De Guillermo Rodríguez Bernal

domingo, 17 de mayo de 2020

Cantabria. Cabezón de la Sal, Ruente, Barcenillas, Carmona, Barcena Mayor y el bueno de David.

Santillana
De merienda en Santillana del Mar
Tuvimos la suerte de conocer a David en aquellas vacaciones en Santillana del Mar del 2014. Nuestro barman particular, nos servía nuestros gin-tonics de la merienda y nos daba conversación en los taburetes de la barra del local donde nos servía. Charlas sobre la ruta hecha por la mañana y lo de por ver al día siguiente. Como buen conocedor de su tierra, acertaba al 100% en la recomendación que nos hacía sobre el lugar donde comer, según la zona por la que estuviéramos en ese momento. No faltó aquella que nos hizo cuando le dijimos que nuestra intención era ir a Bárcena Mayor, lugar que marcan muchas guías como sitio de referencia del mejor cocido montañés de toda Cantabria.
Cabezón de la Sal
Cabezón de la Sal
Y allí partimos muy de mañana al día siguiente camino de nuestro cocido y queriéndonos parar en todo lo que viésemos interesante a nuestro paso. El primer desvío en Cabezón de la Sal, pueblo de David. Villa romana que se hizo grande por la sal que comercializaba, sacada  de debajo de la tierra en los manantiales de agua salada sobre los que estaban asentados. Allí estaban de fiestas, o al menos eso nos pareció. La plaza de la Paz y sus aledaños eran un ir y venir de gentes montando sus lugares de venta en cualquier rinconcito a modo de rastrillo. Dieron el ambiente necesario para callejear descubriendo a la vez la iglesia de San Martín, su ayuntamiento, callejuelas empedradas y esas casonas tan particulares que serían la estrella durante toda la jornada de hoy. Empezaba bien el día.
Puente de los nueve caños sobre el arroyo de la Fuentona en Ruente
Desayunados, siguiendo nuestro camino, nos aparece a la izquierda Ruente. Fácil su aparcamiento justo pegado a la Fuentona y su particular puente medieval de nueve ojos. Al encontrar su iglesia de Santa María Magdalena, un cartel
Ruente
Ruente
indicador nos señalaba una ruta caminando por sus tres barrios: Gismana, Monasterio y Ruente. Amplias parcelas con enormes casas solariegas blasonadas y manzanos por todos lados. Como caminante sin prisas, merecía la pena sentarse en algunos de aquellos bancos a la sombra de aquellos árboles y ninguno nos pareció más apetecible que el del palacio de Mier. De vuelta a la Fuentona, seguir a contracorriente el curso de sus aguas y disfrutar de ese apacible parque creado por los joscos hasta llegar al nacimiento. Allí estaba la entrada a la cueva y de donde fluye el manantial que da lugar al arroyo. Aunque el acceso a la cueva es complicado, en un detallado cartel nos indica los sifones naturales que existen dentro y que da origen a ese misterio de idas y venidas de aguas en su cauce.
Barcenillas
Barcenillas
Sin salir del municipio y continuando con nuestro camino, llegamos a Barcenillas. Sus casonas eran más espectaculares todavía. Las laboriosamente labradas barandas de madera se juntaban con los enormes porches que servían en tiempos para los aperos de labranza. Blasones enormes pegados en cada una de aquellas casas y la iglesia de San Sebastián ponían el broche a este trocito de mundo con tanto encanto.
Tocaba desviarse un poco de nuestro camino para buscar un mirador que había por aquella zona, el de la Asomada del Rivero situado en el puerto de la collada de Carmona, de 600 metros de altitud. Ni que decir tiene que fueron las vistas panorámicas del día y que provocó que bajáramos a
Carmona
Carmona
conocer aquel pueblo tocayo del sevillano y lejos de cualquier ruta turística que pudiéramos encontrar. Todo un acierto al encontrarnos aquellas casas típicas cántabras pero con la diferencia de que las habitaban gentes llanas y de toda la vida de aquellas tierras. La voluptuosidad de las anteriores no competía en cuanto a tamaño, pero se quedaban atrás en cuanto a naturalidad. Sus únicas obras cumbres eran su iglesia de San Roque y el Palacio de la Venta, en la parte alta del pueblo. Lugar para dejar pasar la vida sin prisas y con ganas de disfrutarla en tranquilidad. De vuelta por el mismo camino hago mía las letras de aquella coplilla que decía aquello de “y si subes la Collada y te asomas al Rivero, desde allí verás Carmona la flor de los albarqueros”. Lugar para volver.
Asomada del Rivero
Mirador de la Asomada del Rivero sobre Carmona
Y por fin llegamos a Bárcena Mayor. Amplio aparcamiento a la entrada y caminar hasta este pueblo dedicado y al que da vida el turismo en su mayor parte. Lo primero reservar mesa en uno de sus restaurantes, para ese cocido que allí nos trajo. Después un paseo para perdernos entre sus casas,
Bárcena Mayor
Bárcena Mayor y cocido montañes
ver su cuidado lavadero, comprar algún detalle de recuerdo y algo de lotería, disfrutar de la charla ocasional con alguno de por allí de lo que ha cambiado su pueblo y llegar al cauce del río Arganza, donde muchos se tumbaban sobre las enormes rocas de su cauce a tomar el sol o a disfrutar de la vista del puente que ayudaba a cruzarlo. No sé si fue el mejor cocido montañés que me he comido en Cantabria en alguna de mis visitas, pero os puedo asegurar que me supo a gloria.
Bonito, pintoresco y poco usual recorrido el que hice aquel mes de septiembre de 2014 y que recordaremos siempre. Termino este post acordándome del amigo David que tanto bien nos hizo en nuestra estancia por tierras cántabras y al que dedico con mucho cariño las letras aquí escritas. El Deseo de Volver a Cantabria, siempre.

Pincha aquí para "Cantabria. Fuente Dé, Mogrovejo, Potes, Lebeña y un río como guía."
Pincha aquí para "Cantabria. Liérganes, San Roque, Vega de Pas, Selaya y valles pasiegos." Pincha aquí para "Cantabria. La costa cántabra (1ª parte)"
Pincha aquí para "Cantabria. La costa cántabra (2ª parte)"

No hay comentarios:

Publicar un comentario