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Puente Romano sobre el Miño en Ourense |
A las siete y veinte de la mañana
ya teníamos desplegados nuestros bastones, el estomago contento por el desayuno
recibido y la rúa do Progreso bajo nuestros pies para despedirnos de la ciudad
que nos dio cobijo aquella noche ya apagada. Pasábamos casi inadvertidos a las
personas que iban y venían por sus quehaceres diarios. El puente romano de
Ourense me ayudaba a cruzar el último río importante en nuestro caminar desde
Sevilla, mientras de lejos el Puente del Milenio miraba con envidia a su abuelo
y la tranquilidad de los que la transitábamos en esa mañana recién despertada.
Atrás quedaron el Guadalquivir, el Guadiana, el Tajo y el Duero, sin olvidar
afluentes tan carismáticos y peregrinos como el Esla y el Tera. Se empezaba a
sentir la cercanía a nuestra meta final, aunque aún quedaran jornadas
pendientes.
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Camino de Casa Cesar |
Como si lo hubiéramos hecho hace
doce años, fue seguir de frente dejando a un lado ese camino “oficial” que nos
llevaba a Santiago por Sartédigos. Camino de Vigo por el arcén de la N-120 afrontábamos
la temida subida de Costiña de Canedo. Ese kilómetro y medio puso a prueba
nuestro temple en dar el paso, nuestro pulmones al caminar y si el desayuno
madrugador fue el justo y necesario. Pesan los años y los kilos, pero tanto
caminar durante años nos hizo alcanzar Cima da Costa con las energías casi
intactas y una sonrisa en el gesto. A partir de aquí el asfalto y los coches
del día anterior, y de nuestro inicio de hoy, se convertía en tierra y arboleda
primero y un carreterín después que nos llevaba a las arañas peregrinas de Casa
Cesar. Nos lo encontramos cerrado. El que ya no fuera camino oficial y la
crisis por el Covid harían que fuera a buscar alternativas a su vida. Una pena.
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Casa Cesar |
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Camino a Mandrás |
Daba comienzo lo mejor del día de
hoy. Pista de tierra arbolada que se convertía en corredoira entre muros
cargados de musgo y una vegetación que te envolvía al caminar. Embrujaba aquel
lugar del que no querías salir. Un silencio roto únicamente por el trino de los
pájaros y los de nuestros pies al dar el paso, que nos duró unos treinta
minutos únicamente y que hubiéramos querido que durara una eternidad. El puente
sobre el río Barbantiño nos ayudaba a pasar a Mandrás y allí su bar nos daba el
pequeño respiro necesario para cubrir los aproximados seis kilómetros que nos quedaban.
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Cercanías de Pulledo |
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Base de la Torre del Reloj de Cea |
Después del reposo, continuar por
esos caminos donde se turnaban arboledas y parcelas de particulares, cruzando
localidades como Pulledo, con las típicas estampas de hórreos y casas de piedra,
y Casas Novas, donde nos encontramos al bar O’Campo cerrado también. Nuevo
fiasco de Pedro del lugar donde gustaba tomar un vino blanco antes de acabar. En
nada, Cea se nos abría a nuestro paso. Su famosa torre del reloj parecía
esperarnos, su plaza maior y su casa de concello nos daba la bienvenida y en el
bar Plaza nos tomamos esos vinos acompañados de viandas del lugar y la
conversación sana, amena y sincera de tanto de nuestro barman particular como
de los que nos acompañaban en ese momento. Buena jornada la de hoy.
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Plaza Mayor de Cea |
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