que me dio por el autor canario.
   Me pasé casi toda la mañana y parte de la tarde en una sala de espera, donde las personas se desesperan y lo único que tienen que hacer es eso, esperar. No dormí bien la noche anterior, el sillón de aquella habitación era incomodo y no estaba hecho a mi medida, pero no notaba señal de sueño en el tiempo que estuve allí. Deambular de gentes durante todo el día, pero yo estaba tranquilo y no me molestaban. Buscaba mi rincón y leía. Por la tarde ya estuve más acompañado. Los amigos y la familia se acercaron a estar conmigo, para acompañarme todo lo que su tiempo les permitía. Era indudable que, a pesar de tratarse de un hospital, el acontecimiento lo requería.
No eran todavía las ocho cuando me llamaron por megafonía. Tenía que subir a no recuerdo que planta y allí a no recuerdo que lugar. Me pusieron un babi verde, una gorra verde, unos pantalones verdes y un cubre zapatos verde que rompí a los pocos segundos porque no había de mi número. "Es igual, p'adentro así mismo", me dijo mi sastra sanitaria. Dentro estaba Isabel con la cara desencajá por el dolor, llevaba cerca de 29 horas de parto y había llegado el momento. Me puse a su lado, agarrándole una mano con una de las mías y acariciando su cara con la otra. Dando ánimos y diciéndole que ya no quedaba nada para terminar con aquel sufrimiento. Llegó un momento en que vi que ya no oía, ni sentía nada y yo no quería perderme aquello, así que durante unos segundos la dejé y me puse detrás de toda aquella gente allí congregada. Todos estábamos de verde y eran las ocho y media de la tarde.

El ocho de julio de hace catorce años, vi nacer a mi hija. Te quiero Isa.

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