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Camprodón |
Después de muchos kilómetros, al
fin me encontraba apoyado en aquella baranda escuchando el incesante tintinear
de las aguas del Ter y con la vista puesta sobre aquel arco que dibujaba el Pont
Nou de Camprodón. Pueblo del que guardo recuerdos entrañables desde que
estuvimos allí en aquél verano de hace ahora un año. Y es que la oferta
turística de este pueblo puede estar tanto en el Monasterio de San Pedro como
en la iglesia de Santa María, el museo a Albeniz o incluso en la coqueta torre
del reloj, pero yo me quedé con el ambiente de sus calles y la amabilidad de
sus gentes.
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Carrer València en Camprodón |
Grabados en mi memoria están
aquellos refrigerios de media tarde servidos por Fran en la arbolada placita
del Dr. Robert, aquella tienda llena de embutidos cerca de uno de los arcos del
puente, el trato amable y la conversación placentera del señor de la tienda de
vinos y su afición por los perros, el agradable estar de la señora del horno de
pan y aquél olor que desprendía su establecimiento, la de aquella ferretería
donde tenían de todo y nos sacó de algún apuro en un momento dado, la de
aquellas pizzas en la plaça del Carme al frescor de la noche, la de aquella
forma de atendernos del dueño del hotel Sant Roc... Eso fue lo que a mí en
particular me llenó en aquellos días de visita por la comarca del Ripollès.
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Sant Cristòfol en Beget |
Camprodón fue el arranque, porque
en nada la carretera nos acercaba a Beget. Curvas, verde y el silencio de un
pueblo de piedra que tiene como eje central la iglesia de Sant Cristòfol.
Dentro, La Majestad. Se hace necesario pasear por sus pocas calles y descubrir
la cantidad de detalles curiosos con los que sus vecinos adornan sus ventanas y
las fachadas de sus casas. Los días de calor, nada como bajar a la Riera de
Beget y refrescarte en las frías aguas que vienen de un poco más arriba. Cuando
decides dejar el pueblo y vienes de vuelta, te cruzarás con Rocabruna. Merece
la pena parar en la cuneta y echar un vistazo a la iglesia de Sant Feliu.
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Casas y torrentes en Setcases |
Más hacia occidente, buscando
Pirineo, llegamos a Setcases. Los torrentes que hacen grande al Ter te los ves
canalizados por el pueblo y adornados con flores, las mismas que dan color a
las piedras de algunas de sus casas. En el centro la robusta iglesia de Sant
Miquel y en las salidas restaurantes donde es obligado hacer una buena comida a
muy buen precio. El pa amb tomàquet, lo puedes acompañar con unas butifarras
amb mongetes y unos caragols, para terminar con la siempre exquisita crema
catalana. Eso sí, llama antes para reservar que todo está muy concurrido.
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Caminando por el valle |
Al otro lado de esta comarca, y
cerca de Setcases, tenemos que acercarnos a Ribes de Freser. Allí el cremallera
te acercará a una de las maravillas naturales de esta comarca del Ripollès. El
Vall de Nuria es el final del recorrido y el comienzo de diferentes rutas
cortas que rodean a aquél valle y donde el lago entre montañas dan un aspecto
único a esta zona del Pirineo catalán. Allí mismo, en un edificio pegado al
lago, encontrarás una oficina de información donde te dirán cual puede ser la
ruta más adecuada para disfrutar de la montaña ese día. Para los más valientes,
desde Queralbs, tienes camino para subir a esta maravilla afincada a poca
distancia de la frontera con Francia.
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Vall de Nuria |
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Pont Vell en Sant Joan de les Abadesses |
Toca ahora bajar y acercarnos a
Sant Joan de les Abadesses. Con un río Ter ya hecho hombre y sin salir de la
misma carretera, ya descubres el bien cuidado y vistoso Pont Vell y las ruinas
de la iglesia de Sant Pol, de la que sólo se conserva su torre y su antigua
portada. Una vez a pie, sólo tenemos que seguir la ruta marcada en los
diferentes paneles puestos por turismo, para descubrir en su caminar el enorme
monasterio de Sant Joan y pasear por la Vila Vella, con su Plaça Major un poco
deteriorada y restos de aquella vieja muralla que daba protección a los que
allí vivían en tiempos, bajo el cobijo del monasterio.
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Portada del Monasterio de Santa María de Ripoll |
Y dejados llevar por el río Ter,
la corriente nos lleva a Ripoll, capital de la comarca. Hay que ir con tiempo
para callejear y descubrirla poco a poco. Casas señoriales con ventanales increíbles,
como la de la casa Bonada. Acogedoras plazas, como la de Sant Eduald, con fachadas
adornadas con letras góticas y restaurantes con encanto, como El Molí, con una
atención muy especial con todos sus clientes. Su museo etnológico, que nos
detalla la vida y milagros de las gentes del pueblo tiempo atrás. Y su joya
particular en la figura del monasterio de Santa María. Precioso a su paso por
la plaça del Monestir, pero de un valor monumental en su interior por su
trabajada portada, su iglesia, su cuidado claustro, la cripta y todos los
detalles que te encuentras en las diferentes capillas y los ábsides que la
circundan.
Guillermo, me has emocionado, que maravillosa descripción, que recuerdos, jamás imaginé que al cabo de 55 años se me erizarían los pelos y se me nublarían los ojos un día leyendo lo que acabo de leer... tu descripción fabulosa, los pormenores exactos y narrados con autenticidad...
ResponderEliminarProcuraré ser breve: Tendría 19/20 años cuando un día con ocho compañeros boy scouts llegamos a dormir a Camprodón en un alojamiento cercano al puente que narras y de la foto, al día siguiente caminamos de Camprodón a Setcases siguiendo un río precioso, a dormir a un refugio de montaña que allí había, en una casa particular comimos y nos preparamos para la travesía hacia Nuria y así a otros refugios, coronando, pasando por picos como el del Infern, el Noucreus, los lagos de Carança y llegar hasta el Puigmal, y Nuria y Caralps ya de regreso, seis día que nunca he olvidado, la nieve no caía, pero estaban las glaseras, las lomas con nieve, las cumbres con sus libros de registro y ligeras capas de nieve también. En fin amigo como sabes encontrar los sitios más bellos de nuestra geografía y que bien los vives y nos lo cuentas... Abrazos Willy...
Hola Pedro. El emocionado soy yo con las tuyas. Más de una vez te he escuchado hablar de estas correrías de chaval con los scouts. Recuerdo como me contabas tus historias cruzando los Pirineos desde tu pueblo Port Bou. Siempre he pensado que aquellas caminatas que te pegabas hicieron de ti el peregrino que eres hoy. Un abrazo muy fuerte y a ver si nos vemos pronto.
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