De Guillermo Rodríguez Bernal

jueves, 1 de mayo de 2014

Monreal.

Sangüesa
Saliendo de Sangüesa
Quería arrancar el día y la noche se resistía, aquella mañana primer día del mes de mayo. Sangüesa dormía, por lo que fueron aquellos bellos balcones de las fachadas, los blasones de las casas señoriales y la hermosisima y coqueta iglesia de Santa María la Real, los únicos testigos del caminar de los peregrinos más madrugadores. Como a muchos otros antes, nuestro viejo amigo el río Aragón nos deseaba buen camino, cuando lo cruzábamos por aquel puente de hierro lleno de remaches. Todos aquellos peregrinos que nos quedamos en Sangüesa decidieron coger la variante de la Foz de Lumbier. Nos despedimos de algunos de ellos y decidimos tomar el viejo itinerario de este aragonés, queriendo tocar el cielo en el alto de Aibar, a través del pueblo de Rocaforte.
Rocaforte
Cercanías de Rocaforte
Salajones
Alto de la Sierra de Salajones
Buena pista al principio y terreno más irregular después, pero siempre en constante subida, hasta alcanzar este alto de la sierra de Salajones. Arriba del todo preciosas vistas de todo aquel valle, que nos acompañó durante unos kilómetros por un senderito con todos los alrededores repoblados de pinos. Bastantes ciclistas te hacían parar y dejarlos pasar al ir bastante más rápidos que nosotros. Un par de cancelas y una nueva pista ancha que comenzaba de nuevo a tomar altura. A la derecha un poste indicador del que me llamó la atención el cuidado con el que estaban puestas varias piedras encima de ellas. Subir sin descanso por aquella ancha pista hasta encontrarnos con un cruce sin señalización, estábamos muy
Salajones
Reforestación en Salajones
altos y habíamos subido mucho más de lo que las guías marcaban. La intuición y el caminar decían que el sol tenía que estar a nuestras espaldas, con lo que elegimos opción. Estábamos arriba del todo, con la compañía de las enormes bases de donde nacían aquellos molinos gigantes que dan energía eólica a las gentes de aquellas tierras. Pronto, tres bifurcaciones de golpe y sin flechas a seguir, algo no marchaba bien y teníamos que dar media vuelta, al menos era en bajada. Unos tres kilómetros y medio tuvimos que desandar hasta llegar a alguna señal, que no era, ni más ni menos, aquella que me llamó la atención y que indicaba que no siguiéramos por la pista que a la postre cogimos. Aquel día caminamos siete kilómetros más de lo previsto.

Perdidos
Perdidos
Izco
Camino de Izco
Bajón de ánimos y marchar, eso sí, por camino indicado por nuestras saetas amarillas. Ahora afrontar una nueva subida para alcanzar el alto de la sierra de Izco y luego su pueblo. Encontrarnos con aquellos peregrinos que tomaron la otra opción y risas por la anécdota. Con esa marcha rápida que te da el saber que todo lo malo quedó atrás, comenzamos a caminar como si nada hubiera pasado y disfrutando del paso de los pueblos de Abínzano y de Salinas de Ibargoiti, al que llegamos a través de su bonito puente medieval sobre el Elorz.
Elorz
Pasado Elorz
Poco quedaba y precioso ese sendero entre árboles. La anécdota de tener que esperar a un lado porque de frente nos pasaron más de 500 ovejas que ocupaban todo el espacio posible de paso. Parecía no acabar nunca aquel tropel que dejaba enganchados trozos de lanas en las ramas salientes de los arbustos del Camino. Después la llegada a Monreal, que disfrutaba del día de fiesta. Descanso, buena y bien merecida comida y la invitación por parte del pueblo de unos bocatas con refrescos para merendar. El resto de la tarde de conversación y charlas con los peregrinos con los que habíamos caminado desde Somport hasta allí. Mucho sentimiento peregrino tuvimos aquella tarde-noche con todos ellos.
Monreal
Merienda en Monreal

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