El deseo de volver.: Cantabria. La costa cántabra (2ª parte): Suances, Santoña, Castro Urdiales y una Virgen reencontrada.

Ntra Sra de Lindes en Suances

Y a mitad de nuestra ruta no desfallecemos, pero un descanso tampoco viene nada mal. Tenemos cerca Suances y, para mí, las mejores playas. Tranquilidad, anchura, buen aparcamiento y buenos servicios. La playa de los Locos, llamada así por aquellos que se tiran desde lo alto del acantilado al mar, está separada de la playa de la Concha por la punta del Dichoso, creando una ensenada de aguas tranquilas y amplia zona de arena. Otro atractivo, al otro lado de la Concha, es la ría de San Martín de la Arena, que abraza al pueblo y lo hace estar casi todo rodeado de agua de mar. Para el centro histórico hay que tirar de piernas y subir un poco. Hermosas las vistas del Cantábrico desde cualquiera de sus miradores. Poco pude encontrar de monumentos de interés, siendo la iglesia de Ntra. Sra. de las Lindes y la vistosa fachada de su ayuntamiento, las que destacan de todos ellos. Lugar principalmente para turismo de playa y de los que buscan tranquilidad por estas costas. Nosotros un baño, comer algo y continuar.

Playa de la Concha en Suances

Paseo de Pereda en Santoña

Esta vez el salto es largo, dejando a un lado Santander, al otro lado de su bahía y, después de bastantes kilómetros, llegar a Santoña. Complicado lo tuvimos para aparcar lo más céntrico posible. Al final lo tuvimos fácil en la avenida de la Virgen del Puerto, junto a la iglesia que le da nombre. Visita rápida a este antiguo monasterio benedictino y continuar por la avenida buscando el Cantábrico y la bahía de Santoña, que rodea casi a toda la villa. Allí nos recibe el paseo Pereda, toda una maravilla para los santoñeses y todos los que vamos de visita. Lugar de esparcimiento pegado a la bahía y que al fondo del todo nos lleva hasta el Fuerte de San Martín, que protegía a la villa de posibles ataques en tiempos de guerra, al estar colocada en el paso de entrada de la bahía.

La bahía de Santoña desde el Paseo Pereda

El Sulero

De vuelta al centro, con un tranquilo caminar por ese paseo Pereda, encontrándonos con el monumento a Carrero Blanco y a Juan de la Cosa. Casi al final un mirador sirve como pretexto para crear el Centro de Interpretación del Parque Natural Marismas de Santoña, de obligada visita. Y, en un rinconcito sobre la machina sur de la bahía, la figura del Sulero. Representa la tradición pesquera y conservera de la villa. Y es que Santoña fue en su momento el principal puerto pesquero conservero y salazonero, antes incluso que empezaran con la industria de la anchoa. Fue eso lo que atrajo a unos salazoneros italianos y empezaran a trabajar este producto de mar.

Plaza del Peralvillo

El corazón de Santoña es para perderse entre sus calles. Como uno de los ejes es la plaza del Peralvillo, pequeña, redonda, con casas de colores y con el monumento a una mujer con cubos de agua. Era en esa plaza donde estaba la fuente de agua y donde acudían a recogerla para las necesidades diarias. Otra plaza es la de San Antonio, mucho más grande, con un quiosco de música e ideal para la celebración de festejos. Y como no, decenas de tiendas y bares con la oferta de ese producto estrella que da fama a esta villa cántabra: La anchoa.

Retomar la carretera y cerca a la vista, aunque dando un buen rodeo por carretera, llegar a la playa Berria, frente a Santoña. Como ya estamos acostumbrados, grandes extensiones de zona de arena y mar, franqueados por grandes moles de roca que cargan de belleza a todas estas playas cántabras. Urbanizaciones a lo largo de toda ella y el puerto y pueblo de Laredo al final.

Playa Berria

Castro Urdiales

Queda poco para llegar a la ría de Bilbao y toparnos con esa línea de divide a Cantabria de Bizkaia. Un poco antes de llegar a ese punto, nuestra última visita es a Castro Urdiales. Recuerdo conducir hasta el centro y dejar aparcado el coche en algún aparcamiento. Luego, acercarnos a la oficina de turismo en el ajedrezado paseo de la avenida de la Constitución. Nada más acertado, ya que en ese mismo momento empezaba una visita guiada por todos los puntos de interés de aquella localidad cántabra. Agradable paseo admirando la belleza de aquellos edificios que daban al mar, el muelle y la llegada a la iglesia de Santa María de la Asunción. Dentro, las explicaciones habituales de estos profesionales del turismo sobre todas las partes y joyas que albergaba el edificio eclesiástico, entre las que se encontraba la imagen

Muelle, Iglesia de Sta Mª Asunción y Faro Castillo de Sta Ana

de Santa María la Blanca y la historia de su reaparición. Unos niños jugando a la pelota a mediados del siglo XX, encuentran a la virgen entre unos muros. Nadie sabía de ella y se deduce que fue emparedada en tiempos para evitar el saqueo de los franceses. Después, se olvidaron de aquel enterramiento hasta su reaparición siglo y medio después. Fuera, los problemas que se encontraban con su continua restauración al estar afectado por el mal de la piedra. Después la subida a los torreones del faro-castillo de Santa Ana y multitud de historias sobre balleneros, guerras y fuertes tempestades que a menudo azotaban aquella población y a sus gentes. Por último, nuestra guía se despide de nosotros sobre la fachada de su ayuntamiento y nos invita a descubrir el resto de calles de esta ciudad, colmados de bares para tomar unos vinos con unos pinchos de la tierra.